Los neandertales, la especie que más se parece al humano moderno, y los homínidos de la Sima de los Huesos tenían, según indican los fósiles, un rostro con un morro prominente. Ylos homínidos de la mayoría de las especies antiguas, también. La cara del Homo sapiens, en cambio, tiende a la verticalidad, no le sobresale la mandíbula superior y posee unos pómulos salientes. ¿A qué se debieron estos cambios que hacen difereentes a los humanos modernos?, ¿qué dicen de nosotros estas caras?, ¿por qué somos distintos al resto de especies? Sobre el proceso evolutivo que ha seguido el rostro trata de responder el último estudio en el que han participado miembros del Equipo de Atapuerca. Para el por qué aún es pronto.
«No sabemos por qué la cara del Homo sapiens tiene tanto relieve, tanta ‘expresión’ podríamos decir, con entrantes y salientes, por qué está tan ‘esculpida’, con tantos huecos, tan excavada. Las caras de las otras especies fósiles que se conocen, incluidos los neandertales, nuestros primos hermanos, son más planas, sin pómulos marcados, con menos ‘expresión’, si se puede hablar así de una calavera. Más que caras parecen caretas. Sin carne, tal y como las vemos, nos resultan inexpresivas, aunque no sabemos qué aspecto tendrían con la musculatura facial y la piel».
Las dudas de Juan Luis Arsuaga, director del MEHy uno de los principales participantes en un estudio que analiza la evolución de la cara a partir en gran parte de fósiles de Atapuerca, surgen a raíz de comparar fósiles de individuos en crecimiento de distintas especies. Los investigadores concluyen que el patrón histológico que se observa en el Homo sapiens es único en la evolución humana. El modelo de crecimiento desde hace 2 millones de años sigue, en cambio, un patrón primitivo.
«Creo que esa es la clave -añade-. Me atrevería a decir que los humanos actuales somos los que tenemos más expresión facial, más lenguaje corporal en la cara, incluso más identidad personal. Es una interpretación atrevida, lo reconozco, porque trabajamos con esqueletos, no con caras, pero en ciencia a veces hay que ser osado. Por eso me atrevo a decir que la expresión popular ‘la cara es el espejo del alma’ puede aplicarse a este caso y a la evolución humana».
En un artículo que se publica en la revista Nature Communications, un equipo internacional de paleoantropólogos con amplia participación española estudia la evolución del esqueleto de la cara humana en los últimos dos millones de años. El método utilizado en este trabajo es laborioso y consiste en examinar con el microscopio electrónico y confocal la superficie de los huesos de la cara de individuos en proceso de desarrollo, para distinguir así las áreas en las que se está depositando hueso de otras en las que se está reabsorbiendo el hueso.
Pómulos salientes.
Durante el desarrollo facial, los huesos de la cara crecen principalmente en las áreas donde se produce depósito de hueso. En zonas donde predomina reabsorción, el crecimiento es mucho más limitado. Esa diferencia en la dinámica de estos procesos hace que la cara moderna tenga relieve, que esté «esculpida», con pómulos salientes, por ejemplo, y que sea vertical en vez de proyectarse hacia adelante en un morro. En los grandes simios, en cambio, solo hay deposición de hueso, y por eso toda la cara avanza durante el crecimiento.
Los investigadores de este estudio creen que el patrón que se observa en el Homo sapiens, con amplias áreas de reabsorción ósea en la superficie facial, es único en la evolución humana. El modelo de crecimiento de la cara del Homo erectus, de los neandertales y de los fósiles de la Sima de los Huesos en la Sierra de Atapuerca sigue, en cambio, un patrón primitivo, en el que prácticamente solo hay depósito de hueso en la cara y la reabsorción no existe o es mínima. Únicamente en el caso de Homo antecessor de la Gran Dolina, en la Sierra de Atapuerca, el modelo de crecimiento podría parecerse al moderno, pero de momento solo hay un individuo, bastante incompleto, en el que pueda estudiarse, parcialmente, la histología de la superficie de la cara.
Un rostro ‘común’.
«De Homo antecessor sabemos todavía poco porque se ha excavado escaso volumen de sedimento. Ahora tenemos la cara de un niño que no conserva demasiado bien la superficie del hueso. Con todo, lo que se ve recuerda al patrón de la cara moderna. Ese dato refuerza la posición de la especie Homo antecessor como antepasada tanto de los neandertales como de los humanos actuales. Posiblemente, el patrón moderno se desarrolló y se exageró a partir del patrón de la cara de Homo antecessor».
El primer autor del trabajo que publica la revista Nature Communications es Rodrigo Lacruz, un español profesor en la Universidad de Nueva York: «Nuestros resultados revelan que los patrones de crecimiento facial en neandertales y humanos de la Sima de los Huesos son diferentes del humano y explican por qué estas especies fósiles son tan distintas del hombre actual». Arsuaga, por su parte, concluye: «Se trata de un descubrimiento muy relevante porque confirma que la especie humana actual presenta muchas originalidades, rasgos únicos que no se encuentran en los neandertales y las demás especies humanas que han existido».