Menos parque y más acción

C.G. / Aranda de Duero
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Los jubilados arandinos se niegan a quedarse en casa o sentarse en un banco a tomar el sol; sus tardes son para llenar aulas, ponerse al día en tecnología y activarse en el gimnasio

Las aulas de actividades para mayores en Aranda están llenas, algunas tienen lista de espera. - Foto: C.G.

Hay una palabra en italiano, umarell, que se utiliza para designar a las personas que en edad de jubilación se dedican a ver obras. Este término trae a la memoria una de las imágenes que más se repiten en el pensamiento colectivo cuando hablamos de personas retiradas. Sin embargo, la evolución natural de nuestros mayores ha ido llevándolos por otros derroteros y la visión de estas personas en los bancos del parque, los viajes a Benidorm y las partidas en los bares, empieza a tener un filtro en sepia que se aleja de la realidad.

Con dar un paseo por las tardes en las calles arandinas es suficiente para darse cuenta de cómo ha cambiado todo. Quienes se jubilan reclaman actividad, quieren cultivar cuerpo y mente y buscan opciones que se lo permitan. No es casualidad que las aulas de la Universidad de la Experiencia, las de la Escuela de Adultos o las organizadas por la concejalía de Acción Social estén repletas, y hasta tengan lista de espera para su acceso. «Casi tengo menos tiempo ahora que cuando trabajaba», comenta Margot, «me apunto a todo lo que puedo, me voy de excursión, organizo actividades y hago ejercicio siempre que puedo». Esta mujer, miembro de la asociación de alumnos de la Universidad de la Experiencia, bromea diciendo que las cosas han cambiado tanto que ya no coinciden ni en la forma de vestir.

Llegar a la edad del retiro supone replantearse el proyecto de vida y en un lugar como Aranda es posible mantenerse activo. Ángel lleva tiempo retirado y comenta que cuando no está en alguna clase, sale a caminar, «ando mucho, hasta 15 km diarios», asegura que hay muchas cosas que hacer para «quedarse sentado en el sofá o pasarse las tardes en un bar». En su día a día cuenta con un horario muy marcado, «voy a la biblioteca, asisto a clases de escritura, a la universidad de la experiencia...», añade. Por otro lado, Fernando asegura que su jubilación es muy diferente a la que tuvo su padre, «cuando dejó de trabajar no volvió a coger ni siquiera el coche», recuerda.

El caso de Mari Luz es diferente, aún no ha cumplido los 65, pero es pensionista por motivos de salud. Su situación no le ha impedido seguir activa, con viajes, cursos y más cosas. «Participar en todo esto y echar una mano con mi nieto me ha dado la vida, además, siento que estar aquí, me ayuda a vencer la timidez que siempre he tenido», asegura.