Ha costado. Las cosas como son. Eso sí, casi tres meses después de que un incendio arrasara gran parte de una de sus naves en Caleruega y dejase alrededor de 700 ovejas muertas por asfixia, los hermanos Delgado comienzan a sonreír. Tímidamente, pero Millán y Benito sonríen. La esperanza se abre paso y, de hecho, desde hace varias semanas han comenzado los trabajos para desmontar el tejado, afectado prácticamente en su totalidad, y remodelar la instalación dañada por las llamadas aquella fatídica mañana del 8 de noviembre. En total, 1.250 metros cuadrados más otros 500 de la zona aledaña en la que almacenan la paja.
«Hay que reponerse del golpe», dice convencido Millán, de 56 años. Él es el que ha 'tirado' más de su hermano, de 61 recién cumplidos. Porque el disgusto fue tremendo. En cuestión de minutos vieron como años de esfuerzo y trabajo se reducían a cenizas. «¿Quién se iba a imaginar algo así?», plantea Benito, todavía con el susto en el cuerpo, aunque admite que ya están «un poco recuperados, un poco». Ambos coinciden en que «mientras haya movimiento -en referencia al arreglo de la nave- es buena señal». De hecho, son conscientes de que «ante los golpes de la vida hay que levantarse. Si no, mal asunto», como subraya Millán, mientras remarca que «no se gana nada con sufrir». Al contrario, «todo lo que sufres, eso que se pierde».
A su lado, Benito señala a los obreros que trabajan retirando las chapas dañadas e indica que tendrán que pintar las cerchas y luego montar toda la cubierta nueva. Por suerte, estas últimas semanas no ha habido rachas fuertes de viento en Caleruega y los operarios han podido retirar las planchas dobladas sin demasiados problemas y, sobre todo, evitando cualquier tipo de riesgo para quienes trabajan en la zona. A medida que avanzan con la remodelación, los hermanos Delgado, que llevan toda la vida dedicados a la ganadería y que hasta noviembre contaban con uno de los rebaños más grandes de toda la Ribera del Duero, ya ven el futuro «con otros ojos».
¿Y las ovejas? No obstante, ambos tienen claro que irán «paso a paso». Primero arreglarán la nave. Y luego valorarán si vuelven a comprar ovejas. «Esto ya suena a otra cosa. Pero habrá que ver si hay ganas de trabajar», advierte Benito, aunque apenas unos segundos después admite que todavía les queda guerra por dar, ya que aún tienen años de trayectoria profesional por delante.
Cierto es que las circunstancias no acompañan demasiado ya que en los últimos años se han retirado multitud de rebaños. De hecho, de las 34.000 ovejas que había allá por 2003 en los diversos municipios de la comarca, ahora quedan 20.300 animales, lo que supone un descenso del 40%. Eso sí, el ganadero comienza a recibir un precio más justo por la materia prima.
De momento, los Delgado tienen margen para pensar qué harán y, en paralelo, para continuar reponiéndose del golpe, que les dejó «bastante fastidiados». Mientras tanto, cuidan de otras 900 ovejas que tienen en una nave cercana a la que se quemó por una combustión de paja y que, por fortuna, se salvaron. «La verdad es que tenemos una ganadería joven y elegante», dice satisfecho Millán, quien confía en que «todo salga bien».