Rebelión en el convento

P.C.P. / Belorado
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Excomulgadas y atrincheradas en los monasterios de Belorado y Orduña, las exclarisas mantienen un pulso con la Iglesia que resolverá la justicia terrenal

Laura García de Viedma, la exabadesa, saluda tras recoger la demanda acompañada de Canals (i.) y Aláez. - Foto: Alberto Rodrigo

El 13 de mayo se dedica a la Virgen de Fátima, al Día Mundial del Entrenador de Fútbol, al del Hummus y, desde este año también, al cisma de La Bretonera. Será difícil que la Iglesia Católica pueda olvidar esa mañana en la que en vez de comenzar el Rosario de la Aurora arrancó un particular vía crucis de final, si no incierto, al menos aún lejano y en manos terrenales.

En el convento de Belorado residen monjas clarisas desde 1358.  Aunque nunca fueron una comunidad muy grande, siempre se las ingeniaron para encontrar una mano amiga y salir adelante. La última llegó de sus compañeras de Lerma, que en 1998 enviaron a varias hermanas para «revitalizar el monasterio», según afirma en su autobiografía la exabadesa Sor Isabel de la Trinidad. Una ayuda envenenada, como se ha podido comprobar años después. 

Algunas de las propias hermanas no pudieron si quiera intuir el terremoto que se avecinaba. Tampoco los vecinos del municipio burgalés que se declaraban amigos de las religiosas, con una clausura laxa y acostumbradas a las cámaras después de su paso por Madrid Fusión y el éxito de sus trufas, que se servían en las mejoras mesas.

Pablo Rojas, en la primera imagen tomada dentro del convento.Pablo Rojas, en la primera imagen tomada dentro del convento. - Foto: Alberto Rodrigo

Pero ni había tanta paz muros adentro ni el chocolate era el maná que todo lo paga. Las facturas impagadas y créditos que han salido a la luz delatan una nefasta gestión económica de la comunidad y algunos negocios tan disparatados como ruinosos -llegaron a comprar un toro de lidia- liderados por Laura García de Viedma (Burgos, 1965). Tras intentar sin éxito inscribirse como asociación, Obraetlabora S.L. se llama la última sociedad que, a nombre de uno de los rostros de este escándalo, Susana Mateo (Sor Sión), han creado las exclarisas para continuar sus actividades económicas al margen del comisario pontificio, Mario Iceta, y la comisión gestora que se ha hecho con el control de sus cuentas. Aseguran que en 6 meses han tenido que desembolsar 160.000 euros para hacer frente a los gastos que generan estas mujeres en el día a día y las letras de los créditos contraídos, pero ignoran cuántas facturas sin pagar arrastran.

A las 23.24 horas del 12 de mayo llegó a una dirección de este periódico un correo electrónico con el título 'comunicado público' y 2 archivos: un Manifiesto Católico de 70 páginas y una especie de carta abierta en la que Sor Isabel de la Trinidad anunciaba que ella y sus hermanas salían de la Iglesia Conciliar y pasaban a estar bajo la tutela de Pablo de Rojas.«Nos van a denominar herejes y cismáticas, locas y muchas cosas más, muy calumniosas y desagradables; no los creáis, al menos por esta vez, que no os engañen», escribió Laura García de Viedma, la única firma que aparece en los documentos, pese a que aseguraba tener el apoyo de todas sus compañeras.

Denunciaba la «persecución de muchos: superiores, pastores, hermanas, sacerdotes, algunos que se llaman amigos sin serlo» y a continuación acusaba a Roma de no querer concederles «licencia de venta del convento de Derio (probablemente seguirá en el despacho de D. Mario Iceta y de la M. Presidenta hasta el fin de los tiempos...)» y de no permitirles «cumplir con los pagos» del Monasterio de Orduña y rescindir el contrato de compraventa «sin previo aviso» después de tres años. 

José Ceacero, el cura coctelero, rodeado de periodistas.José Ceacero, el cura coctelero, rodeado de periodistas. - Foto: Alberto Rodrigo

A partir de aquí se sucedieron los acontecimientos y empezaron a aflorar informaciones que dibujan una trama mucho más compleja y nada inocente, en la que posiblemente aún no se conozca toda la verdad, donde aparecen interesantes personajes secundarios como sor Verónica -fundadora de Iessu Communio y enfrentada a sor Isabel de la Trinidad- y además de problemas financieros y operaciones inmobiliarias afloran las luchas de poder, las envidias, los celos... Nada que no esté en el mundo, y en la Biblia. 

La comunidad clarisa de Belorado, Orduña y Derio estaba integrada por 16 religiosas cuando estalló el escándalo. Sor María Amparo se marchó a los tres días «para no pertenecer a esa secta» y sigue como clarisa. Otras 5 son tan mayores, y dependientes, que seguramente no sepan ni lo que está pasando. El Arzobispado las considera a ellas las legítimas integrantes de la comunidad clarisa y por eso solo fueron excomulgadas las otras 10. 

Teresa Roca (Sor Paz) y Adriana Gil también se han marchado entre septiembre y diciembre, por lo que solo quedan 8, y 2 están en Orduña, para proteger el 'fuerte'.Contra ellas está dirigida la demanda de desahucio por precario, pendiente de juicio, que en realidad son dos, una para desalojar Belorado y otra el monasterio vizcaíno de Derio, del que se marcharon porque sentían la presencia del demonio, según han declarado en un amplio artículo publicado hace unos días por The New York Times, un intento de «internacionalizar» su caso para el que han contratado al periodista Francisco Canals como jefe de prensa. 

Hay al menos otros dos pleitos pendientes.Por un lado, el de las clarisas de Vitoria anular la venta del monasterio de Orduña, al incumplir las de Belorado los pagos pactados.Por otro, la demanda interpuesta por las cismáticas contra Iceta y el Arzobispado de Burgos para que se reconozca su derecho «a separarse por su propia voluntad de la Iglesia Católica o conciliar», se declare «la ineficacia en España» del nombramiento por el Vaticano de Iceta como comisario pontificio y sea obligado a «cesar en toda actividad de representación y administración» de ellas y sus bienes.  

Dos falsos obispos y un mediático coctelero 

El sedevacantismo, una corriente reaccionaria a los cambios en la Iglesia Católica que no reconoce a ningún papa desde Pío XII, ha propiciado el desfile por Belorado de una galería de personajes que han contribuido a trivializar el cisma y darle aires de sórdido vodevil. Las primeras apariciones en escena de PabloRojas y José Ceacero, con sus sombreros apostólicos, las sotanas ajadas y los pretenciosos zapatos de hebilla no aventuraban nada bueno. 

Durante semanas, un locuaz y dicharachero cura con un brillante pasado en la hostelería de Bilbao como barman se convirtió en portavoz del cisma. Mostraba una sospechosa cercanía con los periodistas, bromeaba con fabricar bombones de mojito y llenaba horas de televisión mientras las monjas y el falso obispo Rojas solo hablaban a golpe de talonario. «Me pareció un fantoche», dijo sor Amparo, la clarisa que abandonó La Bretonera en cuanto el líder de la Pía Unión de San Pablo Apóstol, considerada una secta, anunció que tomaba el mando.

Apenas un mes duró la peculiar pareja de farsantes allí dentro.Las hermanas les echaron antes de ser excomulgadas, mientras se sucedían los llamamientos de la Diócesis de Burgos para volver al redil. No lo hicieron, sino que buscaron auxilio espiritual en un argentino no menos peculiar, Sergio Héctor Casas Silva, juez de boxeo y campeón nacional de mate. Más discreto, eso sí, que los anteriores pero igual de efímero, porque las exclarisas ya le han buscado otro sustituto. El brasileño Rodrigo Henrique Ribeiro da Silva no deja de hacerse fotos en la capilla de La Bretonera vestido de obispo y de pedir dinero en Paypal. ¿Será el último pastor?