Las farmacias rurales se han convertido en un enlace clave entre el paciente y los centros de salud, sobre todo desde que el acceso a los médicos en un pueblo es cada vez más complicado. Que haya un relevo generacional en este tipo de establecimientos y contar con gente joven que se ponga al frente de ellos, supone un importante reto que, en la Ribera del Duero parece superado. En los últimos dos años, seis de las farmacias que se encuentran en la comarca han cambiado de dueños: Castrillo de la Vega, Fuentecén, Sotillo de la Ribera, Caleruega, Olmedillo y Roa de Duero, tienen al frente caras nuevas, jóvenes y con raíces en la zona.
Estos farmacéuticos están seguros de que estar en el mundo rural no es el trabajo más lucrativo que puede desarrollarse en el sector, pero son conscientes de que prestan un gran servicio a los habitantes de los pueblos. «Muchas personas no tienen facilidades para ir a Aranda cada vez que necesitan algo, parte de nuestro trabajo consiste en preparar pastilleros y hacérselos llegar hasta sus casas», manifiesta Yohana Cortés, quien regenta el establecimiento de Fuentecén.
Este tipo de labores no están remuneradas y se hacen por cariño a los vecinos. Sumado a esto, las boticas fuera del entorno urbano tienen que pelear con la realidad de la despoblación, que se acrecienta en invierno cuando los habitantes de los pueblos se reducen a la mínima expresión. Sin embargo, Lara Ortiz, responsable de la farmacia de Castrillo de la Vega, no lo cambiaría por nada, «he trabajado en Madrid, en Aranda y en Fuentespina, si he elegido adquirir una farmacia en un municipio pequeño es porque creo en ello, el trato es mucho más humano, conozco por nombre y apellido a casi todas las personas que entran por la puerta».
Lara Ortiz, farmacéutica en Castrillo de la Vega. - Foto: Luis López AraicoEl envejecimiento de la población rural es uno de los factores determinantes para que las farmacias se hayan convertido en uno de los servicios más solicitados en los pueblos. «Muchas de las personas a las que atendemos son mayores, tienen movilidad reducida y suelen están polimedicadas» manifiesta Cortés, «además, las consultas médicas se siguen reduciendo, si no fuera porque nos hemos convertido en un puente que une a los pacientes con los facultativos, estas personas estarían solas». Esta situación se traduce en que los boticarios tengan que desplazarse a diferentes localidades a llevar medicamentos a quienes no pueden ir a buscarlos por sus propios medios.
Al no tener médico, la primera referencia sanitaria somos nosotros»
En el caso de Ana Herrero, titular en uno de los dos establecimientos farmacéuticos de Roa de Duero, la realidad es algo diferente. «Al estar en una localidad más grande y contar con muchos otros servicios, tengo un flujo mayor de clientes». Ana sí que ofrece un servicio de guardias localizadas para atender a aquellos pacientes que lo necesiten, con receta urgente. «No me arrepiento de haberme convertido en propietaria, doy un servicio que de otra forma los raudenses no podrían tener» comenta Herrero.
Yohana Cortés, farmacéutica en Fuentecén. - Foto: Luis López AraicoAunque las boticas rurales hayan mudado hacia un servicio imprescindible para suplir la falta de médicos, no pueden tomarse como una solución al problema. «La médica que atiende mi zona tiene cada vez más pueblos y eso supone menos tiempo en cada uno de ellos, si además, no encuentran quien la sustituya en verano, muchas personas se quedan sin la posibilidad de que alguien les expida una receta electrónica, y sin ella, no les podemos dar sus medicamentos», apunta Cortés.
Casi como en la ciudad. Las farmacias situadas en los pueblos de la Ribera del Duero no se encuentran con dificultades para conseguir un servicio rápido a la hora de adquirir medicamentos. «Aquí tenemos dos repartos diarios, si pedimos algo a las dos de la tarde, a las cinco ya disponemos de ello» asegura Ana Herrero, «claro, que si se trata de una falta generalizada de productos, tenemos la misma situación que las boticas urbanas, no nos lo van a traer antes», bromea.
Aquí ejerces como farmacéutico de verdad, el trato es más cercano que en la ciudad»
Lo que sí que les diferencia de las ciudades es la relación cercana con el paciente y la confianza que se termina generando. «Conoces a las familias y sabes qué necesitan para poder ayudarles» afirma Cortés. Lara Ortiz, por su parte, se confiesa enamorada de su trabajo en un pueblo, asegura que siente que ejerce «como una farmacéutica de verdad» y añade que «en las grandes urbes tienes menos posibilidades de ayudar, al final eres algo más parecido a un dependiente».
La relación creada es tan fuerte, que las personas con las que tratan día a día agradecen mucho contar con un profesional como ellas a su servicio. «La gente reconoce nuestra labor como algo fundamental e intentan tener detalles con nosotras, este verano he recibido más 'salario' en tomates que en dinero» apostilla Yohana Cortés.
Ana Herrero | Roa de Duero
«Conoces a todos los clientes y eso les da más confianza a la hora de pedir ayuda»
Tras varios años trabajando en otras farmacias, y después de una incursión como distribuidora, Ana Herrero decidió dar el salto y convertirse en propietaria.
La profesión no le viene de nuevas, su madre también regenta una botica rural, en su caso la de Villalba de Duero, pueblo del que proviene. Lleva poco más de dos años al frente de una farmacia situada en la Plaza de Roa y se siente muy agradecida de poder desarrollar su labor en un pueblo. «Hay que tener en cuenta que Roa es más grande que otros municipios de la zona, aquí prestamos servicio dos establecimientos e incluso hacemos guardias», comenta Ana.
Recuerda que el papeleo para hacer el cambio de titular fue muy largo, «espero que hayan simplificado el proceso en estos años», asegura que pasaron varios meses hasta que por fin se convirtió en dueña de su propia apoteca.
Ahora, cuenta con dos empleadas, algo que le permite seguir formándose para dar un mejor servicio a sus clientes, su último título, una especialización en farmacia oncológica, «tienes que actualizarte y ofrecer a quiénes lo necesitan una ayuda especializada».
Lara Ortiz | Castrillo de la Vega
«El trabajo en un pueblo es mucho más humano, no lo cambio por nada del mundo»
Para Lara el trato con el paciente es uno de los factores que la ha llevado a apostar por el medio rural. «Llevo dos años aquí y te puedo decir que conozco con nombre y apellidos al 98% de las personas que entran por la puerta», asegura.
Esta ribereña trabajó en Madrid, en Aranda y también en otra farmacia rural antes de tomar la decisión de adquirir su propio negocio, era totalmente consciente de lo que suponía regentar una botica en el mundo rural y asegura que «no lo cambiaría por nada en el mundo».
«Aquí la relación con las personas es mucho más cercana, puedes ayudarlas cuando lo necesitan y, además, tienes una vía de contacto directa con los médicos, algo que en la ciudad, incluso en sitios no tan grandes como Aranda, es totalmente imposible».
Ahora mismo, Lara no se ve en otro lugar que no sea su farmacia de Castrillo de la Vega y, aunque como en cualquier empresa, los inicios fueron más complicados, se mantiene firme y sigue trabajando día a día por mejorar su establecimiento y ofrecer más servicios a sus clientes.
Yohana Cortés | Fuentecén
«Ofrecemos servicios no remunerados para ayudar a los mayores de la zona»
La farmacia que ha adquirido Yohana está situada en un pueblo más pequeño, que los anteriores, Fuentecén tiene poco más de 230 habitantes, pero aún mantiene algunos servicios, como este establecimiento o una sucursal bancaria. Sin embargo, la acuciante falta de habitantes y el envejecimiento de la población, provocan que los inviernos sean muy duros estando al frente de una botica de estas características.
Diferentes situaciones de la vida llevaron a esta ribereña a convertirse en propietaria en el medio rural. «Siempre me han encantado los pueblos y por eso he apostado por ellos». Sin embargo, Yohana reconoce que este es un entorno complicado para emprender y que requiere de un esfuerzo extra a la hora de dar un buen servicio.
«Muchas de las cosas que hacemos no están remuneradas, pero son imprescindibles» reconoce Cortés, «al final dependen de ti personas con poca movilidad, que muchas veces están polimedicadas o cuentan con patologías complejas». Las farmacias rurales se han convertido en un enlace fundamental entre el médico y el paciente.