Verbenas a precio de oro multiplican charangas y discomóviles

R.E. MAESTRO / Burgos
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Las orquestas han disparado su coste en los últimos años y nuevas propuestas musicales se abren paso. Con el verano, cuando la mayoría de municipios burgaleses están de fiesta, llega la temporada fuerte

Luis, Tania, Juan, Lucas, Jorge, Fran, Vanesa y Juan V., de izquierda a derecha, en una actuación en Covarrubias. - Foto: Iván López

Las charangas y las discomóviles están más de moda que nunca y en los pueblos burgaleses han encontrado un espectacular nicho de mercado. Con la llegada del verano y las fiestas patronales se multiplica su presencia por el medio rural, ofreciendo nuevas propuestas musicales que resultan mucho más económicas que las verbenas.

Las orquestas han disparado sus precios en los últimos años, principalmente por la profesionalización de muchas de ellas y por la escasa oferta, como explicó este periódico en el mes de abril. En ese momento ya había 'guerra' entre los municipios por conseguir una verbena para sus fiestas y ya se avanzaba que este verano iba a subir un 10% en comparación al pasado, un incremento que se une al que ya hubo después de la pandemia. Esto hace que muchos ayuntamientos no puedan costear tantas verbenas para cubrir sus días de fiesta y opten por incorporar también en su programa alternativas más baratas.

El precio de una verbena para los meses de julio o de agosto, con unos 10 o 12 componentes, puede rondan desde los 7.000 hasta los 12.000 euros. Una cifra que puede aumentar en caso de que se trate de días donde coincidan las fiestas de muchos pueblos y donde haya gran demanda. También hay grupos con un menor número de integrantes, con camiones más pequeños y con menos potencia de luz y sonido, lo que hace que el coste baje considerablemente. Muchas propuestas, pero cada ayuntamiento tiene un presupuesto.

Jesús Miguel, Cristian, Ismael y David, de izquierda a derecha, forman parte de la nueva discomóvil Soundland.Jesús Miguel, Cristian, Ismael y David, de izquierda a derecha, forman parte de la nueva discomóvil Soundland. - Foto: Valdivielso

De esta forma, cada vez resulta más habitual ver a algún dj en el cartel de las fiestas. Sus precios varían mucho en función del servicio que ofrezcan y puede rondar por una noche de 500 a 800 euros. Aunque ahora también se ha puesto muy de moda contratarles como after, es decir, para cuando acaba el principal espectáculo de la noche. En el caso de que se trate de una discomóvil más compleja -que serviría como principal espectáculo de noche-, con mejor iluminación y sonido, bailarines o varios integrantes en el equipo de montaje y sonido, el precio puede situarse alrededor de los 4.000 euros.

Las charangas también se alzan como una opción más económica que las verbenas, pese a que también han incrementado bastante su precio, especialmente tras la pandemia. Suelen acudir un buen número de integrantes -que suelen rondar los ocho- y cuestan unos 250 o 300 euros la hora -se suelen coger durante 2 o 3 horas-. Hay gran demanda para contratar a estas bandas y, aunque por la provincia burgalesa hay unas cuantas, los pueblos también se pelean por tenerlas para dianas, para el vermú o para completar su tarde.

Jorge, Vanesa y Luis | CHARANGA ENTRE NOTAS

«La mayor parte de los bolos no los podemos hacer, tenemos mensajes todos los días para ir a eventos»

El teléfono de Jorge González no para de sonar para saber si su charanga, Entre Notas, tiene disponibilidad para poder tocar. Este vecino de Castrillo de Murcia se encarga de cuadrar la agenda y reconoce que la demanda se ha disparado en los últimos años de tal manera que ahora tienen más de un centenar de actuaciones al año. Solo para agosto ya tienen cerradas 38. «La mayor parte de los bolos no los podemos hacer, tengo todos los días mensajes para ver si podemos ir a algún evento», asegura.

«Antes en los pueblos se llamaba a dulzaineros para las dianas, los vermús o los tardeos, pero ahora la gente joven está viendo charangas en las calles que son capaces de exportar la música moderna», explica Pérez. El hecho de que en los últimos tiempos haya aumentado el precio de las charangas cree que se debe a la gran demanda y a que se pide que acudan más componentes. «Lo más divertido es cuando te contrata una cuadrilla y sabes que te lo vas a pasar bien seguro; igual en Burgos te ven y pasan de ti, pero en los pueblos estás como en casa», afirma.

Un grupo de seis amigos, que ya estaban en bandas de Semana Santa, se unieron en 2006 para crear esta charanga burgalesa. En esos inicios se encontraba Luis Pérez, que recuerda que se llamaban Los Oléis y empezaron para acompañar a la peña Colón. Pero el fenómeno de la charanga creció con el paso del tiempo, se independizó de la peña y dio paso a un grupo muy numeroso que ahora no para de recorrer la provincia burgalesa. Ya son 15 integrantes y se van turnando para ir a cada evento unos 8 o 9, aunque reconocen que «cuesta» encontrar gente nueva y especialmente para el bajo (trombón y tuba). Todos tienen su trabajo y esto se trata de una afición. «Antes no importaba cuántos íbamos y ahora nos preguntan el número de los que acudimos», dicen.

«Cuando te contrata una cuadrilla sabes que te lo vas a pasar bien. En los pueblos estás como en casa»

Entre los cambios más significativos que ha comprobado Jorge en los doce años que lleva en la charanga se encuentra el cambio de ritmo. «Como ocurre con las redes sociales, cuando antes veías un vídeo de YouTube y ahora un reel de 15 segundos, con la música ha pasado eso; si antes tocabas un tema de un autor durante cinco minutos, ahora haces un popurrí con todos los estribillos», comenta. «Eso ya se lleva también mucho en orquestas, que hacen muchos remixes», añade Vanesa Orcajo, que fue el último fichaje tras incorporarse el verano pasado. La joven, también directora de la Unión Musical de Lerma e integrante de la Banda Ciudad de Burgos, destaca la capacidad de improvisación que hay que tener en la calle y que eso no se aprende en el conservatorio. Así, cree que tienen demasiados parecidos con una verbena y de ahí que coinciden en muchas canciones.

«Lo que más cuesta son las dianas», afirman estos tres integrantes de Entre Notas. Además del madrugar y de que la gente asiste después de toda la noche de fiesta, «en muchos pueblos vienen de la tradición de los dulzaineros de tocar una copla en cada casa y es complejo». Consideran que les caracteriza el preparar su propia versión y siempre intentan contar con lo último en su repertorio. Siempre conquistan al público, son como una gran familia y eso se transmite.

Jesús Miguel, Cristian, Ismael y David | DISCOMÓVIL SOUNDLAND

«Las discotecas vivieron un 'boom' con la crisis del ladrillo y ahora  queríamos algo para los jóvenes»

Querían hacer algo más grande ante el auge de las discomóviles y con el objetivo de llegar a un público más joven. Así nació el pasado año Soundland y de cara a este verano coge carrerilla para recorrer el medio rural burgalés. «Se pretende trasladar lo que es una fiesta de discoteca a los pueblos», expone Ismael Fuente, responsable de este proyecto. Dos djs, dos bailarines, un malabarista y un violinista forman equipo sobre el escenario.

El interés por las discomóviles está directamente relacionado con su precio y el hecho de que los ayuntamientos se han tenido que apretar el cinturón en determinados momentos ha ayudado a su crecimiento. Bien lo sabe Ismael, que explica que ellos empezaron con Fuente Sonido «con la crisis del ladrillo, cuando esto pegó un 'boom'». Arrancaron con camiones pequeños y modestos, ampliando poco a poco y mejorando los equipos. Los ayuntamientos tenían menos dinero para destinar a fiestas y se aprovechó la ocasión para impulsar este producto ya consolidado. «Al principio lo que se hacía era adaptarse a la orquesta, porque eran los sustitutos, pero se ha ido evolucionando y ahora se ofrece otro tipo de música», explica.

David Zelmar y Cristian -más conocido como Crisrax- son los dos djs que integran este proyecto. El primero ya suma 12 años en el sector y el segundo lleva 6 años, pero ambos coinciden en la importante evolución que se vive en el mundo de los festejos y los pueblos.

Antes tenías que poner todo tipo de música y ahora se pide reguetón, electrónica y lo más actual»

«Antes había un público más mayor que te pedía pasodobles, Paquito el chocolatero o La mayonesa...», explica Zelmar, que opina que en este momento la gente joven demanda otro tipo de música. «Antes tenías que poner de todo y el reguetón solo a una hora alta, pero ahora lo que pide el público es reguetón, electrónica y música actual», expone, mientras deja claro que «el concepto ha cambiado completamente». 
Zelmar, que tiene experiencia en el sector, reconoce que «es más fácil ser dj ahora» puesto que accediendo a YouTube puedes aprender lo básico. Eso sí, la imagen lo es todo. «Antes igual se fijaban en cómo eras más técnicamente, ahora es más cómo te vendas», dice Cristian. «Por desgracia vale más hacerse una foto y subirla a redes sociales que hacerlo bien», añade. Ambos confiesan que se puede vivir de esta profesión, pero hace falta meter horas.

Un proyecto de este tipo ofrece nuevas oportunidades de empleo, como reconoce Jesús Miguel, del cuerpo de danza urbana y que este es uno de sus primeros trabajos como profesional. «No es tan común ver a bailarines en discomóviles y se agradece el apoyo a la cultura, al talento y al saber conectar y animar a la gente», dice.

Por otro lado, Ismael manifiesta que los precios de las discomóviles «están estancados», aunque si ha subido en algunos casos se debe a que ahora se llevan equipos más completos. «Nosotros solemos ir a pueblos más grandes con este espectáculo, es un producto diferente y más difícil de encajar al ser más cañero y decir 'no' a ciertas cosas», confiesa. Para este verano ya han cerrado una treintena de fechas, principalmente por la provincia, pero viajarán también a Zamora, Valladolid o Bilbao.