Miguel Calvo

El retrovisor

Miguel Calvo


Médicos

17/10/2024

El anuncio de la próxima implantación del Grado de Medicina en Burgos no ha podido llegar en mejor momento. En el de las celebraciones de los treinta años de vida de la Universidad de Burgos y de los 125 años de la creación del Colegio Oficial de Médicos, que hoy inaugura en el Fórum Evolución una exposición sobre la historia de la Medicina en la provincia de Burgos y la de sus protagonistas más ilustres. 

Aunque el debate hoy está en si faltan médicos o están mal distribuidos, los grandes avances que se vienen sucediendo en investigación, tecnología o tratamientos han supuesto cambios radicales en el ejercicio de una profesión que está en el top de las carreras universitarias más demandadas aunque el ciclo completo de formación de estos facultativos puede superar la decena de años.

Como hijo y nieto de galenos, me tomo la licencia de personalizar mi felicitación por estos 125 años en esas generaciones de médicos que ya eran veteranos cuando se estrenaron 'las 300 camas', entre los que no puedo olvidar a un padre, el mío, conocido por sus pacientes como 'doctor Pinillos', que sin reloj ni calendario ejerció en Burgos durante más de medio siglo sin dejar de estudiar ni un solo día. Especializado en 'pulmón y corazón', sus colegas de la época lo eran en 'huesos y articulaciones', 'partos y enfermedades de la mujer', 'garganta, nariz y oídos' o en 'riñón y vías urinarias'. 

Me crie con mis hermanos jugando con un fonendoscopio, junto a un voluminoso aparato de rayos-x, un electrocardiógrafo, una máquina de aerosoles y grandes balas de oxígeno que traían desde Autógena Martínez. Las jeringuillas se esterilizaban en agua hervida. Conocí que enfermedades como el asma podían ser transmitidas por unos bichos domésticos e invisibles llamados ácaros. Ventolin era una palabra habitual en las conversaciones de mis padres. 

En el frigorífico, junto a los yogures, compartían espacio unos botecitos con diferentes sustancias que se utilizaban en pruebas cutáneas para diagnosticar posibles alergias. Por mi casa siempre rondaba, entre otros muchos, un libro rojo -que a mí me parecía un rollo- que llevaba por título Vademecum Internacional de especialidades farmacéuticas y biológicas

La Medicina siempre la tuve muy cerca, aunque no seguí esa senda profesional porque me parecía un oficio muy sacrificado. Opté por otra no menos complicada, por lo menos en dedicación, una vez que me habían inoculado el virus de la curiosidad.