Anestesiología y Otorrinolaringología del HUBU han empezado a usar un respirador que evita traqueotomías a determinados pacientes con tumores y otras patologías de la laringe y/o de la tráquea; en concreto, a quienes tienen un problema que conlleva un estrechamiento tan acusado de la vía área como para dificultar una intubación convencional durante la cirugía para tratar su problema. La imposibilidad de introducir un tubo corriente para mantener al paciente vivo durante la operación con anestesia general, por esa estrechez de la laringe, obligaba a los especialistas a practicar una traqueotomía, que es un procedimiento invasivo, no exento de secuelas y, en ocasiones, irreversible. Es el único hospital de la región que lo utiliza.
«La traqueotomía consiste en abrir un agujero en la vía aérea, por debajo del punto en el que el paciente tiene la obstrucción [por un tumor o por otras causas que estrechan la laringe] y el aire, en lugar de entrar por la nariz y la boca, entra por debajo de ese tapón y llega a los pulmones», explican los otorrinolaringólogos Miguel Grijalbo y Pablo Crespo, destacando que los pacientes con esta incisión en la garganta tienen un posoperatorio más largo y mayor riesgo de «infecciones o hemorragias», así como problemas para comer y tragar e incluso de comunicación. «Y hay pacientes a los que, una vez que se la haces, no se la puedes quitar. Hay casos en los que no son capaces de volver a respirar por la vía aérea con el agujero cerrado», comentan los especialistas, matizando que esto es más frecuente en personas con obesidad o con unos condicionantes genéticos concretos.
Pero para el HUBU el objetivo no era únicamente evitar la traqueotomía, sino que también querían facilitar unas operaciones complejas de por sí. Entre otras cosas, porque en el mismo punto en el que los otorrinolaringólogos tienen que intervenir para solucionar un problema -la laringe y la tráquea- los anestesistas deben introducir el tubo que ha de mantener con vida al enfermo, que necesita anestesia general. «El paciente no puede respirar solo en estas circunstancias, así que necesitamos hacer una respiración artificial y, ahí, surgían dos escollos», comenta la anestesista Verónica Ayerza. El primero, que no disponían de tubos tan finos como para llevar aire a los pulmones de una persona con una vía aérea muy estrechada (por tumores, infecciones, enfermedades autoinmunes...) mediante un respirador convencional. Y el segundo, que cuando el enfermo sí tenía hueco suficiente para que los anestesistas introdujeran un tubo convencional, se dificultaba mucho el trabajo de los otorrinos: perdían visibilidad y espacio para maniobrar. Así que, muchas veces, se veían obligados a abrir una traqueotomía.
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