«Una tragedia así no se puede olvidar»

R. PÉREZ BARREDO / Burgos
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Hace 70 años, diez niñas de entre 6 y 12 años perdieron la vida asfixiadas en la iglesia de San Nicolás de Miranda de Ebro. Una superviviente de aquel drama evoca una experiencia que la marcó para siempre

El cortejo fúnebre recorrió la ciudad delEbro, que tardó en superar la tragedia. - Foto: Muro (archivo DB)

Gloria tenía siete años, pero no ha podido olvidar aquella jornada negra y triste. No le cuesta hacer memoria, y evoca detalles nítidos: los gritos, la angustia o cómo unos brazos poderosos la salvaron de una muerte segura. Era domingo, con cita futbolera en Anduva: el Mirandés iba a batirse con el Basconia, pero había otra reunión aquella fría tarde del 12 de diciembre de hace ahora 70 años en la capital del Ebro: cientos de niñas y niños estaban convocados en  la iglesia de San Nicolás, ubicada el barrio de Allende, para disfrutar de una velada organizada por la juventud de Acción Católica. Había emoción, nervios y muchas ganas de ocupar los mejores emplazamientos. «¡Éramos muchísimos y todos teníamos muchas ganas de entrar!», rememora a este periódico Gloria Peral Angulo, superviviente del catastrófico suceso que sumió a Miranda en la más desoladora tristeza.  

El ansia por entrar fue la causa del desastre. Congregada en el atrio del templo, la inquieta muchachada se había hecho fuerte frente a las dos puertas que permitían el acceso al interior, que a las cuatro de la tarde, hora de la convocatoria, se hallaban aún cerradas. Una de ellas, la de la izquierda, era el habitual acceso para la celebración de la catequesis: tras ella, se abría una escalinata con especial disposición que conducía directamente a la cripta de la iglesia. La de la derecha, por la que estaba previsto que entraran los pequeños, también daba paso a una escalinata. Comoquiera que se hallaban alborotados e impacientes, decenas de criaturas comenzaron a empujar la primera de las puertas, que en un momento determinado terminó cediendo a la presión porque reventó la cerradura, abriéndose súbitamente y provocando una avalancha hacia su interior de medio centenar de niñas y niños, que se abismaron escaleras abajo, hacia fondo de la cripta.

Pronto empezaron a escucharse gritos de histeria y de pánico, gemidos angustiosos, alaridos que se propalaron escaleras arriba y aún más allá; su eco llegó hasta el estadio de fútbol que lame el Ebro: en un momento del partido, cuando ya había marcado Seni, leyenda rojilla del equipo local, pudo escucharse por los altavoces un ruego urgente: la presencia en la iglesia de San Nicolás de cuantos médicos y personal sanitario se hallaran asistiendo al encuentro. Tras el choque, los espectadores fueron enterándose con espanto de lo sucedido, de la descomunal tragedia que habría de sumir en el más riguroso de los lutos a la sociedad mirandesa, que tardaría mucho tiempo en sobreponerse a la desgracia.

Una multitud asistió acongojada al sepelio por las malogradas criaturas.Una multitud asistió acongojada al sepelio por las malogradas criaturas. - Foto: Muro (archivo DB)

Después de aquel día fui incapaz de volver a estar rodeada de gente. Llegaba aposta tarde a los sitios»

Los primeros sanitarios que se personaron en el lugar de los hechos nada pudieron hacer por diez niñas: María del Carmen Mesa, de once años; Yolanda San José, también de once; Milagros Rodríguez, Felisa Miranda, Altamira Estíbaliz Revuelta y Elia Da Rose, las cuatro de siete años; Rosa María Tolosana, de seis; María Aránzazu Bermejo, de doce; María Begoña Ladredo, de nueve; y María Rufina Maruri, de ocho años de edad, la maldita escalinata les había conducido a otra vida. Jesús Ruiz, de ocho años, resultó herido, pero pudo recuperarse tiempo después. 

Gloria Peral rememora distintos pasajes de ese día no sin dolor. Lo primero que hizo, una vez se sintió a salvo y posiblemente sin comprender del todo bien qué había sucedido -«era una niña»- fue echar a correr. «Me fui corriendo a casa, descalza. Porque había perdidos los zapatos». Zapatos que, subraya, recuperó al día siguiente en una imagen difícil de olvidar: en el fragor de la avalancha humana de criaturas, casi todas perdieron el calzado. «Recuerdo muy bien que al día siguiente, cuando volví a la iglesia, había muchísimos zapatos sueltos». Aquella asfixiante y horrenda experiencia dejó marcados también a los afortunados supervivientes. Gloria apunta que, desde aquel momento, evitó siempre las colas y las multitudes. Se recuerda llegando deliberadamente tarde a citas en las que, sabía, se iban a congregara decenas de personas. «Se me quedó muy adentro. Era incapaz de estar rodeada de una multitud», apostilla.

Tan terrible tragedia no sólo conmocionó a mirandeses y burgaleses: toda la sociedad española quedó impactada y sobrecogida. El semanario de sucesos El Caso envió a su periodista estrella, Margarita Landi, a cubrir los hechos. El sepelio por las diez criaturas ofreció imágenes desgarradores, con un cortejo fúnebre multitudinario y casi interminable en el que se vivieron escenas de un dolor innombrable, en las que los gritos de los padres de las criaturas se impusieron a la lluvia incesante que contribuyó a inundar de pena y tristeza el corazón de una ciudad destrozada para siempre.