Tras dos semana al ralentí, ha llegado el momento de la verdad. El de pasar de las conversaciones informales y de intuir lo que cada uno espera del otro, para sentarse a hablar ya de compromisos programáticos concretos, en lo que no habrá grandes problemas para ponerse de acuerdo, y para entrar a fondo en lo que es más importante (aunque siempre se trate de minimizar la importancia): en el reparto de responsabilidades en el potencial Gobierno de coalición. Tanto en el PP como en Vox son optimistas en esta recta final de la negociación, que ambas partes confían en que pueda cerrarse mañana o, a más tardar, el jueves. Lo que no quieren, admiten en ambas formaciones, es dejar flecos para el día del Curpillos.
Si en algo han insistido en Vox desde que se conoció el resultado electoral es que no quieren, bajo ningún concepto, que se repita la experiencia que vivieron hace cuatro años. Es decir, cuando la víspera del Pleno de investidura se sentaron con Cs a negociar y sus dos concejales, tras recibir instrucciones contradictorias por parte de su partido, decidieron obrar «en conciencia» y, votándose a sí mismos, facilitaron el Gobierno al PSOE de Daniel de la Rosa. Cierto es que contaban con el respaldo de su líder nacional, Santiago Abascal.
Hoy la situación es muy distinta a la de 2019. Y ya no solo porque entonces tenían que respaldar que el candidato de Cs,Vicente Marañón, fuera el alcalde de Burgos (fruto de un acuerdo del PP con los naranjas). En esta ocasión, en la ecuación solo están ellos y el PP y Martínez-Acitores ha manifestado que el «sentido común» dice que Cristina Ayala debe ser la próxima alcaldesa de la ciudad, y la líder popular, por su parte, ha defendido, además en reiteradas ocasiones, que la lógica impone la creación de un bipartito integrado por las dos formaciones del bloque de derechas.
A todo ello se suma que ambos coinciden en la necesidad de que se produzca un relevo a la Alcaldía y de arrebatar el Ejecutivo municipal al PSOE. Podría darse el caso de que únicamente Vox facilitara los votos para la investidura, pero ya han expresado que su modelo es el de Castilla y León (donde forman parte del Gobierno) y además asumirían el riesgo de que el PSOE a partir del 18 de junio ofreciera al PP ser su socio preferente y pasaran a ser irrelevantes.
(Más información, en la edición impresa de este martes de Diario de Burgos)