«Contar que tenía cáncer fue mi salvación»

GADEA G. UBIERNA / Burgos
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La fiscal María Boado habló sin tapujos de su diagnóstico desde el inicio. «Era una forma de decir me pasa esto, estoy luchando y os voy a necesitar», recuerda, junto a tres de las íntimas que la arroparon en el proceso

De izquierda a derecha: María Ángeles Benito, Nuria de Prado, María Boado y María Soledad Olarte. - Foto: Patricia González

María Boado se notó una dureza en el pecho en unas vacaciones, pero no le dio mucha importancia. Así que, como ni por asomo imaginaba que tuviera cáncer, fue sola a hacerse la mamografía. «La radióloga me lo dijo al momento, no me dio opción: 'Es malo'», cuenta, recordando que salió de las pruebas «en shock» y que «iba por la calle intentando no llorar, pero con unas ganas locas de hacerlo». La primera reacción fue ir a buscar a su marido al trabajo para contárselo. «Quería hacerlo en persona, porque fue un golpe», admite. Luego llamó a una amiga y le informó de que tenía cáncer de mama. Y su marido se lo comentó a otra, que fue a verla esa misma tarde. Al día siguiente, «tras una noche terrible», esta fiscal fue a trabajar y reunió a colegas y amigas para compartir la indeseada novedad. Y apenas 24 horas después, «más serena», hizo partícipes a los varones de la Fiscalía. «Cada enfermo tendrá su forma de afrontarlo y no hay una mejor que otra, pero, para mí, abrirme y contarlo fue una salvación», dice, dos años y medio después del diagnóstico.

La procuradora María Soledad Olarte y las fiscales Nuria de Prado y María Ángeles Benito son tres de esas íntimas que acompañaron a Boado a lo largo del proceso, y también ahora, en este reportaje con motivo del Día del Cáncer de Mama y de la campaña de Diario de Burgos 'Te damos la chapa'. Y, así, las tres coinciden en que «María lo contó para que cuando la vieran no tuvieran miedo de preguntar». Ella asiente, pero matiza que, en cierto modo, le influyó lo vivido junto a su propia madre, años atrás, a causa de otro cáncer. «No era de mama y la quimio no tenía nada que ver, era otra época y ella, mi pobre, era más de meterse en casa y que nadie lo supiera. Sufrió mucho y, cuando lo has visto, te da más miedo, pero yo quería hacerlo diferente. Yo necesito a la gente. Y casi lo iba cantando», afirma, aclarando que solo omitió a sus hijos: «Eran mayores, pero estaban de exámenes y quería contárselo cuando tuviera toda la información: qué tipo de cáncer era, de qué grado, hasta dónde había afectación...». Una vez que tuvo toda esa información, aprovechó una comida y recuerda que «se llevaron las manos a la boca, pero reaccionaron bien. Me lo pusieron fácil. Y luego han sido muy buenos chicos, no me trataron como enferma, que es algo que yo no quería. Bueno, nadie me trató como enferma, la verdad». 

Te das cuenta de que acabas relativizando todo. Te ves sin pelo, sin cejas, sin pestañas y te da igual"
María Boado, afectada por cáncer de mama

Estas palabras son como un resorte para Olarte, De Prado y Benito, quienes responden al unísono que «no te veíamos como enferma, porque siempre estuviste sonriente y positiva». De hecho, Boado trabajó hasta empezar la quimioterapia, un mes después del diagnóstico, y su intención era seguir en activo, pero lo acabó descartando porque, como fiscal especializada en violencia de género y coordinadora de la materia en Castilla y León, creyó conveniente no llevarse más problemas a casa. «Pero físicamente no me encontraba nada mal. Tuve suerte, porque lo llevé muy bien. Y, psicológicamente, creo que también», explica, sin obviar que esto último se lo agradece a su extensa red: «Sin el apoyo de mi marido, de mis hijos y de mis amigas, muchas y muy buenas, hubiera sido terrible. Soy una persona muy rica, pero espero que nadie tenga que pasar por esta enfermedad solo, porque tiene que ser muy duro. Yo no hubiera podido».

Así, y a pesar de acabar cogiendo la baja, pidió seguir conectada al día a día de la Fiscalía y que su 'núcleo duro' se implicara en el suyo. «Todo lo he hecho con amigas», dice, poniendo como ejemplo la compra de la peluca, que eligieron entre varias. «Es que María lo contaba todo», dicen ellas, destacando que de esta manera comprobaron que Boado se mantenía fiel a sí misma incluso con cáncer: iba con tacones hasta a la quimioterapia. «Cambió los zapatos por cuñas, pero en plano nunca», bromean Olarte, Benito y De Prado, mientras la aludida se ríe y aclara que «no me los quité, a pesar de que tenía las uñas hechas un asco, porque era una manera de seguir siendo yo».
En un principio creyó que el cambio físico que conlleva el tratamiento del cáncer de mama «iba a ser chocante», pero «te das cuenta de que acabas relativizando todo». Pasó de creer que no iba a ser capaz de desprenderse de la peluca ni en casa a plantearle a su propio hijo si se atrevía a raparla, cosa que hizo. «Majísimo. Y se reía», comenta ella, también entre risas y reiterando que «es eso: te ves sin pelo, sin cejas, sin pestañas y te da igual. Y yo he sido muy coqueta, pero es que te da lo mismo». 

No la vimos como enferma, porque siempre estaba sonriente y positiva. Fue todo un ejemplo: ahora ya no nos cabreamos por nada"
Nuria de Prado

Sus tres amigas corroboran que así fue, que desde la primera caña en la que lloraron juntas el diagnóstico -«les dejé que echaran cuatro lágrimas aquel día, pero nada más»-, Boado tenía claro que se iba a hacer una doble mastectomía. «Fue una decisión personal, porque durante la quimioterapia el tumor se redujo casi a la mitad, pero seguía estando ahí y yo deseaba que me lo quitaran todo», explica, insistiendo en que, a pesar de la cirugía en la que le extirparon los pechos, «de casi doce horas», y de un posoperatorio que impide mover los brazos durante un mes, «estaba feliz; sentí una liberación al saberme limpia». Ni el verse «plana y con unas importantes cicatrices» la desanimó, porque, como dicen sus amigas, «María no se quedaba en qué mal estoy, se anticipaba y ahí ya estaba pensando en la reconstrucción». Que no oculta que es otro momento de impacto, porque, «cuando empiezas con los expansores es una cosa... Pero estaba feliz». Y más cuando le confirmaron que tenía sano el ganglio centinela: «Ahí, ya, fue como que me hubiera tocado la lotería». 

(Testimonio completo, en la edición impresa de este jueves de Diario de Burgos o aquí)