Aquel desfile de los 8.500 soldados

G.Arce / Burgos
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La ciudad, con el apoyo unánime de todos los grupos municipales, ha pedido a Defensa volver a ser sede del Día de las Fuerzas Armadas en 2025, una cita que acogió en 1983 y que fue una de las más multitudinarias que se recuerda

El sentido del gran desfile fue hacia Gamonal. - Foto: Fede (Archivo DB)

La celebración del Día de las Fuerzas Armadas en la última semana de mayo de 1983 -que Burgos aspira a repetir 42 años después, en 2025- fue uno de los grandes acontecimientos de la ciudad en los años 80 y forma parte del recuerdo imborrable de varias generaciones de burgaleses por su gran espectacularidad, por la presencia de las cámaras de Televisión Española (muy novedosa entonces) y por cómo se vivió y se disfrutó, sobre todo, el desembarco de miles de jóvenes militares uniformados integrantes de todos los ejércitos y procedentes de diferentes rincones de la geografía española. 

En realidad, no fue un solo día sino una semana entera cargada de actos cuyo fin último fue fortalecer los lazos entre las Fuerzas Armadas y la ciudadanía, representada en Burgos. Entonces, la ciudad era la cabecera de la VI Región Militar, a la que pertenecían las tres provincias vascas y las que denominaban Santander, Logroño y Pamplona. Al mando estaba el teniente general Juan Antonio Vicente Izquierdo. 

De aquella cita, que coincidió en el tiempo con el inicio de la celebración del Mil Cien Aniversario de la Ciudad de Burgos, queda el monumento a las Fuerzas Armadas en el arranque de la avenida de la Paz (entonces General Yagüe), obra firmada por Juan de Ávalos (como la estatua ecuestre de Diego Porcelos) que la ciudad promovió en homenaje a los tres ejércitos y que fue inaugurada por los reyes Juan Carlos y Sofía, el príncipe Felipe y las infantas Elena y Cristina, con la presencia de Felipe González, como presidente del Gobierno, y Narcis Serra, como ministro de Defensa, entre otras autoridades. 

Aquel desfile de los 8.500 soldadosAquel desfile de los 8.500 soldados - Foto: FEDEEl recientemente desaparecido José María Peña San Martín ejerció como alcalde y anfitrión de tan ilustres invitados. A su lado, Demetrio Madrid, presidente de la Junta de Castilla y León que empezaba a dar sus primeros pasos desde el Palacio de la Isla. 

Aquella jornada también se descubrió la placa inaugural del conservatorio de música Antonio de Cabezón de Las Bernardas, edificio que albergaba una extraordinaria exposición de soldaditos de plomo, miniaturas, uniformes y banderas que hizo las delicias de los más niños. 

En realidad, fueron días muy divertidos y con muchos focos de atracción para grandes y pequeños. Hubo un campeonato hípico en la Deportiva, conciertos de música militar en los templetes, cine juvenil militar, descenso de paracaidistas en pleno río Vena y una exposición de los carros de combate, camiones, motos, helicópteros y todo tipo de equipos bajo los chopos de La Quinta (donde antes se ubicaban las barracas) que protagonizarían el desfile con el que se cerró aquella semana de caqui. 

Antes de llegar a ese gran momento, muchos escolares disfrutaron de un día en el puerto de Santander visitando todos los rincones y los cañones y los antiaéreos del viejo destructor 'Lepanto', de origen norteamericano, y de varios buques de la Armada. Incluso hicieron salidas por la bahía de la capital cántabra acompañando a los marineros y los oficiales. 

También hubo jornada de puertas abiertas en el aeropuerto de Villanubla, en Valladolid, donde se pudo visitar el interior de varias aeronaves que surcarían el cielo de Burgos en el gran desfile que cerró las conmemoraciones. 

Incluso en el páramo de Masa se desarrolló un simulacro de maniobras militares en las que lo más espectacular fue el paso ensordecedor de los cazabombarderos supersónicos F-4 Phantom, que muchos chavales solo habían visto en las películas de guerra. 

La bandera en caballería. Uno de los momentos para el recuerdo fue el homenaje a la Bandera de España en el aparcamiento de Caballería, lo que hoy ocupa todo el Complejo de la Evolución Humana y que también fue sede uno de los primeros mítines sindicales de la democracia. En mitad de este gigantesco solar se ubicó una gran bandera, que estuvo rodeada por representantes de todos los ejércitos y de las cinco autonomías implicadas en la VI Región Militar: País Vasco, Navarra, La Rioja, Cantabria y Castilla y León. 

Fue un acto de una gran solemnidad y que tuvo un gran impacto en las imágenes de televisión, con la Catedral dibujándose en el horizonte al atardecer. 

La Familia Real concluía una intensa jornada en Burgos: visitaron el Palacio de la Isla (sede de las instituciones de las Comunidad Autónoma de Castilla y León), Las Huelgas, inauguraron el MC Aniversario de la Ciudad, el monumento a las FAS y el conservatorio de Las Bernardas, la bandera... 

Casi tan espectaculares como los homenajes y las formaciones era ver a cientos de jóvenes militares en cuadrillas por El Espolón, la Plaza Mayor, La Flora y las Llanas con el uniforme de legionarios, de marineros, de regulares, de aviadores, de la Guardia Real, de paracaidistas, de guardias civiles... Riendo, bebiendo, improvisando cánticos y bailes... La ciudad fue una auténtica fiesta de bares y terrazas llenos. 

Desfile. La jornada del gran desfile, el domingo 29 de mayo de 1983, amaneció y transcurrió nublada, no solo por el tiempo, sino por los acontecimientos. Estamos en los años de plomo del terrorismo y justo cuando se izaba el sábado la bandera en el aparcamiento de Caballería, dos guardias civiles morían asesinados por ETA en Pamplona. Además hubo varias amenazas de bomba y explosiones. 

Antes de presidir la parada militar desde una tribuna de honor colocada en la glorieta de Logroño (frente a la gasolinera), el Rey Juan Carlos tuvo que desplazarse hasta la capital navarra para dar las condolencias a las familias de los fallecidos. Le acompañó el ministro del Interior José Barrionuevo. 

Las nubes fueron las protagonistas del desfile, que transcurrió a lo largo de la calle Vitoria, pero en sentido hacia Gamonal, partiendo de la plaza del Rey San Fernando. De allí vino la Familia Real, entonces don Juan Carlos, doña Sofía, el joven príncipe Felipe y las infantas Elena y Cristina, escoltada por los jinetes de la Guardia Real. 

El guion determinaba que la agrupación aérea abriría el acto, pero la niebla en diversos puntos de la geografía local impidió la presencia de los aviones a su hora ante el desconcierto de las miles y miles de personas que abarrotaban todo el recorrido. 

A falta de aviones y helicópteros, comenzó el paso de la agrupación mecanizada, integrada por más de 400 vehículos de ruedas y cadenas, 120 de ellos acorazados. Espectacular el paso de los carros de combate y de las 36 piezas de artillería. 

Tras el ruido de los motores, desfilaron en perfecta uniformidad 8.500 soldados de un amplio abanico de unidades al son de las marchas militares. El tiempo permitió que, mientras sobre el asfalto pasaban cientos y cientos de hombres, en el cielo aparecieron, por fin, los cazabombarderos F-4 Phantom, los Mirage III, los F-I, los F-5, los Harrier de la Armada y los reactores C-101. Procedentes de las bases de Manises, Albacete, Morón, Talavera, Villanubla o Rota, en formaciones de rombo, surcaron la calle Vitoria hacia Gamonal con un ruido ensordecedor y sobrecogedor. Los pelos de punta...

Se vieron los grandes aviones de hélice, los Caribú, los Hércules, los Orion... y también los diferentes tipos de helicópteros venidos desde la base riojana de Agoncillo. 

Flores. El momento más emotivo fue el paso de las diferentes unidades de la Guardia Civil, algunas de ellas radicadas en el País Vasco y Navarra, que desfilaron bajo un baño de flores que se lanzaron desde los balcones de la sede de la Benemérita en la glorieta de Logroño. 

Como no podía ser de otra manera, la parada terminó con los legionarios del Tercio Duque de Alba, con sede en Ceuta, que recorrieron la calle Vitoria a 140 pasos por minuto bajo los aplausos de un público al que le encantó su visita, su vitalidad, su fanfarronería y su carnero.