Los políticos no son los únicos afectados por la corrupción en nuestras sociedades. Harán falta algunas decenas de años más para que la ciudadanía de un país regido la mayor parte de su historia por regímenes totalitarios y despóticos asuma en su totalidad las claves de la democracia. La principal de ellas es que, al votar cada cierto tiempo, podemos castigar expulsándolos del poder o premiar a nuestros gobernantes en función de cómo lo hayan hecho, aunque desgraciadamente no siempre es así.
Hace algunos años el presidente Trump presumía de que podría disparar contra la gente en la Quinta Avenida de Nueva York y, a pesar de ello, le seguirían votando. Algo parecido sucede en España en el campo de la derecha ya que ésta, a diferencia de lo que sucede con la izquierda, no castiga la corrupción de los suyos. Exagerando un poco, los votantes conservadores de nuestro país serían capaces de elegir a un asesino en serie , o incluso a una vaca, si lo pusieran de cabecera en sus listas electorales. No votan el buen o mal hacer sino a unas siglas. Aquí, afamados delincuentes han ganado repetidamente elecciones arrasando en las urnas. Gil y Gil sacaba mayorías absolutas en Marbella «porque, decían sus seguidores, había expulsado a los delincuentes», de poca monta añado yo. Los grandes delincuentes vivían a sus anchas. Todavía hoy se producen en esa ciudad tiroteos en los que mueren personas 'sospechosas' con una cierta frecuencia. No querían reparar en que allí no regía el imperio de la ley, especialmente en la cosa urbanística y cuyas nefastas consecuencias durarán muchísimos años.
Me atrevo a calificar de corruptos a los votantes que eligen, a sabiendas a este tipo de personajes. Por cierto, el domingo pasado 516 arandinos (¿dónde se informaran?) votaron la lista de ese personaje intoxicador habitual y propagador de bulos que se hace llamar Alvise. Para abrirse las venas...