Blanca García Álvarez

De aquí y de allí

Blanca García Álvarez


Informando desde Roma

03/03/2025

Hace unos años trabajé como periodista en el Vaticano. Quizás haya sido el reto laboral más difícil de mi vida. Había tanto por saber, tanta historia detrás de cada pared, tanta trascendencia detrás de cada gesto. Era tal el conocimiento, lectura y entendimiento necesario para hacer una crónica que era inabarcable. 

Tenía entonces como maestros a los que hoy nos cuentan a todos la evolución de la salud de Francisco. Yo era la becaria que cumplía un sueño mientras intentaba respirar más profundo cuando estaba en presencia de los grandes para ver si su inteligencia, esfuerzo y sensibilidad se me metía en el cuerpo como un virus contagioso.

Ellos me explicaban qué era un dicasterio y yo les hacía un vídeo para redes sociales. Cada uno con nuestros niveles. Pero era tal el cariño con el que trataban a esta mindundi recién aterrizada que me servía para curarme del delirio de omnipotencia que lo contamina todo en un momento de ego televisivo.

Creyentes o no, ellos conocen la importancia de sus palabras. Trasladar los mensajes del líder de la fe de 1.400 millones de católicos en el mundo supone un peso de responsabilidad importante que, en mi humilde experiencia, no tiene parangón con informar de la condonación de la deuda o un Consejo de Ministros. Creyentes o no, nosotros, los receptores de su trabajo, no somos conscientes de la magnitud de trasladar palabras de fe a millones en el mundo. Una responsabilidad global, histórica y de lo más profundo e íntimo en la vida de las personas. Porque la información del Vaticano es tónico de vida para millones de almas que necesitan aliento. No es la actualidad práctica del tráfico, sino la guía espiritual del mundo.

Yo volví a España pero mis maestros siguen en Roma. Seguramente hoy en las puertas del Hospital Gemelli de Roma, como desde el 14 de febrero, para contar cómo evoluciona la neumonía de Francisco. También seguirán cuando salga, o en caso de cónclave. Siempre, aunque maltratados, seguirán estudiando y siendo altavoz de la guía del creyente. La responsabilidad más bonita y descuidada que tuve durante unos minutos de mi vida y el regalo que ellos tienen de mantener cada día.