Sólo 12 de las 70 localidades de la comarca mantienen abierta al menos una panadería. Berlangas de Roa, Castrillo de la Vega, Fuentespina, Hontoria de Valdearados, La Horra, Mambrilla de Castrejón, Roa de Duero, Sotillo de la Ribera, Tórtoles de Esgueva, Torresandino, Baños de Valdearados y Vadocondes, tienen la fortuna de contar con este servicio en el municipio, el resto de los pueblos se deben conformar con la venta ambulante que en algunos casos, ni siquiera llega todos los días por la falta de demanda.
Recientemente, dos pueblos se quedaron sin este servicio por la jubilación de sus responsables. Quintana del Pidio y Valdeande cerraron sus panaderías sin contar con un relevo, algo que se refleja en más casos. «Estamos aquí porque ya son tres generaciones dedicados a esto y no lo vamos a dejar ahora», comenta Alfredo Cid, de la panadería de Berlangas de Roa. En su caso, atiende también a Hoyales de Roa, Fuentecén y Valdezate, pueblos a los que va casa por casa repartiendo el pan. Además, se acerca a otros lugares fuera de la provincia, pero no todos los días. «Se van jubilando los panaderos y nosotros asumimos más sitios a los que repartir», añade Eduardo Gaitero, gerente del establecimiento de Sotillo de la Ribera.
«Llevo pan a algunos municipios por no dejar a la gente sin este servicio, no porque me reporte un beneficio», dice Angélica Marín, panadera en Tórtoles de Esgueva. El caso de Angélica es excepcional, desde su establecimiento salen todos los días tres furgonetas que reparten pan en treinta pueblos diferentes. «Una de ellas va a hacia la zona de Peñafiel, otra a Aranda y una última se queda por los pueblos de alrededor», explica. Además, no es el único horno que está abierto en esta localidad, en total tres empresas trabajan desde allí, una de ellas de reciente creación.
Se van jubilando los panaderos y otros asumimos la venta donde ya no tienen el servicio»
«Que en Tórtoles haya tantos hornos representa un caso muy especial. Si no fuera porque vamos a varios municipios a repartir pan y repostería, no podríamos mantenernos con la gente que vive en el pueblo», comenta la panadera. También el caso de Sotillo de la Ribera es un ejemplo de resistencia, gracias a que no solo se centran en el medio rural. «Además de repartir en diez pueblos, tenemos dos despachos en Aranda y llevamos repostería a Burgos y Lerma», apunta Eduardo Gaitero. Tanto Angélica como Eduardo cuentan con alrededor de una decena de empleados y sufren la dificultad de contratar gente dispuesta a desplazarse al medio rural para trabajar.
Supervivencia. La llegada de los veraneantes supone el mayor pico de trabajo para los panaderos. «Julio y agosto son un impulso importante para sobrevivir en un pueblo», cuenta Alfredo Cid, que asegura que, principalmente, las ventas estivales le ayudan a seguir activo todo el año. «Realmente solo notamos mejora en agosto, el momento en el que viene toda la gente a Tórtoles», aclara Angélica y afirma que en invierno tiene que reducir las visitas a algunos pueblos, algo que en vacaciones sería impensable.
Precisamente, el verano se ha convertido en un momento clave para el mantenimiento de negocios en zonas rurales. Sin embargo, los locales insisten en que esto no puede suponer una solución para paliar las consecuencias de la despoblación y la falta de servicios en los pueblos.