A falta de niños, los pintamos

P.C.P. / Contreras
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Contreras lanza un ingenioso grito contra la despoblación, también la estacional, con ayuda de la artista murciana Cari Escudero, que insufla vida y color a las paredes del pueblo y creará un mural en las escuelas

Cari Escudero se ha trasladado de San Pedro del Pinatar (Murcia) a Contreras para colaborar con el Ayuntamiento y realizar otros encargos en la zona. - Foto: F2 Estudio

Segunda temporada de Verano Azul. Con Chanquete muerto y el barco desguazado, Tito espera reencontrarse al menos en Nerja con su inseparable amigo, Piraña. Sin embargo, los padres de Manolito, Cosme y Nati, tienen que cuidar de la madre de ella, que está muy mayor, y no hay vacaciones. A lo mejor Tito se aburre. Tampoco va Javi, porque el cabeza de familia quiere probar en la Marbella de la jet, y Pancho se ha echado novia en Almuñecar. A lo mejor Quique también se queda enMadrid y Desi va de interrail con unas amigas. A lo mejor Bea se siente sola. A lo mejor es un verano en blanco y negro. 

Los veranos de Erkuden Hortigüela, sin embargo, nunca perdieron el color. Lo mismo se fabricaban la balsa de Tom Sayer que se marcaban un 'No nos moverán' con los tubos de la concentración parcelaria. Iban a Covarrubias a bañarse al río, a Barbadillo en bicicleta -propia o de paquete- y no hacía falta ni internet ni reloj para perder la noción del tiempo. «No nos aburríamos nunca», recuerda feliz y nostálgica la concejala de Contreras, convencida de que no hay mejores recuerdos de infancia y adolescencia que los forjados en un pueblo. Sin embargo hoy, en el suyo, no sale de ninguna casa el grito de guerra de las abuelas, ¡A cenaaaaar!, y en la pista un solo balón golpea la pared machaconamente, con una cadencia deprimente. «Este julio era el escenario de un enero frío», describe, para lamentar que sus sobrinos no puedan disfrutar de las vivencias que a ella le dio la pandilla y que los hijos del alcalde, su primo David, sean los únicos que viven allí todo el año. 

Reflexiona Hortigüela sobre la raíz de este cambio de tendencia.«No es que no haya niños, es que no hay gente», porque los mayores se han ido del pueblo y están en residencias o cuidando de los nietos, sus hijos trabajan y el mes de vacaciones hay que repartirlo entre dos pueblos, la playa, el viaje al extranjero... Como concejala, también se resiste a que Contreras se quede reducido a lugar de paso camino al turístico cementerio de Sad Hill.Así que a esta mente inquieta, forjada durante aquellos veranos, se le ocurrió durante un viaje a Murcia una forma de llamar la atención sobre un problema que se revela ahora en toda su crudeza. Y a falta de niños, los pintan como reclamo.

A falta de niños, los pintamosA falta de niños, los pintamosSon niños sin cara, pero con mucha vida. Cari Escudero firma sus coloridas siluetas. Parece como si los sillares de piedra estuvieran a punto de echar a correr hacia las eras. «Me gustó mucho la idea porque era una forma diferente de darle un poco de vida y de crear algo diferente en un pueblo tan chiquitito. No se suele ver algo así», explica la artista afincada enSanPedro del Pinatar, que se ha establecido estos meses en la localidad burgalesa y compagina el trabajo para el Ayuntamiento de Contreras y la Asociación de Amigos con algunos encargos privados de muralismo y decoración exterior como de interiores. «Le piden mucho habitaciones de niños y piscinas, para que no queden los muros en blanco», apunta Hortigüela, que agradece la disposición de la artista para venir a Contreras, cuando muchos profesionales no quieren desplazarse a pueblos pequeños, por bien que se les pague.«Ni un electricista te viene para una hora», lamenta. 

La mayor dificultad para la artista reside en «meter la pintura en los surcos de las piedras y la arena», un esfuerzo que al final se torna en una «experiencia divertida» porque «la gente de aquí es muy, muy acogedora» y vencida la extrañeza inicial, enseguida se interesa por su trabajo. «A medida que ella iba pintando se le iba acercando a toda la gente y ella se quedaba alucinada porque aquí la gente es como una gran familia y eso le llamó mucho la atención», explica Erkuden.

Además de pintar niños por las esquinas, Cari Escudero va a realizar un mural colaborativo en las antiguas escuelas donde quiere recordar a la última generación que estudió allí, aunque no les está resultando fácil conseguir fotos de aquellos alumnos. 

Hasta ahí llega el presupuesto. «Si conseguimos más fondos haremos más, pero es que tampoco tenemos mucho dinero», asume la concejala, a quien le importa más abrir con este reclamo una reflexión sobre la despoblación, incluso esta nueva modalidad estacional, del Burgos rural, pero que también busca demostrar cómo en los pueblos pequeños se las ingenian para hacer cosas originales sin recursos. Y si no hay dinero, se pinta.