«Volví al pueblo y salvé mi vivienda»

R.E.M. / Burgos
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Rafael Jiménez se marchó con su coche al llegar el humo, pero tres horas después regresó a Santibáñez del Val por un camino para ayudar a los bomberos en la extinción de las llamas

Rafael Jiménez cuenta cómo vivió el voraz incendio que arrasó Santibáñez del Val y asegura que alrededor de su casa había varias tenadas con maderas. - Foto: Luis López Araico

Han pasado dos años desde el trágico incendio que golpeó a la comarca del Arlanza y nadie olvidan lo que allí se vivió. El susto ha pasado, pero en la memoria de todos quedan los momentos de angustia y preocupación que se vivieron. Se desalojó a todos de sus viviendas ante la rapidez con la que se extendía el fuego, pero Rafael Jiménez recuerda perfectamente cómo consiguió salvar su casa al regresar por su cuenta -y por un camino- hasta Santibáñez del Val.

«Se llevaron de aquí a todas las personas que estaban por la calle, yo al ver el humo tan cerca me marché -sobre las dos- con mi coche por el camino y llegué hasta La Yecla. Pero a las cinco de la tarde me di la vuelta y cuando llegué ya estaba ardiendo la casa que está pegada», explica Jiménez. Por la carretera no dejaban pasar a nadie ante el peligro que suponía, por lo que él decidió volver por un camino. Los locales que rodean su casa poseen leña y aconsejó a los bomberos que echaran agua para evitar que el fuego acabara con todo.

Su casa se ubica junto al río, donde los bomberos cargaban agua, y Jiménez les sugirió que metieran las mangueras por el interior. Abrió la puerta y comprobó que su casa era la siguiente que iba a quedar reducida a escombros. «Evidentemente, ellos no sabían que en las tenadas de al lado había maderas. Me salvó eso y la planta ignífuga de la fachada», comenta. No se arrepiente de haberse arriesgado a volver en aquel momento y cree que su presencia resultó vital.

Eso sí, otra de las propiedades de este hombre, ubicada en la calle Rincón, la zona más afectada, quedó destrozada. Esa se trata de una de esas once que se esperan levantar pronto. De hecho, planea trasladarse allí durante los meses de invierno -dejando para el verano la que logró salvar- e incluir en ella su propia galería de arte.

El pueblo cuenta actualmente con 72 empadronados, aunque los fines de semana y en agosto es cuando hay más gente. «El susto ya pasó», dice el hombre, que asegura que la tranquilidad se alza como la nota dominante del día a día.