Hay una foto de Mery Varona en el archivo de este periódico en la que se la puede ver de perfil, con las manos entrecruzadas en la espalda, un espléndido bolso colgado al hombro y una media sonrisa que se adivina entre irónica y divertida. No está en un acto lúdico sino frente a un juez. Fue durante el proceso en el que el exalcalde José María Peña se las tuvo que ver con la justicia por haber llamado al periodista Pachi Larrosa -que entonces era director de Diario 16 Burgos- "periodista indigno" e "hijo de puta" y haberle espetado: "Si yo no fuera alcalde ya estarías en el río Arlanzón con la cabeza vuelta del revés". Varona, a la sazón periodista de Diario de Burgos, compareció ante el togado en calidad de testigo, pues fue en su presencia y la de otros colegas y en el transcurso de uno de los clubes de opinión que DB organizaba en los años 90 cuando Peña se dirigió en esos términos a Larrosa, y dijo que sí, que efectivamente esas perlas habían salido de boca del primer edil. Otro de los testigos, Ernesto Sáenz de Buruaga, no pudo precisar que esas hubieran sido sus palabras, aludiendo a que no las recordaba con exactitud, algo que el defensor de Peña, el entonces poderoso abogado José María Stampa Braun, se dispuso a utilizar en favor de su patrocinado. "Este señor, que debía ser un buen abogado pero al que yo conocía por sus asuntos del corazón, dijo al juez: ‘a ver, ¿ustedes a quién van a creer?, ¿a este caballero tan alto, tan guapo, tan bien planchado que es Ernesto Sáez de Buruaga o a una señora a la que no conoce nadie? Cuando terminó la sesión le pedí permiso al juez para hablar y decir que yo estaba allí como testigo porque lo había escuchado todo perfectamente -recuerdo que estaba charlando con César Huidobro cuando ocurrió- y no para aguantar las impertinencias de ningún abogado, y al señor Stampa le diré que la verdad es la verdad la diga quien la diga y yo como periodista tengo la obligación de contarla", rememora ahora la ‘testiga’, casi veinte años después de aquellos hechos. Peña fue condenado por aquello a una multa de 100.000 pesetas (16.639 euros) por una falta de injurias leves y otra de amenazas leves, y a indemnizar a Larrosa con 10.000 pesetas (unos 1.600 euros ahora).
Valga esta anécdota para poner en contexto a una de las mujeres pioneras del periodismo burgalés. Varona, (Aranda de Duero, 1947), que siempre ha ejercido con tanta pasión como aplomo se le adivina en esa foto, ha sido testigo de una de las épocas más apasionantes de esta profesión, aquellos años en los que se pasó de una situación en la que la censura apenas dejaba respirar a quienes escribían e informaban por la radio, a otra en la que los redactores comenzaron a ser una masa crítica y a poner el ojo sobre los desmanes de los gobernantes, nada acostumbrados a que se fiscalizaran sus actuaciones, y por ello, asegura, se siente profundamente afortunada. Comenzó siendo corresponsal de la Hoja del Lunes en su ciudad natal. "Toda la vida he querido vivir de lo que escribo y antes de dedicarme a ello profesionalmente ya escribía cuentos para mis hijas. Javier Salgado, que entonces era el director de aquella publicación, fue a Aranda buscando corresponsal y le hablaron de mí cuando yo ya había perdido la esperanza de encontrar a un periódico que quisiera contratar a una madre de familia con dos niñas. Yo dije ‘esto es que la vida es amiga mía’".
Estamos a finales de los 70 y aquella incipiente redactora, que había dicho que sí a la oferta de Salgado, comienza a dedicar todo el tiempo que puede "a buscar noticias y a elaborarlas bien". El efecto de su empeño se notó enseguida y ella lo cuenta sin la menor arrogancia: "En un año la Hoja del Lunes duplicó sus ventas aunque a mí por poco me machacan porque nunca había ocurrido lo que yo hacía, que era plantarme en el Ayuntamiento a preguntar cosas. Hasta entonces, los corresponsales eran señores mayores que se limitaban a decir ‘el Ayuntamiento ha puesto una zanja o ha limpiado un monumento’ y yo me estrené con un asunto irregular sobre una tala de árboles".
Su actitud no fue nada bien entendida por el alcalde de entonces y algunos concejales y sufrió no pocos actos vandálicos contra su casa, que eran minimizados por las fuerzas de orden público: "Me llegaron a decir en público, en el Pleno del Ayuntamiento, que por qué no me iba a fregar, y creo que soy la única periodista del mundo mundial a la que le han leído una moción de censura. Fue en ese mismo Pleno, que entendió que yo iba a socavar los pilares de la democracia arandina o algo así, ya no lo recuerdo muy bien. Eran los principios de los años 80 -la Transición no fue igual en las ciudades grandes que en las pequeñas- y todos los concejales, da igual que fueran de izquierdas o de derechas, estaban de acuerdo. Todo aquello fue un cursillo acelerado de periodismo y de autodefensa: les molestaba que se hiciera periodismo, a lo que no estaban acostumbrados, y les molestaba que lo hiciera una mujer".
La cosa estaba tan tensa que Mery -que asegura no tener vocación de mártir- le pidió a su director que la relevara por otra persona y justo en ese momento recibió una oferta de Diario de Burgos, cuyo corresponsal se jubilaba: "El acoso siguió un tiempo y me costó mucho sufrimiento hasta que conseguí ganarme el respeto de la gente. Yo sé lo que es arar en un erial, no hay mejor escuela de periodismo que una corresponsalía de provincias; yo he hecho de todo: fútbol -deporte sobre el que solo sé que hay un balón y una red-, toros, reportajes en los pueblos, entrevistas a los viejos... Me acuerdo que uno de los que entrevisté siempre iba a despedirse de mí cuando se marchaba de Aranda a pasar el invierno con su familia y no hay satisfacción más grande que esa, igual que la de ver con qué alegría la gente leía sus cosas en el que sentía que era su periódico. Era todo complicado pero, a la vez, apasionante".
La necesidad de publicar, ya en Diario de Burgos, una página diaria sobre la actualidad arandina le hacía buscar hasta debajo de las piedras y entrevistar a cualquier personalidad que pasara por Aranda "aunque luego fueran a Burgos" y hasta tal punto se entregaba que recuerda que el director del periódico, Vicente Ruiz de Mencía, le recordaba muchas veces dónde estaba. "Me decía, ‘Mery, que Aranda no es Nueva York’ pero yo trabajaba como si lo fuera, estaba casi convencida de ello, porque estaba emocionada, llena de entusiasmo y muy contenta de poder ejercer mi profesión".
En 1988 se incorpora a la redacción de Burgos y cuando le sondean sobre qué asuntos le gustaría escribir dijo que cualquiera salvo los municipales: "Estaba hasta el gorro de los concejales y así lo dije y me propusieron hacer debates y entrevistas en profundidad a burgaleses que habían triunfado fuera y a otras personalidades. Tengo que decir que todo el mundo se portó conmigo con una enorme generosidad y un cariño tremendo".
De todos aquellos entrevistados atesora recuerdos impagables, como aquella conversación con el secretario de Estado de Administración Pública, Juan Francisco Peña, que se celebró el 15 de diciembre, justo el día después de la huelga general que hizo que se pararan hasta los pulsos en España: "Aquel hombre había sido un sindicalista de UGT y un socialista convencido y me lo encontré absolutamente derrotado, no entendía qué había pasado, por qué les habían hecho aquella huelga. Fue una de las entrevistas más difíciles que me han tocado, se abrió en canal y me reconoció que no sabía qué había ocurrido. Me costó mucho conjugar lo que me contaba con la intención de no hurgar en la herida. Creo que no hice sangre: Siempre he sido periodista y no soy mala persona, acuérdate de lo que decía Kapuscinski".
De Javier Solana, ministro de Cultura, recuerda el tremendo encanto que tenía: "Me habían dicho que era un encantador de serpientes y era absolutamente cierto. Me llegó a decir que nadie le había entrevistado como yo y pensaba... ¡yo soy la serpiente! Creo que con esa entrevista me hice mayor porque sabía que me estaba contando lo que le daba la gana". Tiene muy buen recuerdo también de Julio Anguita, al que no solo entrevistó sino que presentó en un acto organizado por una asociación estudiantil en el Colegio Universitario.
Recuerda el Burgos de finales de los 80 como muy divertido y activo: "Tuve la grandísima suerte de que me aceptaran como una más en uno de los grupos más interesantes de la época, aquel en el que estaban Virgilio Mazuela y otros escritores, y a través de ellos hice una entrada triunfal en la ciudad, a la que siempre le vi dos planos, este de la cultura y la noche y la diversión en el que todo el mundo escribía, pintaba y hacía cosas interesantes, y otro más encorsetado e institucional, de hierro oxidado, con todos muy tiesos. Los periodistas hacíamos muchas fiestas en esa época; yo no lo viví por poco pero se contaba que el fotógrafo Lorenzo Matías cazó un corzo y estuvieron dos días de fiesta. Las cenas y reuniones que hacíamos eran legendarias, lo pasábamos muy bien. Fue una época de mucha ebullición y muy intensa, también en lo personal, ya que conocí al que luego sería mi marido".
Tres años después se marchó a Madrid y apenas estuvo unos pocos meses en el paro porque enseguida comenzó a colaborar en una revista del Ministerio de Trabajo: "Como Dios bendice siempre al buen marxista y le conduce por los vericuetos adecuados, en la revista Mar fui muy feliz; el director, Vidal Maté, me dejó trabajar estupendamente y allí escribí sobre temas marítimos, pesqueros, portuarios y laborales. Estuvo muy bien porque teníamos todo el tiempo del mundo para preparar los temas: el primer reportaje que hice fue sobre los cefalópodos y tuve quince días para completarlo".
En 1997 le nombran jefa de prensa del Instituto Social de la Marina: "Acepté porque ante la propuesta de una responsabilidad así no puedes decir que no pero era lo que menos me gustaba; lo mío ha sido siempre escribir, ni dirigir equipos ni la comunicación institucional: sentarme en una mesa y tener muchas cosas que contar. A los cinco años me trasladaron al gabinete de prensa del ministerio -eran los tiempos de Jesús Caldera- donde estuve colaborando con la revista del Instituto de Seguridad e Higiene en el Trabajo". Se jubiló siendo la titular Fátima Báñez y asegura que ninguno de los dos partidos que ostentaron el poder durante todos esos años cayeron en la tentación de meter mano en el gabinete de prensa: "El nuestro tiene muy poco margen, las cifras de parados y de afiliados son las que son, igual que las de los inmigrantes. Otra cosa es que fuera de nuestro ámbito se les quiera dar otra lectura pero los números son los números, no hay opción de contar milongas". En el Ministerio de Trabajo coincidió, entre otros, con María Dolores de Cospedal, que ostentaba allí el puesto de secretaria general técnica: "Me costó muchísimo entender, precisamente por el cargo que había ocupado, aquel lío que se hizo con el finiquito, no daba crédito cuando lo oí, fue como darse un tiro en los dos pies".
Se define de izquierdas "y con una idea del mundo que se acerca al socialismo aunque nunca he sido militante". También es feminista desde que tiene uso de razón. Durante años colaboró como voluntaria en la Federación de Mujeres Progresistas y junto a ellas vivió momentos muy interesantes que le hicieron ser testigo de excepción, por ejemplo, de las primeras llegadas de inmigrantes a España. "Teníamos un programa de atención a las mujeres inmigrantes y eso me permitió ver de cerca el fenómeno. Considero que entonces se hizo una buena pedagogía sobre este asunto que ayudó a que España pasara de ser un país de emigrantes a ser receptor de trabajadores de otros lugares".