Dos semanas después de la tragedia que asoló Valencia hace dos semanas, las verdades, impresiones, justificaciones y responsabilidades por lo que ocurrió el 29 de octubre se han enmarañado de tal forma que ahora resulta difícil establecer la secuencia de los hechos políticos -los físicos y sus consecuencias son aún palpables en las localidades afectadas por la DANA- de tal forma que no está de más recordar cómo fue la toma de decisiones y la relación entre las administraciones que tuvieron que intervenir.
Los hechos corroboran que el presidente de la Generalitat llegó muy tarde al centro de coordinación de las emergencias de la Comunidad Valenciana, tuviera o no que estar en él, que durante varias horas estuvo desaparecido porque estaba tratando de poner la televisión pública valenciana bajo su control directo, que la alerta telefónica se dio a las ocho de la tarde después de ser advertidos de forma reiterada de las posibles consecuencias de las lluvias torrenciales, que la UME estaba en Chiva por petición de las autoridades valencianas desde por la tarde, y que el propio Carlos Mazón -"querido presidente"- elogió en un primer momento la colaboración que le ofreció Pedro Sánchez, mientras el jefe de su partido, Alberto Núñez Feijóo, solicitaba la declaración de emergencia nacional qué le habría quitado el mando de la gestión de la crisis y en todo el partido se ponía en entredicho la actuación del presidente valenciano, a la sazón uno de los causantes de que Feijóo no viva en La Moncloa.
A partir de este sucinto relato que tiene múltiples derivadas relacionadas con los organismos estatales que advirtieron de las inundaciones, de los ofrecimientos de ayuda y de la coordinación de la misma, se han desatado otras actuaciones políticas todas de carácter exculpatorio con la intención de eludir responsabilidades y trasladarlas en todas las direcciones. Carlos Mazón ha encontrado el cortafuegos de dos de sus consejeras, una por desconocimiento de sus funciones y otra por falta de empatía con las víctimas, que van a ser las cabezas de turco, mientras que la yenka de Feijóo con respecto a Mazón pone en entredicho su liderazgo, no le fuerza a dimitir porque sería reconocer su responsabilidad en las consecuencias de las inundaciones, y mantiene un cadáver político al frente de la reconstrucción de Valencia, lo que le sirve para exigir la asunción de responsabilidades en el Gobierno.
Aquí es donde entra el descubrimiento de la figura de Teresa Ribera. Mientras en los primeros días, cuando comenzaba a pedirse que rodaran cabezas, las críticas se dirigían hacia el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, por no haber asumido el mando de la emergencia nacional, y contra la ministra de Defensa, Margarita Robles, pesar del impecable despliegue del Ejército, el PP descubrió que la vicepresidenta tercera, ministra para la Transición Ecológica, y nombrada in pectore 'número dos' de la Comisión Europea presidida por la popular Ursula von de Leyen, era la responsable de las cuestiones relacionadas con el medio ambiente y hacia ella dirigieron sus ataques. Hasta el punto de intentar hacer naufragar su nombramiento sin medir las consecuencias que ello puede tener para la propia Comisión Europea. En su intento de acabar con Pedro Sánchez, Feijóo puede dejar maltrecha a la UE si se sale con la suya.