El icónico diseño de Javier Aramburu ejerció de imán para que los que acudieron ayer a estrenar Sonorama Ribera en el Picón, que se concentraron a los pies del escenario Aranda de Duero. Todos ansiosos por ver, una vez más (y ya van siete veces en este festival de interior), a J y Florent o, lo que es lo mismo, los dos históricos de Los Planetas que siguen en los escenarios. Entre muchas más canas en las primeras filas que en otros conciertos de esta cita arandina, sinónimo de veteranía en esto del indie, se colaban algunos que bajaban mucho la media: hijos con sus padres o jóvenes recién estrenada la mayoría de edad que no habían nacido cuando Super 8 vino para mover los cimientos de la música en 1994 y coronarse como el paradigma del indie patrio.
Para los veteranos, el repertorio no sorprendió. De hecho, venían todos a poder degustar en vivo y en directo el mítico disco, de principio a fin, con una instrumentación fiel a sus orígenes, aunque la voz de J sonó más clara por encima de las distorsiones y efectos de lo que tienen acostumbrados a sus seguidores desde hace tres décadas. Un viaje hacia el horizonte infinito, sin escalas, macerado en 30 años de noise-pop marca de la casa.
Se notó en el escenario que Los Planetas están como en casa en Aranda de Duero. Mimetizado con el espíritu Ribera, J salió dando un trago a una copa de vino, por supuesto de la DO Ribera del Duero. No sabemos si por efecto del vino o por la electricidad que le llegaba desde la marea de caras ansiosas que tenía a sus pies, pero estuvo más locuaz de lo habitual, cosa que agradecieron los festivaleros. «Somos Los Planetas, vivos, en persona y auténticos», exclamó como declaración de intenciones.
Como un repaso al sistema solar, pero con 10 astros estelares, fueron desgranando uno a uno, en su orden, aquellos temas que les colocaron en el lugar privilegiado del indie patrio donde aún siguen. De viaje, Qué puedo hacer, Si está bien, 10.000..., con calma, dejando que los festivaleros talluditos hiciesen su viaje a la juventud y que los más jóvenes aprendiesen de dónde beben los que ahora copan el firmamento de esta tribu musical.
Entre los miembros más jóvenes de las primeras filas, rodeados de camisetas con los logos más reconocibles, estaban Sofi y Marcos, de Madrid y Soria, 19 y 20 años, que estallaron con Jesús. «Es nuestra canción favorita, ah, ah, ah», gritaron al unísono. Una prueba más que Super 8 no es sólo una decena de canciones, son las tablas de la ley, los mandamientos, la piedra troncal sobre la que está edificada la escena indie nacional.
J no se olvidó de los compañeros con los que crearon este grupo, May Oliver y Paco Rodríguez. Para cerrar el repaso, confesó que La caja del diablo es «el tema favorito de este disco, disfrutarlo». Y vaya si lo hicieron todos los presentes. Tanto que tuvieron que salir a regalar tres temas más, fuera de este LP, que volvió a demostrar el porqué es un imprescindible para siempre.