El Valle de Caderechas tiende su tradicional manto blanco de primavera sobre sus miles de cerezos, que ya muestran su imagen más atractiva. La floración de los más de 50.000 árboles cultivados ha estallado y durante esta semana el espectáculo natural mostrará su máximo esplendor en todos los rincones. Las lluvias caídas en Semana Santa no afectan a unos tímidos pétalos y las temperaturas tampoco, al no registrarse bajadas drásticas. De esa manera, la flor «no ha corrido peligro de helarse», explica Honorio, un productor de Madrid de Caderechas.
A diferencia de las campañas anteriores en las que un tono blanco cubría «muchísimo antes» a los árboles de las localidades ubicadas en la parte baja del Valle que a los de las altas, las suaves temperaturas registradas en los meses de enero y febrero -que alcanzaron los 18 grados- han provocado que la flor se asome prácticamente a la vez en ambas zonas. Si bien, dependiendo de las variedades, hay cerezos en los que ha brotado el 70% o el 80% de su yema mientras que en otros apenas el 40%.
A lo largo de estos próximos días y «hasta aproximadamente el 7 o 10 de abril», añade Germán, otro fruticultor de Salas de Bureba, la floración mostrará su mejor cara, siempre y cuando «las tormentas no se repitan durante demasiadas jornadas seguidas». Si fuera así, la distinguida blancura de los pequeños pétalos mutará a marrón, con las «fatales consecuencias que ello conlleva», añade.
«Lo que realmente estropea la yema es la lluvia abundante, el granizo y las fuertes heladas», declara con cierta intranquilidad Honorio. Caderechano de pura cepa y amante del campo, dedica sus mañanas y tardes a cuidar de sus frutales. «Aparentemente todo se desarrolla con normalidad, pero entramos ya en la época crítica. Una vez que las flores se dejan ver y hasta que la cereza llega a casa pasamos auténticos nervios», comenta. Los meses más delicados ya han llegado y los partes meteorológicos de esta semana son alentadores porque no indican demasiado frío -ni durante el día ni por la noche- pero sí anuncian agua, «sinónimo de enfermedades y hongos», añade.
El año actual destaca por el calor de los primeros meses, que activaron el desarrollo de los árboles y, por lo tanto, de la producción. Las consecuencias que acompañaron a este clima anómalo fueron visibles los primeros días de febrero en los pueblos bajos como Cantabrana, Terminón o Salas de Bureba, donde los brotes asomaron en las ramas con más de un mes de antelación. Sin embargo, la lluvia que cayó a principios de marzo frenó el proceso a favor de los fruticultores.
Tras la peor campaña de la historia en Caderechas, en la que noches heladoras que alcanzaron los 7 grados bajo 0 acabaron con prácticamente toda la cosecha, generando pérdidas superiores a los 2 millones de euros, los productores consideran que los cerezos presentan un «estado fuerte» porque en el territorio no hay sequía. Con la mayoría de las flores ya visibles, los trabajadores del campo esperan que la climatología se comporte y no repita las acciones de las últimas anualidades. El hielo, la lluvia intensa, pero también el calor abrasador, pueden devastar un año más la campaña de una de las frutas más demandada de la zona. Ante ello, lo único que pueden hacer es mirar al cielo.
De visita. Los expertos confían en que la floración podrá disfrutarse a lo largo de todo el Valle también durante los primeros «diez días de abril». La ruta de los cerezos de Caderechas contempla varias posibilidades: recorrer los 30 kilómetros que separan los 15 pueblos en vehículo o bicicleta, o hacerlos a pie. El punto de partida comienza en Oña o en Salas de Bureba, y a partir de ambas localidades se debe seguir la carretera que lleva hasta Herrera, la pedanía ubicada a una mayor altura, 898 metros, y una en la que más fincas de cerezos se cultivan.
Buscan personal para gestionar en Salas un bar-restaurante con habitaciones. En uno de los negocios de hostelería con más historia del Valle de Caderechas se tomaron las últimas comandas y tiraron las cañas de cerveza el 31 de diciembre de 2023. Para las propietarias del mesón Las Hermanas, más conocido por Las Tres Hermanas, de Salas de Bureba, la despedida del año fue un tanto agridulce. La jubilación de la persona que hasta entonces lo gestionaba obligó a cerrar sus puertas. Ahora, tras realizar unas pequeñas obras de rehabilitación, el espacio luce de nuevo su mejor cara.
Casilda Alonso, una de las dueñas, aspira a encontrar arrendatarios «cuanto antes», ya que siente mucha pena al verlo clausurado. El local dispone de instalaciones modernas para garantizar un buen servicio tanto en la barra como en la cocina. En la planta baja del edificio, situado en plena vía BU-V-5021 (carretera a Poza), una amplia barra de bar da la bienvenida a los clientes, que tendrán la posibilidad de degustar desayunos, comidas, meriendas y cenas, «según el individuo que lo regente», comenta la salense. Siete dormitorios individuales y dobles -todos ellos con baño- quedan repartidos en el primer piso y una vivienda destinada a los camareros en el segundo. Además, la zona exterior cuenta con un espacio cubierto con carpas para colocar una terraza.
Alonso confía en encontrar a las personas adecuadas capaces de llevar las riendas de un negocio «en el que se trabaja mucho» debido al constante paso de vehículos y la llegada de turistas. Prefiere no adelantar el precio del alquiler, pero asegura que se trata de una cifra «totalmente asequible». La duración del contrato será indefinida y el estado de las instalaciones permite que la apertura se proyecte «de inmediato».