Las crónicas de aquel 16 de noviembre de hace diez años recogieron que fue un guarda jurado de la fábrica quien dio la voz de alarma a eso de las 6 de la mañana. Una veintena de trabajadores de Campofrío que habían comenzado el turno en la sección de loncheado se dirigieron hasta la zona del recinto más pegado a las vías del ferrocarril alertados por el humo que salía de ese sector. Entre los empleados y el personal de mantenimiento trataron de sofocarlo con los medios que contaba la planta, pero los esfuerzos fueron baldíos. También los de 60 efectivos de Bomberos que acudieron al aviso minutos después. Tras horas de incansable trabajo, todo un emblema de la ciudad se redujo a escombros y ceniza. Sólo se salvó un secadero de jamones y un depósito con miles de litros de amoniaco que podría haber convertido aquello en una tragedia mayor.
A la misma hora en la que el servicio de seguridad de la fábrica dio la voz de alarma, una trabajadora de Bridgestone que volvía hacia su casa por la circunvalación también avistó el humo y dio el aviso a la Policía Nacional. Simultáneamente, agentes del cuerpo municipal se percataban de que un accidente al que habían acudido había sido a causa de la baja visibilidad por la nube negra que provenía de la planta de la calle La Bureba. Todo se precipitó sobre las 6:39 horas, cuando el servicio de emergencias 112 de Castilla y León trasladó el aviso a los Bomberos, que en un principio acudieron con un camión ante el desconocimiento sobre la magnitud del siniestro.
Una vez allí, los diez efectivos del parque municipal comenzaron los trabajos de extinción en la zona más cercana a las vías del tren, pero las llamas avanzaban con demasiada rapidez por el techo y los muros por dos razones: porque los aislamientos que recubrían la estructura de la fábrica eran de un material altamente inflamable y por el hecho de que la planta no estuviera dividida en sectores, lo que impedía acotar los daños.
Fue entonces cuando llegaron refuerzos. Se organizó el turno con un retén por si ocurría otro siniestro y el resto de efectivos, algunos incluso en su día libre, se fueron a Campofrío a ayudar a sus compañeros. Más de 60 bomberos trataron en primer lugar de hacer una barrera contra el fuego desbocado. No pudieron. Lo intentaron a continuación liberando el oxígeno para que el humo saliese hacia arriba. Cortaron con radiales los techos, pero el incendio seguía devorando sin piedad la fábrica.
El jamón cocido es uno de los productos estrella de la Nueva Bureba. - Foto: Miguel Ángel Valdivielso...
771 EMPLEOS DIRECTOS EN LA ACTUALIDAD
La Nueva Bureba es, sin lugar a dudas, el proyecto industrial más extraordinario y modélico de la historia contemporánea de Burgos y, por extensión, de Castilla y León y España. Surgió, literalmente, de las cenizas del incendio del 16 de noviembre de 2014, se construyó en el tiempo récord de 2 años tras una inversión de 225 millones. Hoy es una de las plantas cárnicas más modernas, seguras y productivas de Europa. El conocido como 'Proyecto Fénix' ha sostenido en el tiempo -aunque fuese necesario un ERTE durante la construcción- a 771 trabajadores (incluyendo jubilados parciales), a los que se ha formado y cualificado para gestionar y mejorar en continuo unas instalaciones altamente automatizadas.
La fábrica ocupa 99.000 m2 (equivalente a 13 campos de fútbol) en el polígono de Burgos Este, donde se reparten cinco edificios independientes, anexos a Jamones Burgaleses, la única planta que se salvó de las llamas. En tres de estos edificios se elaboran 50.000 toneladas/año de cocidos, curados y loncheados de cerdo y de ave -en líneas independientes- con destino al mercado nacional (grandes superficies y mercado tradicional) e internacional (Europa y terceros países).
En el interior del complejo se desarrollan cuatro grandes operaciones:logística interna, cocidos (en Burgos se fabrican todos los productos de esta gama de Campofrío), curados (rojos, sartas, fuet, salamis y blancos), loncheados cocidos y curados y expediciones.
Cada día de la semana recibe una media de 20 camiones con materia prima y aprovisionamientos, principalmente de su primer proveedor que es Campofrío Frescos, el matadero de Villalonquéjar. Expide el mismo número de transportes con mercancías que se gestionan en el gran centro logístico que Campofrío tiene en Villalonquéjar, para su distribución final por España y parte de Europa.
La compañía cárnica, propiedad de Sigma, filial alimentaria de la corporación mexicana Alpha, da empleo en Burgos a 1.673 trabajadores de los 3.007 que componen Campofrío Food Group, el 55% de la plantilla en España.
Luis Alberto Sanz, director de la Nueva Bureba, recuerda que la última semana de 2016 salió el primer producto de la planta para su comercialización. A mediados de 2017 estaba en pleno funcionamiento, lo que supuso la activación total un complejo industrial (las 24 horas del día, de lunes a sábado) en el que la automatización impera en la mayoría de las líneas, especialmente en cocidos y curados.
«Salvo en puntos muy concretos, los operarios nunca tocan la materia prima», explica el director de Recursos Humanos,Eduardo Miguel. Además de las ventajas ergonómicas, higiénicas y de limpieza, de reducción de cargas y rutinas de trabajo que ha supuesto la entrada de la robótica, también ha implicado la cualificación y la participación de los trabajadores en los procesos de mejora continua.
(Más información sobre el siniestro, los protagonistas y la situación actual, así como entrevistas al actual CEO y al expresidente Pedro Ballvé, en 16 páginas en la edición impresa de este sábado de Diario de Burgos)