El 'oso goloso' del Norte de Burgos vuelve a casa

A.C. / Quisicedo
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Sin nuevos daños en colmenares u otros indicios de su presencia desde principios de mes, todo apunta a que el macho joven que ha explorado la comarca de burgalesa de Merindades entre mayo y agosto ya se ha ido. Podría regresar en primavera

Varios apicultores han instalado pastores eléctricos este verano. - Foto: Luis López Araico

Sus primeras incursiones en colmenares de la Merindad de Sotoscueva se remontan a finales del mes de mayo y principios de junio. A finales de ese mes llegó a Quisicedo, donde produjo los daños más significativos en la explotación apícola de Ariadna Nava. El 8 de julio una cámara de fototrampeo le grabó merodeando de nuevo por el colmenar de Quisicedo donde se dio el mayor festín. Días después, el 19 de julio, una guarda de la Fundación Oso Pardo observó una huella en el entorno del túnel de la Engaña, cerca de Rozas de Valdeporres. Los apicultores de esa zona también notaron su presencia a finales del mes pasado. Pero no ha vuelto a dar señales de vida.

«Con un oso nunca se puede afirmar nada con rotundidad», dice el gerente de la Fundación Oso Pardo, Guillermo Palomero. Pero todo apunta a que ha regresado a la zona Cantábrica oriental, entre el norte de Palencia y el sur de Cantabria, el núcleo osero del que partió en primavera en una «expedición exploratoria». Son habituales entre los machos jóvenes, de 3 a 5 años, que huyen de las peleas de los machos en celo, y se adentran en territorios desconocidos.

El llamamiento realizado entre los apicultores para dar la voz de alerta siempre que vieran cualquier indicio de la presencia del oso -colmenas movidas, vaciadas, tiradas en el suelo...- ha funcionado. Nadie ha advertido que el oso pueda estar en Merindades desde hace casi un mes. Este dato lleva a Ángel Nava, padre de Ariadna y hasta hace muy poco titular de la explotación atacada en Quisicedo y con base en Espinosa de los Monteros, a pensar que «parece estar de regreso». Yademás casi por el mismo camino que uso en su llegada.

La última huella detectada por la guarda de la Fundación Oso Pardo en la Engaña vuelve a coincidir con la que dejó en Quisicedo y tiene las medidas de un oso joven. Su forma y tamaño descartan que sea una hembra o un macho adulto, según Palomero, quien considera que «no hay que descartar que ese oso, que ya ha conocido el territorio, lo vuelva a visitar, pero tampoco se puede afirmar».

El gerente de la Fundación Oso Pardo tira de un refrán de las zonas oseras que dice que, «si sabes lo que va a hacer un oso, ya sabes más que él», para describir lo impredecible del comportamiento de estos animales que ya sumaban 370 ejemplares, según el último censo. En 2025 se volverán a censar, ahora con herramientas genéticas, pero se estiman ya en unos 450. En cuanto a si se fijará o no esta especie en Merindades, de nuevo caben todas las posibilidades. El movimiento exploratorio «puede fijar población, como ya ha ocurrido en La Cabrera leonesa y zamorana o no», describe Palomero.

Se sabe que los osos pueden caminar decenas de kilómetros en sus expediciones exploratorias. Ejemplares controlados que se localizaban en el Pirineo Central han sido ubicados después en el Occidente, y otros de la población Cantábrica oriental han terminado en el extremo occidental, «lo que está muy bien porque permite que los genes se muevan», dice el experto en esta especie.

A esperar. Ángel Nava no tiene dudas. Está convencido de que el manto de bosques de Las Merindades acabará convertido en zona osera en un plazo de tiempo difícil de prever. Él calcula que en 10 o 15 años. Los apicultores, sin duda, deberán seguir adaptándose a su presencia. En su caso, no tuvo duda de instalar un pastor eléctrico con varios cables a diferente altura en sus colmenares de Quisicedo, como le asesoraron compañeros de Asturias, ya habituados al plantígrado. Le dieron resultado, porque ya no sufrió más pérdidas. Tras la recolección de septiembre, los retirará para volverlos a colocar la próxima primavera cuando vuelva a subir las colmenas al monte.

Nava recuerda que el oso ya vivió en la comarca. De su presencia dan fe las oseras que se conservan en cuevas, pequeños huecos donde hibernaba. Él mismo visitó una de ellas en una cueva de la zona de Rioseco. Además, los integrantes del G.E. Edelweiss hallaron restos del oso cavernario en la comarca. En primavera se sabrá si Merindades atrae de nuevo al oso goloso.