Julia Navarro ha publicado una decena de novelas y tiene millones de lectores, pero ni se conforma ni se acomoda y con cada nueva historia que quiere contar mantiene la misma exigencia. «Para mí cada libro es como si fuera el primero. No doy nunca nada por hecho y menos con los lectores, que te juzgan libro a libro. Y dar por hecho que un libro les va a interesar porque el anterior lo haya hecho, es un error. Yo con cada libro me la juego», subraya.
Ahora lo hace con El niño que perdió la guerra (Plaza & Janés) que el jueves presentó en Burgos en la librería Hijos de Santiago Rodríguez. «Aquí están mis preocupaciones, las cosas que realmente me importan. Me importa el daño que han hecho las dos grandes ideologías totalizadoras en el siglo XX y que siguen vigentes en el XXI. Me importa el desarraigo que sufren tantos miles de personas que tienen que dejar sus casas huyendo de la violencia y de la guerra. Y por supuesto cómo la censura se cierne sobre la cultura. Cómo todos los autócratas y los dictadores siempre intentan acallar cualquier forma de expresión que no concuerde con ellos», resume.
El desarraigo lo sufre Pablo, el protagonista, un niño que es enviado a Rusia durante la Guerra Civil y vive con su familia adoptiva. Y aunque ama a quienes le han criado y le han dado las armas de la cultura, echa en falta a su otra familia. Sin olvidar que en su país su progenitora sufre la represión franquista y en Rusia, vivirá de cerca lo peor del régimen de Stalin.
Para Julia Navarro el tema de Los Niños de la Guerra que sufrieron el exilio en Rusia se ha estudiado y tratado lo suficiente, «pero quizá la sociedad no le ha prestado la atención que merecía». Ella lo hace ahora con esta novela en la que se adentra en «esa melancolía de sentirte de ninguna parte, que dura siempre y sin duda te marca». Y en cómo buscaban su libertad las mujeres, representadas en las dos madres de Pablo, Clotilde y Anya. «Viven en una sociedad en la que el hombre es el que marca todas las pautas: en la familia, el trabajo, la sociedad. Pero tanto Clotilde como Anya no se resignan a no ser ellas quienes tengan la última palabra sobre su propio destino».
La cultura será su refugio y salvación, como lo es para Navarro («en los momentos más complicados, difíciles y estresantes, tener un libro entre las manos me ayuda»), mientras rinde homenaje a dos poetas: Anna Ajmátova y Marina Tsvetáieva. «Soy una enamorada de la literatura rusa de finales del XIX y principios del XX», y admira a ambas escritoras.
Como periodista, preguntada por la actualidad y los bulos que nos acechan, lo tiene claro: «El que ha perdido la batalla frente a las redes sociales es el sistema educativo. La única manera de combatir los bulos es que haya ciudadanos formados e informados. El sistema educativo en España es un auténtico desastre. Hay que recuperar las humanidades. ¡Pero si tenemos niños y adolescentes que en una encuesta reciente decían que no les importaría vivir en un régimen autoritario! Eso es la muestra de que en las escuelas no les han enseñado qué significa un régimen autoritario», se lamenta.