El cabecilla -siempre según la versión de la Guardia Civil- de la trama que falsificaba recetas para dispensar medicamentos veterinarios de forma incontrolada incurre en no pocas contradicciones en la declaración ante los agentes del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona). Por un lado aseguró no ser consciente de que la comercial de que era titular generaba facturas a clientes extinguidos como ganaderos o que habían traspasado su actividad. Pero por otra parte, al interrogarle por otros pormenores, da muestras de conocer en qué consistía la supuesta red criminal. Por ejemplo, señaló que «un 20% de las recetas eran para ganaderos que no las querían a su nombre o veterinarios que no querían figurar con recetas firmadas por ellos».
«¿Para qué hacían eso?», le inquirieron los investigadores. Y de su respuesta se deduce que estaba bastante al tanto de los motivos, pese a que echa casi toda la culpa a uno de los investigados, el hombre al que compró la comercial, y al que la Benemérita considera colíder de la trama: «En el caso de los ganaderos, porque no querían que el tratamiento figurara en su libro de explotación, y en el de los veterinarios, por problemas de incompatibilidad». Eso sí, se percató de estas irregularidades, advierte, en julio de 2018, cuando revisó las cuentas y observó que «no cuadraban».
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