La DANA de Valencia ha puesto el foco en el daño que causan las riadas. Miranda no conoce la crudeza de este episodio, pero está acostumbrada a que el Ebro ocupe su espacio. Aún así, la ciudad puede verse más afectadas de lo que tradicionalmente lo ha estado y así lo refleja el Sistema Nacional de Cartografía de Zonas Inundables del Ministerio para la Transición Ecológica. En esos mapas, con una recurrencia de diez años, el azul tiñe el callejero en puntos como la calle Vitoria o el final de la de Logroño, donde el agua no ha aparecido en los últimos episodios.
Además, se incluye el peligro para todo el centro histórico -a ambos lados del cauce del río-, gran parte de la zona Ebro-Entrevías, casi todo el barrio de Anduva y el inicio de calles principales como República Argentina, Condado de Treviño, Alfonso VI o Arenal. El sistema no solo se queda en la probabilidad a diez años. También ofrece una estimación de las áreas con riesgo ante las avenidas extraordinarias cada 100 o 500 años.
En estos casos, la mancha azul se extiende mucho más. Según esta estimación, el agua correría en ambos por buena parte de la ciudad. Solo se quedaría libre una pequeña área del centro, al margen de los barrios más periféricos como Bayas, El Crucero o El Poblado de Los Ángeles. En el caso de la urbanización de El Lago, la zona inundable no cambiaría mucho respecto a lo que sucede en estos momentos, porque solo las viviendas más próximas al Zadorra se incluyen dentro de los puntos peligrosos.
Esta realidad provoca que la intranquilidad entre los vecinos aumente, mientras el Ayuntamiento de Miranda decide cómo actuar en este asunto. Sobre la mesa existe un proyecto diseñado por la Junta de Castilla y León, al que la administración local ha realizado varios apuntes. Aún así, hay aspectos por discutir dentro de una actuación para la que existen 4,6 millones de euros, financiados en un 80% por la Unión Europea y un 20% restante de responsabilidad municipal.
Mientras tanto, entre los vecinos admiten «que estamos con miedo, mirando al cielo y con cierta indignación por lo que ya vemos lo que está pasando en Valencia, donde todos se pasan la pelota», afirma Miguel Ángel Valderrama, residente en La Arboleda, donde al contrario de otros puntos existen casa bajas. En la riada de 2015 «a mi suegra tuvieron que sacarla en barca», rememora este vecino, quien lamenta que «uno o dos días antes ya veíamos que el río estaba subiendo», aunque al final hubo que actuar con rapidez. «Si viene una gran tromba de agua es inevitable que haya problemas, pero hay que poner los medios para mitigar los daños», recalca Valderrama.
Pablo Sevilla vive en Anduva donde preside la asociación del barrio. Esta es una zona de bloques de viviendas, en la que los daños se centran en los garajes. En su caso, recuerda con especial crudeza «la inundación de los ochenta, que fue la que aquí produjo más daños». De todas formas, reivindica que «estamos en una zona inundable, pero es muy importante el preaviso para actuar, porque nosotros por ejemplo ponemos protección para que no se nos inunde de repente», matiza Sevilla.
En el Casco Viejo, Eli Sardón añade que «las riadas cada vez son más habituales y eso no puede ser bueno para las estructuras de los edificios», por lo que demanda acciones para mitigar los daños.