Decía Rilke que nuestra verdadera patria es la infancia, por ser la época en la que se forman los cimientos que nos sustentan como personas. Carmen Pacheco Rodríguez llegó a Ávila con doce años. Vivió un lustro en la ciudad amurallada cuando todavía no era Carmen Linares. Allí inició su fecunda carrera artística porque entonces había una enorme afición al flamenco. Allí conoció a su marido y siempre se sintió una más. Porque Castilla y Andalucía comparten una esencia común más fuerte de lo que pensamos. Hace unos días, la gran dama del cante recogió el Premio de las Artes 'Florencio Galindo', otorgado por la Diputación de Ávila, y reconoció que estaba en su casa, donde conserva «grandes amigos, tantos recuerdos y he sido muy feliz».
Carmen tomó su apellido artístico de su localidad de nacimiento, que de arte sabe un rato: toreros como José Fuentes, Sebastián Palomo, Curro Vázquez o Curro Díaz, y estrellas como Raphael. Entre la guitarra de su padre y los programas radiofónicos de entonces fue surgiendo la vocación, escuchando a Pepe Marchena, Juan Valderrama y Marifé de Triana. Se forjó en los célebres tablaos de Madrid cuando la capital era la meca del flamenco, compartiendo escenarios con Enrique Morente, Habichuela o Manzanita. Un Madrid por donde ya se movía Camarón. Bebió en las fuentes clásicas, más puras, por eso define como maestros suyos a Caracol, Fosforito y Mairena.
Y devoción sincera por La Niña de los Peines. Después de ella, Carmen es la figura femenina más relevante del cante, porque la mujer ha aportado mucho al flamenco. A sus 73 años -no oculta su edad- sigue pisando con aplomo y empaque escenarios nacionales e internacionales, donde brilla por su técnica vocal con matices, su sentimiento para transmitir emociones, su estilo auténtico. Con sus registros versátiles nos ha llevado a la poesía de Juan Ramón Jiménez, García Lorca y Miguel Hernández. Lo mismo nos hace vibrar cantando 'Gracias a la vida', con Luz Casal, que derramando su poderío por tonás, soleares, alegrías, tangos, fandangos y bulerías. Ella encarna el flamenco eterno y universal.