De suspender un amistoso a pelear por el ascenso

C.P. / Miranda de Ebro
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A menos de dos semanas para el inicio de liga, el Mirandés canceló un duelo ante el Mallorca porque no tenía jugadores. Hoy, ocho meses después y contra todo pronóstico, sueña con subir a Primera División

Imagen del entrenamiento de ayer en el anexo de Anduva con Tomeo (d.) y Tachi (c.) esperando recibir un pase de Izeta. - Foto: Alberto Rodrigo

El 3 de agosto de 2024, a menos de dos semanas para el inicio liguero, el Mirandés suspendió un partido amistoso contra el Mallorca. La razón era tan entendible como preocupante. No tenía jugadores. En esos momentos, Alessio Lisci disponía de 11 jugadores de la primera plantilla y con dos de ellos -Barbu y Michelis- no contaba, así que se las veía y se las deseaba incluso para hacer entrenamientos competitivos. Nadie se podía imaginar por aquel entonces y en ese contexto que hoy estaría luchando por el ascenso directo a Primera División. 

«Ante la especial situación de ralentización que atraviesa el mercado, sumado a la situación de sobrecarga física de los actuales jugadores en plantilla, el club ha decidido suspender el amistoso que se iba a celebrar en Anduva ante el Mallorca», anunciaba el Mirandés en un comunicado. Vamos, que no tenían jugadores ni para echar una pachanga.

La preocupación de puertas para adentro era evidente. No es que fuera extraño que tardaran más en llegar jugadores cedidos, algo que ocurre cada verano, sino que esta vez la demora era tal que se corría el riesgo de empezar la temporada con un once de circunstancias

Aquel 3 de agosto, hace exactamente 8 meses, Urko Izeta, Joaquín Panichelli, Álex Calvo o Ander Martín, por citar a algunos, todavía no conocían su futuro y la realidad del Mirandés era alarmante porque no tenía ni extremos ni delanteros. Por si fuera poco, el equipo no había sido capaz de ganar ni un solo amistoso de pretemporada. De hecho, a seis días del inicio liguero contra el Córdoba, perdió por la mínima contra el Tarazona -de Primera RFEF- con un plantel plagado de chicos del filial.

Antes de debutar en liga en Córdoba, el propio Lisci reconocía que había tenido que «inventar mucho en los entrenamientos» y que suponía un inconveniente notable de cara el inicio del curso: «Tenía todos centrales y mediocentros y no hemos trabajado nada a nivel colectivo. Estamos a años luz del resto. Va a ser un hándicap importante para el primer tramo de competición».

En aquellos momentos, muchos les daban por «descendidos», mientras que la dirección deportiva intentaba «hacer magia para hacer una plantilla con el dinero» que tenía. Esas palabras de incertidumbre del técnico transalpino se mezclaban también con la confianza ciega en el bloque que tenía hasta ese momento y la «unidad» existente en la plantilla.

Y así, como que no quiere la cosa, ganó en el estreno y empezó a sumar puntos poco a poco hasta que llegaron todos los efectivos. Lisci dio una lección de cómo un entrenador debe adaptarse a los recursos de los que dispone y el equipo fue creciendo con el paso de las jornadas. 

La espera hasta el último día por algunos jugadores mereció la pena y lo demuestran partido tras partido con su rendimiento. Tanto  es así que han colocado al Mirandés a solo un punto del ascenso directo a falta de solo nueve fechas para el final de la liga regular. El sueño de Primera, ya sea vía play off o vía ascenso directo, está más cerca que nunca.