Un cinturón verde para Arcos de la Llana

C. MARTÍNEZ / Arcos de la Llana
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Voluntarios de la localidad replantaron 34 árboles para proteger las mejoras realizadas en el parque de La Ribera. La iniciativa dio comienzo a un mes de actividades de concienciación medioambiental

Un cinturón verde para Arcos de la Llana - Foto: Iván López

Desde que terminó lo que ya parece una lejana pandemia, los vecinos de Arcos de la Llana, pueblo situado a doce kilómetros de Burgos, reclamaban amplios espacios verdes donde dar rienda suelta a sus actividades cotidianas. Con la recuperación de la libertad, una parcela de 8.000 metros anexa al río Ausín y comprada por el Ayuntamiento a un labrador se convirtió en un maná de proyectos que a día de hoy siguen haciéndose realidad. El parque de La Ribera cuenta ya con un skate park, máquinas de gimnasia al aire libre, un merendero municipal que se inaugurará próximamente, ideas para una zona de tirolinas y desde este domingo, una promesa de cinturón verde.

«Estamos en proceso de repoblar todo esto, tenemos que pensar un diseño de jardín», explicaba el teniente alcalde Jesús María Sendino,  que acababa de traer 34 árboles del Aula de Medio Ambiente de Gamonal para colocarlos en el perímetro del parque. «Durante todo el mes celebramos el noviembre verde», añadía la concejala Yolanda Herboso. El sábado 16 se impartirá un taller de plantas en el centro cívico, el domingo 17 se celebrará un mercadillo de segunda mano en el polideportivo y el viernes 22 los adolescentes recibirán una charla de Adefab. 

Los representantes de la corporación reconocían no haber tenido buenos resultados en  anteriores ocasiones: solo habían sobrevivido dos pinos del intento de plantar una muralla arbolada en el camino de la cañada, y de los 10.000 árboles sembrados en una finca municipal solo se salvaron 200. Sin embargo, no perdían la esperanza y no parecía importarles repetir la actividad las veces que hiciera falta. «Queremos dar vida a esta zona, teniendo las piscinas aquí al lado», alegaba Herbosa, que había diseñado unos diplomas para los voluntarios. 

A las doce y media de la mañana empezaron a acercarse con guantes y azadas los vecinos. Robles, encinas, hayas, avellanos y arbustos empezaron a pasar de mano en mano entre los pequeños del pueblo. En el equipo se encontraba Amélie Brown, una  pequeña arqueña de padre inglés y madre francesa que aterrizaron en esta localidad en 2013. «Todo lo que se organiza al aire libre, allí vamos», aseguraba su madre Marion, que se declaraba «enamoradade Castilla». 

Mientras tanto, tenía lugar una entrañable escena entre dos amigas que discutían sobre la plantación de un avellano. «Mi abuelo sabe mucho de esto», replicaba una dando por zanjado el asunto y dejando a su abuelo con las tareas más prácticas. Unos cavaban agujeros, otros trasladaban las especies árboreas y el resto vigilaba las creativas técnicas de los alevines, que memorizaron la ubicación exacta de su pequeña y prometedora aportación al jardín de su preciado parque.