La portada principal de la catedral, la orientada hacia occidente, estaba dedicada a la Virgen María. El parteluz de su puerta central se encontraba presidido por una gran imagen de la titular del templo, como lo atestigua, por ejemplo, el testamento del canónigo Pedro Corral (11 de marzo de 1391), en el que dispuso ser enterrado en la sepultura que el cabildo le había concedido «delante de la imagen de la Virgen María, ante la puerta del Rey». La de puerta del Rey o puerta Real fue la denominación más común y más antigua que recibió la puerta mayor de la catedral. Se debe a que por ella entraban los reyes al templo. Así se recoge ya en un documento de 1257: «…la puerta mayor de la iglesia, por donde entran los reyes en procesión». Sin embargo, a partir del siglo XVIII, la denominación que impera en los documentos es la de puerta del Perdón. Tal nombre responde al hecho de que por ella se ganaban los perdones o indulgencias.
Primeras intervenciones
Las duras condiciones climáticas a las que estaba expuesta la fachada principal de la catedral provocaron a lo largo de los siglos importantes daños en su portada. De esta manera tan gráfica lo explicaba Manuel Martínez Sanz en su Historia del templo Catedral de Burgos (1866): «El viento ábrego azota violentamente esta fachada y arroja con ímpetu sobre la parte inferior de ella las aguas que vierten los canalones que están en la parte superior. El agua que se introducía en los poros de las piedras se helaba y a esto se atribuía el quebrantamiento de muchas piedras del primer cuerpo y el grande estrago que con el tiempo sufrieron los relieves, estatuas y demás adornos». A esto hay que añadir que, hasta la segunda mitad del siglo XVII, hubo casas frente a la fachada de Santa María, a pocos metros, hecho que sin duda dificultaría el secado de la piedra de su portada.
La triple portada en su estado actual. - Foto: Alberto RodrigoLa primera intervención de entidad en la portada de la que tenemos constancia data precisamente de la segunda mitad del siglo XVII, cuando se transforman las puertas laterales. En 1663 se desmontan sus tímpanos góticos y se sustituyen por otros barrocos (los que se conservan en la actualidad), decorados con relieves del escultor cántabro Juan de Pobes. Los nuevos tímpanos respetaron la temática mariana de la fachada; en la puerta norte aparece la Asunción de la Virgen, y en la sur la Inmaculada Concepción. Al año siguiente, el cabildo decidía, a propuesta del fabriquero, abrir un óculo en cada puerta lateral con la finalidad de mejorar la iluminación de las naves de la iglesia.
Un siglo más tarde, el estado de las esculturas de la portada debía de ser bastante lamentable, ya que, en 1753, el cabildo ordenaba el desmonte de algunas de ellas debido a que corrían el riesgo de fragmentarse y dañar a alguien. Y en el cabildo ordinario del día 18 de noviembre de 1768, la corporación capitular acordaba actuar en la estatuaria de la portada tras la voz de alarma dada por el fabriquero del templo sobre su mal estado: «El señor fabriquero dio cuenta de que la fachada de la puerta principal padece alguna ruina en las estatuas, ocasionada de las continuas aguas y vientos y por su mucha antigüedad, y que se hacía preciso ocurrir con prontitud a su remedio».
Un valioso documento
Afortunadamente, gracias a un grabado publicado por Enrique Flórez en el tomo XXVI de su España sagrada (1771), sabemos cómo era el aspecto original de la primitiva portada occidental de la catedral. En ese valioso documento, las puertas laterales ya presentan las reformas barrocas anteriormente comentadas, pero la puerta central parece conservar la fisonomía gótica. Su tímpano posee la misma estructura que los de las portadas del Sarmental y de la Coronería, con dos partes bien diferenciadas. Varias descripciones del siglo XVIII concretan los temas que se representaban en cada una de ellas: la Dormición de la Virgen en la zona inferior, y su Coronación en la superior. También se aprecia en el grabado el parteluz con la imagen de la Virgen con el Niño que dividía la puerta en dos accesos.
Dos niveles de arquerías ciegas se extendían a lo largo de las jambas y de los muros frontales de la portada dando unidad al conjunto. La arquería superior cobijaba, tanto en las jambas como en los muros, estatuas de gran tamaño. Sobre cada tramo frontal de esta segunda arquería se disponían arcos dobles con estatuas. Dos de esos arcos dobles, los centrales, constituyen la única decoración que se ha conservado de la antigua portada, aunque ocupados en la actualidad por cuatro estatuas barrocas que representan a Alfonso VI y al obispo Asterio (derecha) y a Fernando III y al obispo Mauricio (izquierda). La morfología de todos los elementos góticos citados (tímpano, arquerías ciegas, arcos dobles) denota un claro parentesco con la portada de la Coronería, la inmediatamente anterior en el tiempo.
La reforma neoclásica
La obra que transformará radicalmente el aspecto de la triple portada no llegará hasta finales del siglo XVIII. A esas alturas, sus esculturas se encontraban en un avanzado estado de deterioro. Antonio Ponz dejó constancia de ello en el tomo XII de su Viaje de España (1788): «…entre los ornatos de la arquitectura se ven varias estatuas destruidas en gran parte y consumidas del tiempo, y aún se reconocen en algunas partidos bastante buenos y cabezas grandiosas». Varias de esas grandiosas cabezas se exhiben en la actualidad en la panda sur del claustro bajo de la catedral.
En junio de 1789, tras una visita a nuestra ciudad, el arquitecto y académico de mérito de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando Alonso Regalado Rodríguez escribió una carta al fabriquero de la catedral, Diego Bernardo de Oruña, en la que le proponía eliminar el desnivel existente entre el pavimento del templo y el del atrio, así como quitar el parteluz con la deteriorada imagen de la Virgen de la puerta central (en la misiva, el académico comentaba que dicha imagen parecía un ahorcado). Esto último implicaba realizar una gran puerta adintelada. El fabriquero comunicó la propuesta de Regalado al arzobispo de Burgos, José Javier Rodríguez de Arellano, que dio el visto bueno al proyecto en febrero de 1790, asumiendo, además, personalmente la financiación de las obras.
Una vez aprobado el proyecto por el prelado y el cabildo, el arquitecto de la catedral, Fernando González de Lara, se encargará de llevarlo a cabo. En principio, el plan incluía, además del rebaje del pavimento del atrio para igualarlo con el de la iglesia, la eliminación del parteluz de la puerta central, la realización de una portada de estilo neoclásico rematada por tres nichos con sendas imágenes de san Julián, san Juan de Sahagún y san Vitores, y la desaparición de todas las esculturas y elementos decorativos del XIII. Pero el descubrimiento de importantes grietas en el primer cuerpo de la fachada llevó al arquitecto burgalés a realizar una reforma más profunda del mismo consolidando fuertemente toda la estructura.
Problemas con la Academia
Al enterarse de la obra que se estaba acometiendo en la fachada principal de la catedral, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando inició los trámites para paralizarla, pues no había recibido, como era preceptivo desde noviembre de 1777, el diseño del proyecto para su examen y aprobación. Así, a finales de septiembre de 1790, el conde de Floridablanca comunicaba por carta al arzobispo de Burgos la suspensión de la obra bajo real orden. González de Lara justificó la grave omisión por la urgencia que requería la obra a causa del ruinoso estado de la zona. Tras el envío de la documentación correspondiente y su estudio por parte de la Academia, esta concluyó que debía ser repuesta la puerta gótica, pero que, dado el avanzado estado de la reforma, lo único que se podía hacer ya era suprimir los nichos con las imágenes de los tres santos y sustituirlos por unas tracerías góticas. La Academia también exigía al cabildo que hiciera constar en sus libros que la obra no había contado con su aprobación.
Este polémico desenlace pasaría factura a los protagonistas de la reforma. El arzobispo José Javier Rodríguez de Arellano, muy disgustado por el asunto de la Academia, fallecería en junio de 1791 antes de que finalizaran las obras. En mayo de 1792, en la misma reunión capitular en la que presentaba al cabildo la cuenta de la intervención (ascendió a 116.104 reales y 32 maravedís), el fabriquero Diego Bernardo de Oruña se despedía de su cargo. Y en cuanto a Fernando González de Lara, que durante toda su vida profesional había gozado de un gran reconocimiento, tras su intervención en la fachada de Santa María, dejaría de ser arquitecto de la catedral y su prestigio se vería gravemente afectado, acabando sus días sumido en grandes penurias.
Si queréis conocer más detalles sobre la reforma neoclásica de la puerta principal de la catedral, os recomiendo el artículo de Ana Berta Nieto Plaza ‘La obra de la puerta de Santa María en la catedral de Burgos (1790-1791)’.