En su búsqueda de las mejores maderas del mundo, Ismael Andrés Golvano se implantó en Ucrania hace veinte años, en 2001. Conoció la calidad y el volumen de sierra del roble ucraniano en su serrería de Polonia y no dudó en dar el salto al país vecino, un verdadero paraíso forestal al otro lado de la frontera. «Primero empezamos trayendo troncos a Polonia y al poco tiempo montamos nuestra propia serrería, que ha estado operativa en Lviv hasta hace apenas año y medio. La cerramos obligados por la nueva ley forestal implantada en el país, que nos impedía serrar...».
Lviv, junto a la frontera polaca, es la zona más ucraniana de un país que ha vivido constantes movimientos poblacionales y fronterizos, que tiene muy presente el gran sufrimiento padecido durante las dos guerras mundiales y que nunca ha sido ajeno a la influencia y el yugo de la vecina Rusia y, anteriormente, de la URSS. Así, aclara este empresario maderero burgalés, la población se divide hoy entre ucranianos y prorrusos, y esa diferencia marca el día a día, la convivencia e incluso la conversación entre unos y otros.
La serrería burgalesa en Lviv fue un éxito: se compraba la madera en el monte, se cortaba y se secaba en la planta y se exportaba en camiones a España, a Gran Bretaña, a Holanda y a un amplio abanico de mercados europeos. Polonia se empleó como almacén logístico para el resto del continente. El roble ucraniano es una madera de gran calidad, muy valorada en carpintería, fabricación de muebles y suelos.
«Ucrania es el lugar de Europa donde más y mejor madera hay, sobre todo, en especies frondosas (roble, haya, fresno, abedul o maple). Es un paraíso donde todavía queda volumen y madera gruesa. Se les puede criticar por muchas cosas, pero cuidan muy bien sus montes y repueblan muy bien. Su problema es la burocracia...», recuerda el hoy dueño Comader, el almacén ubicado en el Alto La Varga que, tras la crisis del Grupo Maderas Ureta, se ha convertido en uno de los principales distribuidores al por menor de madera de Burgos, así como de maderas seleccionadas del Este europeo.
Hasta hace año y medio, la madera en Ucrania se compraba a las empresas forestales locales del país, «ahora se hace todo a través del Estado, que se preocupa más de mandar trenes en rollo a Japón, China o India. Además, con la covid, que ha sido muy dura allá, el monte lleva dos años parado...».
El trabajo e incluso la vida en Ucrania ha sido perfectos hasta hace poco tiempo. «La tensión fuerte en el país se produjo hace nueve años, cuando se les prometió a los ucranianos que iban a ser parte de Europa, que ya no habría más sometimiento a Rusia. Recuerdo aquellas manifestaciones masivas en la plaza Euromaidán de Kiev [con más de un millón de personas]. Rusia tosió y los europeos dejamos vendidos a los ucranianos. Mucha gente todavía te lo echa en cara: Europa les traicionó...».
Todos los días, a las 8 de la mañana, se da a conocer el parte de guerra, con los heridos y muertos en la frontera norte. En el aserradero, recuerda Ismael, se empleaban a 25-30 personas, muchos de ellos jóvenes que iban a la guerra en el norte durante 6 u 8 meses por obligación. El 80% de los jóvenes han estudiado carreras militares. «La empresa estaba obligada a mantenerles el sueldo, aunque no estuviesen. Los obreros del aserradero realizaban colectas para ayudar a las familias afectadas».
Tensión. Después de más de 20 años de relación, este empresario (galardonado con el FAEde Oro en 2008) atesora una gran estima al país y mantiene un gran concepto del ucraniano, un ciudadano muy orgulloso de su nación, trabajador serio y responsable, aunque el abuso con el alcohol es un problema entre los trabajadores de más edad.
Ante el ruido de los tambores de guerra, en las últimas semanas se han sucedido las llamadas telefónicas desde Burgos a amigos y conocidos. «Están muy nerviosos, sobre todo en la zona norte, porque piensan que les van a invadir. Esperan a los rusos o bien por el norte o por Crimea... Antes se decía popularmente que la guerra con Rusia se acabaría cuando se les acaben las bombas viejas. No ha sido así...».
De sus conversaciones con Ucrania, a Ismael no le queda claro qué es lo que va a ocurrir en las próximas semanas. «Unos creen que es una simple maniobra de Putin; pero otros consideran que con tal movimiento de tropas, Rusia quiere algo gordo de la presión que está haciendo. También hay quien está convencido que Putin quiere Ucrania en Rusia, quiere su cereal, su gas que aún no está explotado y todos sus recursos naturales porque estamos ante un país rico».
Esta crisis militar coincide con la crisis mundial de suministros, también de madera. «Si siempre el problema habían sido los precios, ahora no hay madera suficiente para lo que demanda el mercado. Nadie habla de precio, solo quieren suministro». Hasta hace pocos meses, uno de los grandes compradores era Estados Unidos, ahora es China, Japón, La India y, sobre todo, Vietnam, «que se ha convertido en la segunda fábrica del mundo».
Rusia es, además, el mayor exportador del mundo de coníferas «y Putin ha anunciado que va a prohibir la exportación de tronco. El 30-40% de la madera que se sierra en Suecia y Finlandia es rusa. Si Putin no exporta un tronco más, tendremos un problema gordo...».
Desde su almacén en el Alto La Varga, Ismael confía en que la diplomacia evite la guerra. No son tiempos fáciles para la globalización, reflexiona, pero el mercado y sus oportunidades siempre estarán ahí. «En el momento que cambie la ley forestal y pueda haber madera volveremos a arrancar las sierras en Ucrania».