Cualquier persona experta en adicciones lo sabe bien. Cualquier ciudadano corriente se puede dar cuenta a poco que se fije a su alrededor: el alcohol es la droga que más se consume en la sociedad y la que lo hace con tanta aceptación que son quienes no beben los que más cuestionados se sienten al respecto de esa decisión. Se toman bebidas alcohólicas para celebrar un triunfo deportivo, en los festivales de música, los conciertos, las fiestas de los pueblos y en las despedidas de solteras y solteros; los fines de semana es el plan de una inmensa mayoría de adolescentes, no hay cena o comida con amigos o en la que se cierre un negocio o un acuerdo que no esté bien regada de vino y bebidas espirituosas, ni un homenaje a un compañero que se jubila ni una boda ni un bautizo ni una comunión... o un divorcio, por no hablar de la cantidad de canciones, poemas y libros que tienen este consumo como hilo conductor y en no pocos casos ensalzándolo. En este contexto hay no poca gente que bebe para atreverse a socializar o para 'coger el puntillo', que para muchos jóvenes es una forma de no quedarse al margen de sus iguales, integrarse e incluso sentirse mayor. Es tan normal que la directora de Proyecto Hombre, Marta González, subraya que no es infrecuente que haya padres y madres que compren el alcohol a sus adolescentes y que estos vayan con su propia botella. «Creen que así les protegen de que les puedan echar algo en la bebida sin tener en cuenta que eso en sí ya es un problema. También sabemos que nunca vienen preocupados por el consumo de alcohol de los chavales sino cuando se han enterado de que fuman porros».
Porque el alcohol no se considera una droga a pesar de que lo es. El Sistema Autonómico de Información sobre Toxicomanías de Castilla y León (SAITCyL) lo tiene incluido como tal en sus informes, el último de los cuales -el referido a las admisiones a tratamiento del año 2023- constata que fue la sustancia principal que motivó ese año el inicio de un programa de deshabituación en los distintos centros, con un 36,4%, seguida de la cocaína (31,8%) y el cannabis (15,2%). En los casos en los que una persona accedió a un primer tratamiento por una sustancia determinada, el alcohol ocupa, de nuevo, el primer lugar, y solo en el caso de pacientes que ya tuvieron un tratamiento anterior baja al segundo puesto por detrás de la cocaína.
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