¿Dónde está el oso de Merindades?

A.C. / Espinosa de los Monteros
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Los apicultores solo tienen una obsesión estos días, localizar por dónde deambula el joven ejemplar que ha atacado 7 colmenares en Sotoscueva. Ya están instalando pastores eléctricos para evitar su voracidad

Los apicultores se organizan para avisar de los movimientos del oso de Merindades. - Foto: Luis López Araico

El oso pardo ha seguido avanzando en el territorio de Las Merindades después de constatarse en 2016 sus primeras incursiones en el entorno del Monte Hijedo en el Alfoz de Santa Gadea. A más de 30 kilómetros de esa gran masa forestal compartida con Cantabria, a finales de mayo comenzó a causar daños en el colmenar de Jesús María Sáinz-Maza ubicado en los montes de la Engaña cerca de Entrambosríos. Después continuó su camino hacia Villabáscones de Sotoscueva, donde realizó dos incursiones en un colmenar de Miguel Romeo a apenas 400 metros del pueblo. El gran festín se lo dio a finales de junio en cinco colmenares de la explotación apícola de Ángel Nava, ya en manos de su hija Ariadna, situados en los montes del Somo junto a Quisicedo y Quintanilla del Rebollar. Todas ellas son localidades de la Merindad de Sotoscueva situadas casi en línea recta que comparten poblados bosques de hayas, robles y pinos, el hábitat perfecto para el oso, a lo que se suma la existencia de alimento suficiente en una veintena de colmenares.

Podría decirse que el ejemplar de oso pardo que ha decidido adentrarse en la comarca se ha encontrado con un auténtico paraíso de la miel y los apicultores, con un nuevo problema que suma, sobre todo, mucho trabajo, al que ya soportan, además de cuantiosos daños. «Nosotros no tenemos la suerte de trabajar 40 horas semanales», describe Ángel Nava. Calcula que en las treinta colmenas que el oso ha destrozado en la explotación familiar había 900 kilos de miel valorada en algo más de 9.000 euros.

Desde que difundió el video de cómo había restos de panales por los alrededores de sus colmenares,  arden los grupos de WhatsApp de los apicultores, quienes solo tienen una «obsesión» y es «saber dónde se encuentra el oso». Para ello, la consigna de la Asociación de Apicultores de Burgos y del resto de colectivos es comunicarse cualquier indicio, colmena movida, huella, heces o resto de pelo que indiquen por donde deambula en busca de alimento para así acertar a la hora de proteger uno u otro colmenar. El oso coge las colmenas de una en una, se aleja para evitar los picotazos de las abejas y trata de comer la miel de los panales.

Tres apicultores de Merindades, ayer en un colmenar.
Tres apicultores de Merindades, ayer en un colmenar. - Foto: Luis López Araico

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