Fernando Jáuregui

TRIBUNA LIBRE

Fernando Jáuregui

Escritor y periodista. Analista político


... y cuando Sánchez regresó de La Mareta, el dinosaurio seguía ahí

24/08/2024

Lo malo del paréntesis del mes de agosto es que este paréntesis se cierra. Y Pedro Sánchez, que este viernes se entrevistó -por fin- con el presidenta canario, Fernando Clavijo, para hablar -también por fin- del angustioso problema de la migración, ha puesto fin a su veraneo silente (al veraneo, digo, no al silencio). Y ha retornado a Moncloa, donde, antes de tomar el avión para un creo que conveniente viaje a Africa, habrá sin duda constatado que el dinosaurio de los líos en los que está embarcado sigue ahí. Todos los líos, que adquieren nuevos perfiles en septiembre, opino que no dejando al presidente otra salida lógica que convocar unas prontas elecciones. ¿Lo hará?
Siempre he dicho que Sánchez es un fuera de serie en cuanto a eso que él cultiva tanto, la resiliencia. Aguanta el tipo ante los jueces en pie de guerra, ante los medios de comunicación cabreados -no sin razón- con él, ante un empresariado receloso, ante unas instituciones alarmadas, ante colectivos que representan a la débil sociedad civil española mosqueados.
No sé cuánto le importa todo esto al coriáceo presidente de la cuarta economía de la Unión Europea: supongo que bastante menos que las posibles pérdidas de apoyo en el Congreso de los grupos separatistas catalanes ante los que tendrá que seguir haciendo concesiones que, tras el pacto entre el PSC y Esquerra Republicana, han rebosado el vaso de lo tolerable. La continua amenaza de Junts y, ahora, de ERC de cerrar el grifo de sus apoyos, que han permitido que Sánchez siga en el poder, resulta claramente insoportable para una normal gobernación, y supongo que Sánchez es quien mejor lo sabe.
En estas circunstancias de tensión política, pese al evidente pasotismo ciudadano, lo lógico sería que Sánchez, primero, remodelase su Gobierno, cosa que sin duda tendrá que hacer más a corto que a medio plazo. E inmediatamente, aprovechando el revuelo que estos cambios provocarían -con el actual Ejecutivo, inoperante y quemado, no puede seguir mucho más-, disolviese las Cámaras y convocase elecciones generales, quizá para comienzos de 2025. Necesita baraja nueva, más oxígeno, aportaciones de otra gente que den al Ejecutivo una apariencia que no sea la de club de fans del presidente y de su esposa.
Sánchez, que, contra lo que dicen sus más acérrimos críticos, hace, según se mire, algunas cosas bien, mantiene un suelo electoral que, en el peor de los casos, supera algo los siete millones de votos. Pero se ha embarcado en todos los líos posibles, incluyendo la firma de acuerdos insostenibles, impracticables, con el independentismo catalán, y hablo también de la amnistía, que solamente una decisión forzada, inapropiada, del cada vez más cuestionado (y me consta que agobiado) Tribunal Constitucional salvaría.
La circense fuga de Puigdemont ha puesto nuevamente de manifiesto, y conste que yo no creo en una complicidad del Gobierno central, todas las contradicciones de la actual coyuntura: no puede ser que en las manos de el re-fugado descanse la estabilidad del Estado al que él aborrece.
Así, constitucionalmente, aunque a veces se olvide, el presidente está obligado a presentar unos Presupuestos, que nada le garantiza que vaya, si no es a base de contrapartidas impensables a Junts y a Esquerra, a poder sacar adelante. Y dudo mucho de que pueda hacer aprobar en el Congreso, donde incluso algunos aliados de Sumar están en contra, las reformas necesarias para poder implementar esos acuerdos con ERC que ahora los ministros, con un argumentario hilvanado desde La Moncloa, se esfuerzan en asegurar, contra la evidencia, que se cumplirán "al cien por cien". Aunque, eso sí, las órdenes son evitar en todo caso entrar en cualquier disquisición acerca de si lo acordado con los catalanes es o no similar al concierto y el cupo vasco. Algún día, no lejano, tendrán los portavoces gubernamentales, tal vez el propio Sánchez, que diseccionar esos pactos, incumplibles, con Esquerra.
Sánchez se va dos días a visitar Mauritania, Senegal y Gambia, principales 'exportadores' de inmigrantes ilegales a España, otro auténtico quebradero de cabeza para cualquier gobierno democrático que renuncie al empleo de medidas brutales como quiere la extrema derecha. No sé si con ese viaje, que puede salirle bastante caro a las arcas españolas, se solucionará el problema de la llegada masiva de pateras; temo que no, aunque confieso que no soy un especialista en esta complicadísima cuestión.
Pero sí sé que a partir de la semana que viene Sánchez tendrá que afrontar todos los exámenes de las asignaturas que dejó pendientes en un verano de vacaciones algo incógnitas y herméticas. El misterioso dinosaurio de Monterroso sigue ahí, y puede devorarle si no toma decisiones de mayor alcance que intentar esquivarlo todo y distraer la atención de la opinión pública, a la que en La Moncloa parecen considerar anestesiada. La situación me parece intolerable, difícilmente prorrogable. ¿Elecciones a la vuelta de la esquina? Supongo que Sánchez tratará de evitarlo, pero ¿podrá? Y, sobre todo ¿es lo más conveniente para el país? Reflexione sobre ello nuestro bronceado presidente.