El servicio de Traumatología del HUBU está poniendo ahora infiltraciones de rodilla a pacientes a quienes se las prescribieron el pasado julio, lo cual significa que un tratamiento empleado -y muy demandado- para paliar las consecuencias de determinadas patologías que provocan dolor se está administrando con unos seis meses de demora. Y de ahí que cada vez haya más quejas de pacientes pendientes de esta terapia para tratar de recuperar movilidad y funcionalidad en esta articulación.
El problema, según explican fuentes no oficiales del servicio, es que no hay suficientes especialistas para pinchar más de un día a la semana, por lo que al mes apenas pueden administrar esta terapia a entre 30 y 32 pacientes, aproximadamente. Estas cifras indican que, al menos, hay 200 personas pendientes de este tratamiento, que en muchos casos se considera la única alternativa terapéutica posible hasta que se indique la colocación de una prótesis. Al menos, en el caso de la rodilla. Sin embargo, en el servicio apuntan que hay una limitación de personal y que, por tanto, solo se puede citar para infiltraciones un día a la semana y, de media, unos ocho pacientes cada día. De ahí que solo se administren unas treinta mensuales y que la lista vaya aumentando cada vez más.
La falta de médicos no afecta solo a Traumatología y, de hecho, el déficit de especialistas es ahora uno de los principales problemas del HUBU, si no el mayor. Buena parte de las listas de espera se deben a que los equipos médicos no están completos, como sucede en el de traumatólogos. En teoría, según la plantilla orgánica, en el HUBU deberían ejercer 22 facultativos de esta especialidad, pero no es el caso. Primero, porque siempre hay personal de baja por distintas razones; segundo, porque hay quienes tienen autorizados distintos porcentajes de reducción de jornada; tercero, porque no todas las plazas las ocupan titulares, sino que al menos seis, según información oficial, están disponibles para personal interino o temporal; y, por último, porque esta especialidad es una de las que más tienen que competir con la sanidad privada para atraer médicos. Baste recordar que el HUBU perdió en agosto a dos traumatólogos que acababan de obtener la plaza en Sacyl y con los que contaba a partir de verano, pero que obtuvieron autorización para irse a la privada con una excedencia. El servicio se quedó en una situación «crítica», según palabras de la gerente, Ana Lucía Fernández, de la que todavía no se ha recuperado, por la dificultad, generalizada, para atraer especialistas.
Mayor presión. Sin embargo, sí es específico de la especialidad un incremento de la presión asistencial ligado al alargamiento de la esperanza de vida; a diversas patologías que no siempre tienen que ver con la edad; y, en cierto modo, también al auge de la práctica deportiva de cierta intensidad entre aficionados, lo cual acaba provocando lesiones en las articulaciones para las que, muchas veces, no hay más tratamiento que una infiltración.
El problema es que en este momento no hay sincronía entre la prescripción de la infiltración y la administración, por lo que terapias a las que se les presupone una periodicidad de medio año, acaban alargándose un trimestre o más. Y de ahí el enfado de los usuarios, cuyo malestar se agudiza a medida que pasa el tiempo.
Este servicio cerró el 2023 con 5.788 primeras consultas pendientes, a las que hay que sumar las sucesivas.