Es una de las frases más recordadas de una obra maestra plagada de frases memorables: «Justo cuando pensaba que estaba fuera, me vuelven a meter dentro», se lamenta en la tercera entrega de El Padrino Michael Corleone, que intenta en vano convertir sus fechorías criminales en un negocio respetable y perfectamente legal. Algo similar parece ocurrirle estos días al vicepresidente de la Junta de Castilla y León, Juan García-Gallardo, ilustre miembro de Vox, que de unos meses a esta parte parecía haber puesto sordina a sus desatinos de primera hora y asumido un papel más discreto e institucional, pero de quien en las últimas semanas los medios de comunicación han vuelto a mostrar, reforzada, su faceta más ultramontana.
Y es que el burgalés, añorante acaso de aquellos meses en que no paraba de salir desvariando en los boletines de noticias, ha echado mano de nuevo de los argumentos más manidos del decálogo de la extrema derecha: empezó asociando la política migratoria del Gobierno español a la «creciente criminalidad» que a su parecer se registra en diferentes países europeos; desdeñó pocos días después, en un viaje a Bruselas, a los científicos que instan a actuar con urgencia contra las malsanas consecuencias del cambio climático, a quienes acusó de amenazar la «prosperidad» de los ciudadanos de la UE; y esta semana ha dado renovadas muestras de ese peculiar catolicismo invertido que practica Vox al señalar con el dedo a los 183 migrantes acogidos por razones humanitarias en Medina del Campo.
No habrá sorprendido mucho a nadie, la verdad sea dicha, que nuestro vicepresidente haya recurrido a la tan sobada artimaña de inventarse una amenaza, la «invasión migratoria», para exigir a continuación que se adopten medidas de seguridad que nos protejan de ella, ni tampoco que cometa la bajeza de llamar «varones en edad militar» a un grupo de desgraciados seres humanos obligados a huir de su propio país y que reciben en Medina y otros municipios una primera asistencia temporal, sin que ello signifique que vayan a poder permanecer en España. Pero no podemos evitar que el bizarro y estridente regreso de García-Gallardo a la palestra informativa nos haga recordar unos delicados versos del gran Pablo Neruda: Me gustas cuando callas, porque estás como ausente...