Pues nada, que me notaba yo de un tiempo a esta parte como de muy mal humor y muy inquieta, por no decir otra cosa. Empezaba a ser una desconocida para mí misma, preguntándome qué había sido de aquella mujer risueña y hasta simpática que antes me encontraba cada mañana al levantarme y mirarme en el espejo.
La cuestión es que para recuperar a esa individua, lo primero que he hecho ha sido dejar de ver los telediarios y en general de escuchar las noticias, después, y aunque nunca he sido una gran usuaria de redes sociales, también he decidido limitar al máximo su seguimiento y el tiempo que paso atascada mirando la pantalla como una idiota, recibiendo casi sin pensar un montón de información, o mejor dicho, desinformación, que en realidad poco o nada me aporta.
Más increíble todavía es que he vuelto a hacer deporte, me he reencontrado con el yoga, o más bien, me ha encontrado el yoga a mí, porque me han instalado un espacio para su práctica justo en la puerta de al lado de mi trabajo, y claro, no he podido resistirme. Ello, teniendo en cuenta que estoy en una edad difícil, donde al parecer corro el peligro inminente de perder todos mis músculos si no los entreno a diario.
Estoy también en eso de alimentarme sano, aunque con bastante poco éxito, y en ponerme mil cosméticos que tienen unos nombres y composiciones químicas imposibles, pero que por lo visto son fundamentales para ser yo misma y no perderme en las arrugas y la flacidez infinita que me ataca desde hace más de una década. Y luego, aderezando todo este escenario, me llegan, por todos lados, mensajes motivadores sobre que debo centrarme en lo importante, que todos los días debo meditar, tener tiempo para mí y priorizar aquello que me interesa de verdad.
Con todas estas nuevas tareas que me he impuesto, estoy igual o peor que antes, pero eso sí, mucho más contenta y también más cansada. Cierto es que ahora mi cuerpo no me cruje tanto y que se me cae un poco menos la barbilla; de otras partes de mi cuerpo, me van a perdonar, pero prefiero ni hablar.
La verdad es que en el fondo de tanto jolgorio, he descubierto que tal vez ya no encuentre en el espejo quién he sido, pero ahora lo que veo es, sin duda, quién quiero ser.