Los amantes de la fotografía encuentran alicientes en casi todas las esquinas, aunque pocos lugares conservan tanto potencial como África. Gonzalo Santamaría lo sabe bien y por eso siempre lo tiene como objetivo. Suma varias expediciones a un lugar en el que los animales y las diferentes formas de vida te pueden trasladar en el tiempo. Para tratar de transmitir esa sensación, este lunes inaugura una muestra en la colchonería Alcoba de Miranda, donde colocará su última exposición titulada Retrato de Kenia.
Las instantáneas seleccionadas estarán a la vista hasta el 24 de febrero y Santamaría explica que los que se acerquen disfrutarán de imágenes de personas y de animales. Del viaje se llevó retratos de «los cinco grandes que son el león, el rinoceronte, el leopardo, el búfalo y el elefante», puntualiza, aunque reconoce la suerte que tuvo de captar a todos estos iconos. También se llevó momentos que quedarán en su retina «como el de una manada de leonas que acababa de cazar un impala y fue algo increíble», rememora.
África «es un sitio único», admite el autor de la muestra, quien reconoce «he conseguido sacar fotografías espectaculares». De las conseguidas también destaca el momento en el que se cruzó con el leopardo, porque lo 'cazó' después de una larga búsqueda. «La mayoría de la gente había guardado sus cámaras, pero como uno ya tiene experiencia todavía la tenía preparada y pude sacarle cuando se nos cruzó por encima», añade el autor.
Santamaría está acostumbrado a exponer. Muchas de sus muestras dan todo el protagonismo a los animales, aunque en este caso también incluye a los masáis y los samburus. «Las fotografías explican un poquito el tipo de vida que llevan estas tribus», afirma el fotógrafo, quien reconoce que ya hay una parte muy vinculada al turismo, «porque en alguno de los poblados que vimos te enseñan sus tradiciones», pero también «en el momento en el que entras empiezan a venderte collares máscaras y de todo».
Por eso, apunta que «pedimos al guía que nos llevara a algún poblado normal y nos movieron a uno masái en el que no nos ofrecieron nada». Aun así acertaron, ya que de esa visita sacó las mejores imágenes, como «la cara de felicidad cuando llevamos a unos globos y se los dimos a una niña o una chica que le dio un muñeco a un niño al que parecía que le había tocado la lotería». Todo eso, «sí que fue real», sostiene Santamaría.