En el Comunero de Revenga este ha sido el ‘verano de las neveras’. Con el bar-restaurante cerrado -nadie quiso hacerse cargo de la concesión- y el coronavirus al acecho, la zona recreativa que se encuentra entre la ermita y el poblado y la famosa necrópolis ha sido un refugio perfecto a la sombra de los pinos. Un enclave para escapar de la cruda realidad impuesta por la pandemia durante al menos unas horas.
Escape y pandemia son precisamente las dos palabras que han marcado el paso del equipo que desde su apertura, hace 12 años, gestiona para la Fundación Patrimonio Natural la Casa de la Madera, integrado por Miguel González y Ruth Casañas. «Obligados» a reciclarse al no poder repetir actividades «que sabes que funcionan», como los cursos de rastreo de fauna con los que cada temporada agotaban plazas, y condicionados por las medidas sanitarias y la limitaciones de espacios y visitantes, han dedicado casi tanto tiempo a pensar qué actividades ofertar como a desinfectar.
Y entre tanta madera han dado en el clavo, quizás con lo que menos esperaban. Hace unas semanas lanzaron una propuesta de scape room que les tiene desbordados. Asegura Miguel que reciben una veintena de consultas diarias -entre llamadas y correos electrónicos- para interesarse por esa actividad. «La gente se piensa que esto es una sala de escape pero no, se trata de un juego de iniciación», apostilla. Aún así, la mayoría no se desanima y reserva plaza para alguno de los pocos turnos que pueden ofertar, puesto que está limitado a 3 personas -5, en dos tandas, si son de la misma unidad de convivencia- y a los viernes por la mañana y fines de semana; además de que se precisa tiempo para desinfectar entre uno y otro grupo.
Palma Aparicio se unió al equipo hace un año. - Foto: F2EstudioNo muy diferente ha resultado la dinámica de este verano. «Se ha quedado mucha gente sin ver la Casa de la Madera», lamenta González, pese a que hace un año han incorporado al equipo a una tercera persona, Palma Aparicio. Antes de la covid-19, la entrada era libre y solo guiaban a aquellos grupos grandes con cita concertada. Ahora, han establecido un itinerario lineal para evitar que se crucen los visitantes y desde mediados de agosto los grupos están reducidos a 9 personas más el monitor. Con un máximo de 11 o 12 visitas al día, «hemos tenido que dejar a muchos fuera, no hay tiempo para más», insiste sorprendido porque, pese al obvio descenso de actividad, se han encontrado con más trabajo del que preveían al inicio de este atípico estío. «Nos han faltado las autocaravanas de franceses, holandeses y belgas», reconoce, pero a cambio han «conseguido enganchar a gente de la comarca» con el famoso scape room y con un juego que inventaron sobre los pelendones (pueblo celtibérico), con pistas ocultas a lo largo de los principales hitos del Comunero de Revenga. Parece fácil encontrar las pistas ocultas con las coordenadas pero «completarlo te lleva dos horas», avisa. Y del Pelendocaching «disfrutan más los adultos que los niños», se ríe. Ha sido otra alternativa a los talleres y actividades de voluntariado con los que no se han atrevido, por la dificultad de mantener a los niños sin contacto o desinfectar herramientas. No renuncian, sin embargo, a intentarlo y el viernes por la tarde probaron con una recogida de residuos en el río Torralba, en la que participaron integrantes de la Asociación Sierra Alternativa de Quintanar.
A falta de cerrar los datos de visitantes del verano, aproximadamente un 40% procede de Castilla y León, aunque también han tenido muchos madrileños y vascos. A diferencia de otras casas del parque y centros temáticos de la Fundación Patrimonio Natural, el otoño contribuirá a engrosar esa estadística, sobre todo si se confirma la esperanzadora temporada de setas que muchos ansían. «Como sea un buen año micológico, los puentes de octubre y noviembre son muy concurridos», confirma Miguel González, que prevé inaugurar en noviembre una exposición sobre una afición cada vez más popular, que también mueve turismo.
En previsión, acaban de inaugurar en Telegram un canal para divulgar la ingente diversidad micológica del Comunero, bautizado como ‘Revenga, un año de setas’, en el que publican las fichas de las especies que vayan viendo aparecer por los alrededores. En julio pusieron en marcha otro sobre turismo, en el que además de propuestas el visitante se puede descargar folletos y mapas. «Así contribuimos a reducir el uso de papel», recalca.