Su locura y pasión por el fútbol comienzan en un campamento de verano en Maristas. Tras un chapuzón en la piscina, tocaba practicar fútbol. Lo tuvo claro, Laura Rodríguez se encargaría de jugar bajo palos, porque lo de correr no era lo suyo. Después de pasárselo fenomenal fichó por el Gamonal de fútbol sala y jugó en la Liga Interpeñas e Interparroquial. Ahí conocería a sus compañeras y rivales del Rayo Burgalés, el germen del fútbol femenino en la capital.
Imagino que el cambio de tirarse sobre parqué a hacerlo sobre tierra o barro fue abismal, ¿no?
Isabel y Susana Uriarte se encargaron de captar a jugadoras, ellas fueron el motor. Apareció el Rayo Burgalés con Adolfo Cires y nos pusimos a entrenar, pero no sabíamos para qué porque no existía competición. El San Telmo de Palencia también comenzó y ahí es cuando fuimos a un campeonato de fútbol siete. He de reconocer que me encantaba el barro.
Llevaba a rajatabla lo de frenar a las delanteras, ¿no?
Yo creo que cuando desarrollas una capacidad y ves que se te da bien pues es muy motivante. Era un poco kamikaze, me lanzaba al suelo... A la que no le gustaba tanto era a mi madre, que era quien lavaba la ropa. No se me daba tan bien lo de parar con el pie. Tenía bastantes reflejos e intuición, sobre todo. Los niños no quieren ser porteros, siempre ponen al malo. Es un poco mito, pero yo sí veía clara mi posición.
¿Y cómo llevaba encajar esas goleadas al principio?
No lo llevábamos tan mal. El resultado era otra cosa. Fue un mundo aparte. No creo que lo que pasó ahí se vuelva a repetir. Lo importante para nosotras era jugar y contar con el apoyo de la gente como Adolfo, Amós y Paco que mordían por nosotras.
Era un poco kamikaze. Me lanzaba al suelo... Me encantaba el barro»
Tendrá mil anécdotas, cuente, cuente.
Había compañeras que no entendían qué era fuera de juego. Soltaban el balón antes de hacerlo. Es que partíamos de cero. Era muy arduo. O mis defensas, Mary y Carol Rejón, que cada vez que les sobrepasaban las delanteras rivales levantaban la mano para que el árbitro señalase fuera de juego. O cuando las trillizas se cambiaban las camisetas o la jugada ensayada mil veces quedaba en un salto y el balón suelto... Hay mil.
¿Y cuál fue su parada imborrable?
Tengo un partido grabado por mi hermano detrás de la portería y tengo una imagen haciendo una palomita del primer partido que jugamos contra León en Pallafría y me quedo sorprendida de verme que hacía esas cosas. Era una gozada robarle el balón a una delantera.
Y de partir de cero a jugar en la máxima división, ¿cómo fue esa evolución?
Fuimos aprendiendo y mucho. En el cambio del Rayo Burgalés al Nuestra Señora de Belén yo tuve mala suerte. Se notó que empezó a venir gente con más calidad. Yo me lesioné y no llegué a disputar el partido del triangular en El Plantío. Allí me sustituyó Inés, que era lateral izquierdo.
¿Qué es lo que achaca a la mala suerte?
Hubo un partido en Madrid. Empezábamos con Juanjo Ronda. Fue una impotencia total. Todo lo que me tiraban a puerta entraba y yo pagué un duro castigo. Ya no volví a jugar. Entró Inés y ya no se me volvió a dar la oportunidad. Cuando dejas de creer en ti ya no funciona nada. El instinto, la confianza, todo lo perdí. Mi marcha fue un poco frustrante.
El fútbol lo veo como una sociedad en la que hay que cuidar al bueno y al que se cae»
¿Y cómo se vuelve a recuperar la confianza en una misma y bajo palos?
Tuve la opción de seguir en el primer equipo, pero estar de suplente con el dorsal 13 y la camiseta amarilla, ¡me podía hasta caer! (bromea). Coincidió que me marché a estudiar Educación Física a Palencia y ahí me ofrecieron jugar con el Palencia, pero lo rechacé y preferí la opción de jugar con el filial del Nuestra Señora de Belén en Regional. Tenía 24 años. No venía a entrenar todos los días, pero empecé a ganar la confianza en mí misma. Me gustaba tanto… no concebía la vida sin el fútbol. Sin el grupo. En el Regional pude transmitir la esencia de lo que fue el Rayo porque era la veterana. Fue bonito. Entrenábamos en la Corrala. Pero la magia que tuvo el Rayo Burgalés fue realmente crearlo nosotras y ya no volvió a aparecer ni creo que lo haga. Fuimos quienes pusimos esa semilla.
¿Y cuándo decide colgar los guantes?
Empecé con 18 años y lo dejé con 26 años, así que siete u ocho años de carrera.
¿Qué le ha enseñado el fútbol?
Todas las fases han sido de aprendizajes. Momentos de diversión, frustración, amistades, trabajo en equipo. También me ha brindado la oportunidad de estar en el Campus Deportivo del Real Madrid donde empezaba a ser famoso Íker Casillas y conocí a Emilio Butragueño. Estuve en el Campus de la RFEF y pude orientar mi carrera hacia la formación y el ámbito social.
Todas las fases han sido aprendizajes para mí y la más bonita ha sido la de los inicios»
Tiene libertad ahora para transmitir esa esencia del fútbol de la que habla.
El fútbol tiene muchos valores y lo veo como una sociedad en la que hay que cuidar a tu gente a todo y no a uno solo y darte cuenta de quién está bien, quién mal y quién necesita apoyo... Puede que tus compañer@s lo detecten, pero que alguien responsable cuide eso, no solo al bueno, también cuidar al que se cae. Me faltó apoyo. Un portero es la reacción en un instante. Paciencia, calma y actuar en el momento. La adrenalina de salir al campo convirtió en miedo.