El secretario general del PSOE sorprendió a todos cuando, nada más bajarse del coche en el que llegaba al Monasterio de San Agustín, se fue hacia una mesa del parque donde un niño y su padre jugaban al ping pong. Pidió echar un peloteo con el chaval, pero la distracción le duró apenas un minuto. Alguien dio el aviso, llegaron las cámaras de fotos, luego las de televisión, y luego los periodistas.
En cuanto se vio rodeado, Alfredo Pérez Rubalcaba dejó la pala, dio las gracias a su pareja y, a preguntas de un reportero, advirtió que no iba a responder preguntas ni antes ni después del acto que le había traído a Burgos. Así se ahorró cuestiones sobre las ‘rebeliones’ internas Cataluña y Galicia o su mala valoración en las encuestas. Por eso en el texto que viene a continuación los lectores solo encontrarán el tema que fundamentaba la convocatoria: homenajear a los alcaldes y concejales de los pequeños municipios.
El PSOE organizó ayer en la capital burgalesa un acto que, en palabras del propio Rubalcaba, quería ser «un desagravio a lo mejor de nuestra democracia», a «aquellos que trabajan después de trabajar» y a los que definió como «los que más cerca están de los ciudadanos». Los cargos públicos del mundo rural que no tienen sueldo, que nunca lo han tenido y que se sienten atacados cada vez que se señala a la administración local como fuente de gasto, de déficit o despilfarro.
Alrededor de 250 asistentes, en su gran mayoría regidores o ediles de municipios de la provincia que tiene el mayor número de ayuntamientos de España, se reunieron para escuchar a su líder nacional en un acto de reafirmación frente a la modificación normativa que impulsa el Gobierno del Partido Popular para cambiar la actual Ley de Bases del Régimen Local. A juicio de los socialistas, y en palabras de su secretario, lo que pretende el PP es «cepillarse concejales que no cuestan ni un euro al erario público». Por eso advirtió que «debajo de los ajustes hay un cambio de modelo» que pretendería hacer negocio con las competencias que restan a los consistorios tras cuestionar su capacidad económica.
Rubalcaba era la estrella, pero al contrario de lo que suele suceder en actos de este tipo las palabras del principal invitado que cerraba el acto quedaron ensombrecidas por los testimonios directos de varios alcaldes socialistas de la provincia de Burgos que le precedieron en el acto de la palabra.
Antes de llegar al acto de la capital, Rubalcaba había parado en Fuentespina, una localidad de 180 habitantes situada al pie de la A-1 en la Ribera del Duero que para los socialistas ejemplifica el problema de los pequeños y medianos municipios, con 750 habitantes y una alcaldesa, María Josefa Mato, quien relató luego en San Agustín que lo primero que hizo al llegar al cargo fue suprimir hasta las dietas por asistencia a plenos y presumió de que su Ayuntamiento no tiene «ni una deuda».
Habló también Fernando Campo, alcalde de Miranda de Ebro, para subrayar que «el papel de los municipios no es cubrir económicamente los servicios, sino prestarlos», e hizo un llamamiento a sus compañeros socialistas a «hacer las cosas diferentes porque los discursos son buenos pero la praxis es lo importante». Y en el uso de la palabra le precedió el regidor de Oña, Arturo Pérez, a quien el ejemplo de su propio pueblo le sirvió para denunciar los recortes acometidos en las guardias médicas y advertir al Gobierno que «no pueden ir desmantelando los servicios» con la crisis económica como excusa.
Los mayores aplausos, en cualquier caso, se los llevaron los alcaldes de Mahamud y de Cardeñajimeno. El primero de ellos, Marcos Barriuso, que además es secretario provincial de Juventudes Socialistas, se desenvolvió con desparpajo ante el auditorio, defendió su papel y el de sus compañeros al frente de los ayuntamientos y relató que él mismo corta el césped en su pueblo o se pone el mono de trabajo cuando hace falta arreglar algo. De ahí que se dirigiera al ministro de Hacienda para preguntarle dónde estaría el ahorro si él se marchara y para cuestionar si el propio Cristóbal Montoro o el presidente de la Diputación, César Rico, cogerían la segadora para sustituirle. La broma tuvo tanto éxito que Rubalcaba la repitió, habló de hacerle «una oferta de trabajo» al miembro del Gobierno y en pocos segundos saltó a la red social Twitter con la etiqueta #montorojardinero.
También llamó la atención, y mucho, el turno de Daniela Grijalbo, alcaldesa de Cardeñadijo. Su municipio, por estar en el alfoz, vivió durante los años de bonanza un ‘boom’ inmobiliario que, lejos de beneficiar al Ayuntamiento, contribuyó a generar un agujero. «Bendita crisis» llegó a decir Grijalbo, «porque ha parado las operaciones inmobiliarias». En su Consistorio llevan 4 secretarios en 4 años y va a por el quinto («rezo a ver qué me toca», confesó), ha vivido dimisiones y se topó con un agujero al llegar a la Alcaldía de 6 millones de euros. «La crisis nos venía de serie», explicó, «y tuvimos que empezar por revisar la compra de lejía que pagábamos a 6 euros el litro».
Sin duda, un buen dibujo de los problemas con los que tienen que lidiar muchos alcaldes sin más coche oficial que el suyo propio y con el teléfono abierto 24 horas.