Lo de David Hortigüela bien puede definirse como una carrera de fondo, pero no en pista sino en el mundo académico. Con tan solo 39 años ha conseguido alcanzar la cima de la carrera docente universitaria, convirtiéndose en el catedrático más joven de la UBU, y probablemente entre los benjamines de España, donde la edad media de este cuerpo de profesores roza los 59 años, según los datos del Ministerio de Ciencia. Una vez alcanzado este reto, su objetivo pasa por centrarse en tender la mano a quienes, como él, optan por crecer como formadores de los futuros profesionales del ámbito educativo.
Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, lo que antes se conocía como INEF, por la Universidad de León, Hortigüela decidió no poner punto y final a sus estudios tras obtener el título superior. Cursó Magisterio de Educación Física, el grado en Primaria con la mención de Inglés, un máster de Educación y Sociedades Inclusivas y posteriormente el doctorado. Casualmente, defendió su tesis el 18 de diciembre de 2014, el mismo día que diez años después el Boletín Oficial del Estado (BOE) publicó su nombramiento como catedrático del área de conocimiento de Didáctica de la Expresión Corporal, perteneciente al departamento de Didácticas Específicas, que dirige desde hace tres años, de la Facultad de Educación.
No tardó mucho tiempo en conseguir la plaza de profesor titular de la UBU, en 2019, y a partir de ese momento siempre lo tuvo en mente. «El reto de ser catedrático estaba ahí», explica este profesor, que antes de tomar la decisión estudió con detalle los requisitos exigidos por la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA), se autoevaluó y escuchó alguna que otra frase como «cumples méritos pero edad no tienes».
Sopesada la situación, optó por ponerse manos a la obra y aportó la documentación necesaria para demostrar que estaba preparado. Y ahí es donde entran en juego, según explica, el número de publicaciones, aspectos vinculados a la innovación y la dirección de grupos de investigación, formar parte de proyectos científicos o haber realizado estancias en el extranjero, que en su caso suman un listado de al menos siete países tanto de Europa como de América Latina.
Acaba de alcanzar su meta, aunque mantiene intacta la vocación docente. «Me gusta mucho dar clases e investigar, aunar las dos cosas», remarca no sin pasar por alto una defensa a ultranza de su materia, la Educación Física, y la forma de enseñarla, rechazando de forma tajante el nombre de 'gimnasia'. No obstante, es consciente de que imparte una asignatura que se puede convertir en «la más odiada o en la más amada», como ocurre con las Matemáticas, pero sobre la que destaca la «poderosa» capacidad de aprendizaje que presenta.
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