José María Díaz Mínguez

El Jardín de Mendel

José María Díaz Mínguez


La huella molecular de ADN

07/11/2024

La violencia climatológica se desató el pasado martes en el Levante español dejando un espectáculo dantesco de desolación y muerte. Los daños materiales, por cuantiosos que sean, nunca son comparables con aquello que no tiene remedio: la pérdida de vidas humanas. La muerte es irreparable, pero si algún consuelo nos queda a los vivos es aquel ejemplificado en la frase 'descanse en paz' con la que expresamos nuestro anhelo de reconocimiento del derecho de los muertos a ser identificados y, por tanto, recordados. De ahí lo terrible del término desaparecido que niega la paz tanto al que debe ser recordado como al que quiere recordar. 

En situaciones dramáticas como las que estamos viviendo lo más importante es rescatar y atender a las necesidades de los vivos. Esta tarea, sin embargo, debe venir acompañada de la recuperación e identificación de los fallecidos. Si difícil es en muchos casos la recuperación, no lo es menos la identificación. Existen varias herramientas forenses disponibles a tal fin; una de las más recientes y poderosas es la huella molecular de ADN. 

Nuestro genoma contiene secuencias de ADN que se repiten una tras otra, en tándem, en número variable (la denominación técnica es VNTR). Desconocemos la función biológica de estas secuencias, si es que la tienen, pero les hemos encontrado una aplicación de primer orden. Dada la diversidad de estas secuencias y la aleatoriedad de sus repeticiones es posible identificar patrones de las mismas prácticamente únicos para cada ser humano. No es absolutamente imposible la coincidencia, pero en términos estadísticos diríamos que la probabilidad de que dos seres humanos compartan dicho patrón es inferior a la población del planeta. Estos patrones pueden ser obtenidos de forma rápida y sencilla, a partir de muestras que contengan ADN, mediante la técnica de PCR (de la cual hablaremos otro día). La identificación se realiza mediante comparación con patrones disponibles, bien de la persona fallecida (obtendremos una coincidencia), o bien de familiares cercanos (cuanto más cercanos mayor semejanza). La identificación mediante huella molecular de ADN ha revolucionado el análisis criminalístico y forense, ya que es resolutiva cuando fallan las huellas dactilares o los restos óseos. 

ARCHIVADO EN: ADN, Levante UD, Violencia