La trampa mortífera de la carretera de Aguilar

R. PÉREZ BARREDO / Burgos-Aguilar
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Recorremos el tramo burgalés de la N-627, donde hace 10 días perdieron la vida dos personas tras un fatal accidente. El tráfico intenso, la velocidad y la sinuosidad de este corredor constituyen un peligro, con 20 fallecidos en 20 años

Los adelantamientos ‘justitos’ son frecuentes en esta vía. - Foto: Valdivielso

El tramo -cada vez más vetusto- de la ansiada autovía a Santander (A-73) es un puro espejismo: se esfuma en Quintanaortuño, donde de golpe regresa la realidad de una carretera con un solo carril por sentido. No es una vía cualquiera la N-627 que conecta Burgos con Aguilar de Campoo: desde hace años, al convertirse en la ruta principal de nexo con Cantabria, registra una altísima densidad de tráfico -buena parte de éste, además, es transporte pesado- y se trata de un corredor asaz sinuoso, con muchas curvas, cambios de rasante, intersecciones y travesías. Y es, por desgracia, una tumba vial que se cobra la escalofriante media anual de una vida: en los últimos veinte años, veinte personas han fallecido en violentos accidentes de tráfico en el tramo correspondiente a la provincia de Burgos, que son apenas 50 kilómetros entre Ubierna y Fuencaliente de Lucio. Hace tan sólo diez días que esta carretera mortal se cobró las dos últimas víctimas tras un impacto salvaje registrado a la altura de la localidad de Pedrosa de Valdelucio.

Una inadecuada velocidad, los despistes y el sueño están detrás de la mayor parte de los siniestros en carretera. Ajustarse a la máxima de 90 kilómetros por hora difícilmente se cumple: ya en la recta que separa Quintanaortuño de Ubierna la mayor parte de los conductores aún creen que están en la autovía que acaban de abandonar, si bien podría decirse lo mismo de los que circulan en dirección contraria; se trata de una recta donde es frecuente asistir a velocísimos adelantamientos, en ocasiones peligrosos. Durante la elaboración de este reportaje, mientras circulamos en dirección a Aguilar, asistimos a un par de esos que obligan a frenar e incluso a orillarse a quienes discurren de frente. Veremos muchos más a lo largo del recorrido. Es una estampa habitual de esta carretera.

Pasado Ubierna se halla el cruce en el que la vía se bifurca: hacia la derecha, la N-623, otrora la ruta tradicional para viajar a Santander y hoy convertida en un lujo para moteros amén de en una carretera puramente turística que apenas soporta tráfico. Es en San Martín de Ubierna donde la N-627 inicia su ascenso hacia la paramera, y es esta intersección uno de los puntos históricamente negros de la ruta: por más que las señales sean claras, los despistes, el azar y la imprudencia juegan malas pasada, sin contar con la velocidad con que se acercan a Ubierna los vehículos que en esa dirección descienden, resultando especialmente imponente cómo los hacen los camiones. La espera en el stop con que se encuentran quienes proceden de la N-623 se puede llegar a hacer eterna por más que exista un carril de aceleración previo a la incorporación en dirección Burgos, tal es la sensación que produce el tráfico procedente de Aguilar que se acerca a ese punto. Durante años, los vecinos de esta zona, sobre todo los de San Martín de Ubierna, reclamaron mejoras en este espacio. Se les dio largas con la excusa de que se estaba construyendo la A-73. Pero ese tramo aún está en obras. Este tramo ha registrado siniestros terribles, como el acaecido en 2013, cuando en un choque frontal perecieron tres personas. Uno de los vehículos implicados y peor parados estaba adelantando a un camión el momento en el que se produjo el impacto.

El pasado martes aún seguía varado el camión involucrado en el siniestro del día 22.El pasado martes aún seguía varado el camión involucrado en el siniestro del día 22. - Foto: Valdivielso

Desde ahí, en dirección Aguilar, el tramo hasta Montorio discurre más bien diáfano, si bien a la altura de esta localidad se han registrado no pocos accidentes; el último, en 2021, cuando un camión invadió el carril contrario y embistió a un turismo; el ocupante de éste falleció en el acto. Entre Montorio y Quintana del Pino hay prolongadas rectas en las que, sin embargo, no siempre está permitido realizar adelantamientos, entre otras cosas por los acentuados cambios de rasante. Es un tramo en el que esa maniobra se repite con frecuencia, como podemos acreditar durante nuestra travesía: varios vehículos nos franquean a una velocidad muy superior a la permitida; en algunos casos, los adelantamientos son dobles. Y hasta triples. El pueblo de Quintana del Pino lleva décadas sufriendo el denso tráfico y no pocos percances incluso en su propio caserío (en el año 2011, un tráiler impactó contra una casa, derribando buena parte de la misma; por fortuna, en el momento del siniestro no había nadie en su interior y sólo resultó herido el conductor del vehículo pesado).

En Úrbel del Castillo también se conoce de cerca la tragedia: varias vidas se han quedado en la carretera dentro de este término municipal, a partir del cual la vía se va haciendo más sinuosa en dirección a tierras palentinas. Hace tres años, en el kilómetro 36 una persona de 63 años falleció en el acto tras empotrarse el vehículo que conducía contra un camión. En el tramo que transcurre por los Tozos y Valdelucio los siniestros están igualmente a la orden del día. El último, de hecho, se produjo en Pedrosa de Valdelucio. Aún permanece, en la cuneta, clavadas las ruedas en una finca recién arada, el camión que se salió de su carril y embistió frontalmente al vehículo que en ese momento circulaba en sentido contrario. También están, sobre el asfalto, las ominosas marcas de las ruedas. En el momento de la elaboración de este reportaje, una cuadrilla de conservación de la carretera retiraba una de las señales que se vio afectada por el accidente. Cuando la camioneta circulaba junto al varado camión, pegada al arcén, los autores de este reportaje asistieron al adelantamiento en línea continua (prohibido hacerlo, claro está) que de este vehículo hizo un tráiler. Ni siquiera el mundo testigo de la última tragedia movió al transportista a la mínima prudencia. Por fortuna, ningún vehículo venía de frente.