Muchos recordarán aquella imagen de la película Parque Jurásico (Steven Spielberg, 1993, basada en la novela de Michael Crichton) en la que gracias al poder de conservación del ámbar se extraía de un mosquito la sangre absorbida por éste a un dinosaurio, y con ella, se lograba reproducir en laboratorio a los extintos dinosaurios. Una ficción que en algo tiene verosimilitud. Y es que el ámbar posee la propiedad de conservar sin que se descompongan los insectos que en él, cuando era resina, quedaron atrapados y murieron.
La explicación anterior responde a que en la localidad de Moraza, en el Condado de Treviño, existe uno de los yacimientos de ámbar que para muchos expertos e investigadores es uno de los más importantes del país. Un yacimiento que, compartido en otra de sus zonas excavadas con Álava, está distinguido por los profesionales por su notable cantidad de restos hallados, además de la calidad de los mismos.
Peñacerrada I y Peñacerrada II son estas zonas de prospección. La primera está en suelo burgalés (Moraza), mientras que la segunda ocupa territorio alavés (Montoria y Peñacerrada). En estos dos yacimientos, especialmente en Peñacerrada I, los investigadores han logrado notables resultados que recientemente se han publicado en revistas especializadas como Paleontology junto con los obtenidos en otros yacimientos de ámbar del país, como el de El Soplao (Cantabria) y San Just (Teruel).
«El yacimiento de Peñacerrada I es en el que más ámbar hemos encontrado y con más artrópodos e insectos en su interior», explica Xavier Delclòs, del Departamento de Estratigrafía, Paleontología y Geociencias Marinas de la Universidad de Barcelona, una de las entidades nacionales e internacionales que trabajan en el proyecto Ámbares, a cargo del Ministerio de Economía y Competitividad.
en los 90. El yacimiento de Peñacerrada I se excavó a finales de los años 90 del siglo pasado, sacándose el material y siendo después cubierto y cerrado por el propietario del terreno, por lo que actualmente no existe acceso a él y visualmente la zona no tiene indicación alguna. De allí se extrajeron numerosos ámbares, que se siguen investigando.
«Es del que más material hay, más de 2.000 piezas, y es que es el yacimiento de ámbar que más insectos y arañas ha sacado de todos los ámbares de España», corrobora Delclòs, explicando que en el caso de los del El Soplao y San Just son más recientes y están abiertos, por lo que las posibilidades de seguir extrayendo piezas son elevadas.
Una lástima, a juicio del investigador, que el de Peñacerrada I esté cerrado y sin actividad, ya que puede tener más valores por descubrir. «Nos interesaría poder trabajar la parte botánica; se sacó el ámbar pero no información de plantas y otros organismos relacionados con el depósito del ámbar, y esto nos interesaría muchísimo», dice.
así se forma. Para que la resina se transforme en ámbar y se conserve es imprescindible que quede encerrada en un sedimento y en una roca que la mantenga completamente aislada de la atmósfera. «Esta circunstancia se da muy bien en depósitos de carbón, que también necesitan esta falta de estar en contacto con la atmósfera para conservarse», dice Delclòs. Por ello en los yacimientos ámbar se encuentra mucho carbón y rocas muy ricas en materia orgánica. Estos yacimientos se ubican principalmente en las zonas de antiguos deltas de los ríos, donde llegaban los árboles y la resina, se cubrían de sedimentos y se formaba el ámbar.
Las resinas con la que trabajan pertenecen al periodo geológico que se llama Cretácico, y dentro del Cretácico a un subperiodo llamado Albense, de aproximadamente de 110 a 115 millones de años. «En esa época el paisaje de la Península Ibérica era muy diferente, fundamentalmente lo que había eran coníferas, y empezaban a salir también las plantas que se denominan angiospermas, que son las plantas con flores, las que dominan actualmente los ecosistemas», dice el investigador.
El clima era bastante más cálido que el actual, casi tropical, y había una serie de bosques más o menos distribuidos a lo largo de la costa, bosques de coníferas que producían la resina. «Esta resina es la que al polimerizarse, al endurecerse, atrapó en su momento al insecto que hoy día tenemos dentro del ámbar», relata Delclòs.
cómo murieron. La importancia del ámbar de Peñacerrada I, y por extensión del sus ‘hermanos’ de Cantabria y Aragón, llega por múltiples factores. La propiedad de este elemento es que «es la ‘caja’ que conserva mejor los organismos del pasado, conserva los retos en tres dimensiones, e incluso sus partes blandas; hemos encontrado arañas con toda su musculatura conservada, con los ojos, el sistema digestivo, el cerebro… esto en ningún otro yacimiento de fósiles que no sea el ámbar se encuentra», dice el representante de la Universidad de Barcelona.
Las arañas encontradas son importantes porque hasta la fecha había muchas hembras, pero para determinar su especie es preciso que sean machos, y un ejemplar se ha hallado en El Soplao. «Así hemos podido llegar a nivel de la especie, porque hasta ahora teníamos la familia de las Oonopidae, pero hemos llegado a al género, la Orchestina; arañas que viven en el suelo y pegan saltos, por eso tienen las patas posteriores adaptadas la salto, siendo los que hemos encontrado los representante conocidos más antiguos de esta familia», relata.
pioneros. En la investigación ha tenido vital importancia la tecnología, de tal forma que se ha empleado el Synchrotron, un acelerador de partículas que nos permite hacer una microtomografía (una técnica de procesado de imágenes por secciones), igual que la del médico pero a muy pequeña escala», relata. Esto garantiza ver el interior del insecto sin necesidad de destruir el ámbar y así poder estudiarlo, ya que en caso de extraerlo del ámbar se destruiría.
Para ello el colectivo que integra el programa Ámbares ha viajado a Grenoble (Francia), donde existe este sistema, y donde regresarán ya que el Ministerio les ha concedido una nueva investigación que permitirá profundizar en estos yacimientos, y avanzar alguna nueva investigación en Asturias.