Ocurre que ni tiempo vamos a tener para comentar todo lo ampliamente que se merecen estas elecciones europeas de este domingo, porque, al despertar de la pesadilla de los resultados electorales, nuestro dinosaurio particular, Carles Puigdemont, seguía ahí, dando significado al cuento de Monterroso, el más breve jamás escrito: han concluido las elecciones y ahora, señores, dejen paso al enorme embrollo catalán, que ya este mismo lunes entrará en nueva ebullición. Y quien controla las brasas que agitan la olla a presión sigue siendo el mismo por el que ha pivotado la política española y anti española desde hace ocho años: el fugado de Waterloo, se encuentre ahora donde se encuentre, preparándose para el gran salto que convulsionará a España. Lo cual ocurrirá este mismo mes.
Perdone, así, que no me detenga en el análisis de los resultados de las elecciones, cuyos datos últimos, por mor de las peculiaridades horarias del euro-recuento, aún no conozco. Pero, como periodista y como ciudadano curioso, supongo que mi atención habrá de centrarse a partir de este mismo lunes, y tras una noche agotadora como tertuliano radiofónico, en la elección de la Mesa del Parlament catalán. Y, a partir de ahí, en las muchas cosas que pueden ocurrir de aquí al próximo día 25, cuando, oficialmente, habrán de convocarse nuevas elecciones en Cataluña si antes Salvador Illa (o, mucho más improbable, Puigdemont, claro) no ha logrado resultar investido.
Las crónicas atribuyen a Puigdemont un potencial de acción y maquinación que para sí lo quisiera el hiperactivo Pedro Sánchez: una interesante información desde Washington llega a afirmar que el ex president de la Generalitat y aspirante a repetir tiene en mente incluso crear en Cataluña una especie de 'República digital', al margen de la realidad, o como una realidad paralela, sobre la que no puedan actuar ni los jueces ni el Gobierno central. ¿Una quimera distópica? Puede. Pero demuestra que Puigdemont, al que los resultados electorales europeos le importan, ahora que no es eurodiputado, bien poco, es capaz de llegar a casi todo.
Y casi todo hará el hombre que más ha conspirado contra el Estado español para lograr que se repitan las elecciones catalanas: me aseguran que, en sus negociaciones con ERC, ha ofrecido a los republicanos veinticinco escaños seguros y la garantía de permanencia para los trescientos funcionarios que Aragonés mantenía en la Generalitat. ¿Puede Illa prometer tanto a la desfondada ERC, que, sin embargo, ahora tiene la clave del futuro, aliándose bien con el PSC para entronizar a Illa, bien con Puigdemont para que se repitan las elecciones catalanas y quizá, de paso, se anticipen, al tiempo, las elecciones nacionales?
Bien, el juego empieza este lunes. O los juegos, porque también en esta jornada de post-resaca electoral se van a reunir los jueces para estudiar las agresiones verbales del Ejecutivo al judicial; tema importante donde los haya, con la renovación del CGPJ siempre pendiente y la próxima comparecencia de Begoña Gómez ante el juez Peinado, que se ha convertido en el faro de todas las tormentas.
Y, claro, van a seguir las negociaciones subterráneas de Junts con representantes del PP: ¿qué puede ofrecer Puigdemont, nuestro dinosaurio eternamente de vigilia, a Alberto Núñez Feijoo ? ¿El viejo tema de apoyarle en una moción de censura contra Sánchez? Vaya usted a saber: todo entra en el terreno del caldo de cerebro. El caso es que quienes pretenden que, tras las elecciones, llega un período de normalización y paz que permitirá un período sin nuevas citas (y confrontaciones) electorales para que Sánchez pueda proseguir plácidamente la Legislatura al menos un par de años más, me parece que se equivocan. Quizá haya una legislatura prolongada de Sánchez (difícil, pero posible); lo que en ningún caso habrá es placidez.