*Este reportaje se publicó el pasado 14 de octubre de 2018 en la edición impresa de Diario de Burgos, días antes de recibir la Espiga de Honor en la Seminci.
Un chaval de Burgos que se refugiaba siempre que podía en aquellos cines ya desaparecidos que, en su radiofónica voz, resuenan con acento mítico: Avenida, Cordón, Tívoli -"que antes se llamó Popular Cinema y al que despectivamente se denominaba como ‘El pulguero’"-, Gran Teatro, Calatravas, Coliseo Castilla. Un chaval que no tenía antecedentes cinematográficos en la familia. Un chaval de clase media que parecía condenado a la abogacía. Pero un chaval que hizo de su pasión su profesión. Con tenacidaz y suerte. También con talento. Ese es Antonio Giménez-Rico, al que la Seminci honrará en su edición de este año con la Espiga de Oro de Honor. El legado del cineasta burgalés es extenso: una veintena de largometrajes lo contemplan. También documentales y series de televisión.
En su rica filmografía destacan varios títulos. Quizás sea de justicia citar en primer lugar El hueso, por cuanto su rodaje tuvo de atribulado: aquella crítica mordaz a las rancias esencias entroncadas en el Medievo no pudo rodarse en Burgos por culpa de la censura. Tal vez su primer gran largometraje vino unos años después, con la primera adaptación de la novela Mi hidolatrado hijo Sisí, que se tituló Retrato de familia: recibió el Premio a la Mejor Película del Sindicato Nacional del Espectáculo.
Conviene anotar aquí un título que no suele destacarse cuando se ensalza el trabajo de Giménez-Rico, y eso que es una de las películas favoritas de su autor. Se trata de una cinta que es hoy de culto por cuanto abordaba con audacia (en 1983) un asunto tan complejo como la transexualidad. Vestida de azul tuvo un gran éxito en taquilla y recibió espléndidas críticas en su estreno en el Festival de Cine de San Sebastián. Sus tres siguientes trabajos son espléndidos: El disputado voto del señor Cayo, inspirada en el texto delibeano, supuso una de las grandes interpretaciones de aquel genio que fue Paco Rabal; Jarrapellejos, violenta y oscura, estuvo a punto de ser galardonada con el Oso de Oro en el Festival de Berlín en 1988, aunque ganó el Goya al Mejor Guión Adaptado; y Soldadito español fue la primera y única cinta en la que el burgalés contó con el guión de aquel genio llamado Rafael Azcona. Su tercera adaptación delibeana, Las ratas, es otra película espléndida, si bien no tuvo en taquilla el éxito que merecía. Sus dos últimos largos fueron Hotel Danubio y El libro de las aguas.