A Pedro Ballvé solo le quedan los recuerdos felices de aquel trágico episodio que marcó sus últimos tres años al frente Campofrío, la compañía que fundó su padre José Luis en el barrio de Capiscol en 1952, hoy en manos del grupo Sigma. Suyo fue el compromiso firme, en estrecha colaboración con los socios mexicanos, de reconstruir la fábrica en su ciudad natal cuando aún humeaban las ruinas de la vieja Bureba y nunca ahorró esfuerzos ni ánimos para trasladar a los trabajadores y a sus familias la confianza en que todo volvería a ser como antes. «Nunca tuve ninguna duda, ni nunca hubo una marcha atrás para convertir esta tragedia en una oportunidad y construir la fábrica más moderna del mundo».
Desde su residencia en Madrid, ya con la presidencia de Campofrío en la distancia (que abandonó en el verano de 2017), Ballvé rememoraba esta semana con entusiasmo aquel «renacer de las cenizas» de hace una década, un episodio en el que demostró su fama de emprendedor de raza y su implicación absoluta con una empresa que presidió más de 30 años. «Si no se hubiera hecho una fábrica mejor y más moderna, si no se hubieran asegurado y mantenido todos los puestos de trabajo y si no se hubiera vuelto a hacer la inversión que se hizo, los recuerdos serían muy malos, pero hoy son buenos todos».
El incendio nos enseñó que hay que mirar siempre hacia adelante, mirar al futuro con optimismo, con ánimo y con esfuerzo»
Pedro Ballvé, esta semana en su lugar de trabajo de Madrid. - Foto: Juan Lázaro
El empresario burgalés, rememora, tuvo muy pronto claro que aquel 16 de noviembre se enfrentaba a un siniestro total y que no se podría recuperar nada de la fábrica más importante de su compañía. «Reunimos un comité de crisis en Madrid. Luego cogí el coche y fui para Burgos. Le pedí a Miguel Ángel Ortega Bernal (su mano derecha y uno de los coordinadores del Proyecto Fénix) que reuniese al comité de empresa de la fábrica en Carnes Selectas [hoy Campofrío Frescos]. Allí estuvimos dos horas juntos. Les pregunté cuáles eran las mayores preocupaciones que tenían y me transmitieron dos: Una, que la fábrica se pudiera volver a hacer en Burgos y que no se fuera a ninguna otra provincia o a ningún otro país. Entonces había lo que llamaban el 'efecto frontera', todas las comunidades autónomas, incluso los países, luchaban por atraer inversiones. El comité pidió, en segundo lugar, que se mantuvieran todos los puestos de trabajo».
Como es sabido, el directivo asumió aquellas peticiones y compromisos como propios, incluso a través de estas mismas páginas. «A los dos años se cumplieron simbólicamente con la presencia del rey Felipe. Fue muy emocionante la colocación de la primera piedra. Aquel día fue muy especial para mí porque, de alguna forma, los trabajadores pudieron ver que aquello que yo les dije ya arrancaba».
Y fue, subraya, un esfuerzo «extraordinario». «El incendio provocó que hubiera una unión entre todos los accionistas, los directivos, los empleados, los miembros del comité de empresa, los proveedores, los clientes, los consumidores... Recuerdo especialmente la solidaridad de Burgos durante aquellos meses con toda aquella incertidumbre, una solidaridad parecida a la que estamos viendo estos días con la DANA en Valencia».
«Son recuerdos vividos muy íntimos y muy buenos. Yo vi taxistas con el cartel en la puerta de sus coches de 'Solidaridad con Campofrío', la pancarta que había en el balcón del Ayuntamiento...».
Conservo recuerdos muy íntimos y muy buenos de la solidaridad de Burgos en aquellos momentos de gran incertidumbre»
Al empresario también le emocionan aquellos clientes que comprendieron la situación. «El stock de productos de La Bureba se agotó al mes o mes y medio del incendio, y eso que fabricábamos mucho. Fui a ver a clientes y me dijeron: 'Sabemos que vais a tardar en volver a traernos producto, pero aquí os guardaremos el sitio de los lineales que os corresponden y, cuando tengáis la fábrica otra vez en marcha, aquí tendréis vuestro sitio como habéis tenido hasta ahora'. Oye, que te lo diga un cliente es tremendamente emocionante...».
«El gran reto que tuvimos fue el no perder los kilómetros de lineales que teníamos en los supermercados, en las tiendas, en los hipermercados. Fue un trabajo ímprobo de nuestros departamentos técnicos y de calidad. Tuvimos que buscar proveedores en España y fuera de España, para que nos volvieran a fabricar, aunque fuera en formatos diferentes, nuestros productos con nuestra marca. Y tuvimos casos excepcionales de comportamientos muy buenos de empresas españolas y también de algunas extranjeras en Portugal, en Francia, en Bélgica, en Holanda...».
ERTE gigantesco. El expediente de suspensión de Campofrío fue también extraordinario e histórico por su tamaño. Nada más y nada menos que 774 trabajadores quedaron de golpe en la calle y sin lugar de trabajo. «Conseguimos que prácticamente el 100% de la plantilla tuviera un ERTE durante dos años y cobrando prácticamente el 90% del salario de que cobraban antes del incendio». Ayudó mucho, recuerda, la Junta, resaltando el papel y el trabajo de su presidente entonces, Juan Vicente Herrera; de la consejera de Agricultura, Silvia Clemente, y del de Industria, Tomás Villanueva.
«Se comportó muy bien Fátima Báñez, de la que tengo un gran recuerdo. Ella era ministra entonces de Trabajo. Puso en marcha todo lo relacionado con lo que tenían que ser las condiciones de un ERTE que se aprobó por parte del Gobierno, un ERTE de grandes dimensiones».
Hubo comportamientos excepcionales de empresas españolas y europeas con campofrío ante la situación a la que nos enfrentábamos»
Mirar al futuro. Los narrados y muchos más son logros, apunta el empresario, que dejan una gran lección para todos. «El incendio nos enseñó que hay que mirar siempre hacia adelante, mirar al futuro con optimismo, con ánimo, con esfuerzo y sacar siempre de lo que miras hacia atrás las conclusiones positivas. El mensaje que lanzo a los trabajadores es que Campofrío ha sido una gran marca y seguirá siendo una gran marca en función de todo el esfuerzo, la ilusión, el trabajo y la lealtad que pongan los que componen la plantilla. Eso es lo que les puedo decir ahora».
Y, ¿a Burgos, 10 años después? «Tiene un desarrollo industrial muy importante, pero con las nuevas tecnologías veo cómo se empiezan a construir y a llevar inversiones de grandes multinacionales en centros de datos a Zaragoza o a Madrid. Burgos debe esforzarse para no perder el camino de la tecnología, de la IA, de las redes..., ese es el futuro para los próximos 50 años».