El taller del vidriero Enrique Barrio está lleno de colores y de luz, ya que su trabajo consiste en valorar la iluminación que transmite el cristal y jugar con sus tonalidades. En ese espacio marcado por las combinaciones de formas y colores estuvo trabajando una temporada Beatriz Marcos y a raíz de ese proyecto surgió la exposición conjunta que hasta el 19 de junio comparten en el Consulado del Mar.
La muestra inaugurada este martes nada tiene que ver con el trabajo vidriero. De hecho, la pintura de Enrique Barrio está marcada por los negros y los grises, por paisajes ácidos e intrigantes que esconden las capas más oscuras de la vida. «A lo mejor es una reacción natural a mi trabajo con el vidrio», sostiene, mientras Beatriz Marcos cree que su pintura tiene mucho que ver con la vidriera aunque no sea evidente a primera vista.
Ambos comparten la exposición Límite invisible en la que, a pesar de que cada uno mantiene su propio registro, las líneas que los separan se difuminan en un tipo de pintura gestual y un modo similar de entender la disciplina: «A ninguno de los dos nos gusta el realismo fotográfico aunque buscamos imágenes muy concretas y nos basamos en la foto como punto de partida. Nuestros gustos y referencias pictóricas se parecen y ambos evitamos tratar el lienzo de la misma manera en toda la superficie: tenemos una estrategia para guiar la mirada hacia donde queremos», apuntan.
Tanto Barrio como Marcos juegan con lo que pintan y con lo que prefieren ocultar: mientras ella opta por la vitalidad y el colorido en el centro y un fondo abstracto «que resuelve casi de manera informal», él recurre a las pincelada impetuosa para continuar el relato entre las ausencias y las presencias.
En esta exposición la primera parte de la muestra la componen los grandes formatos y los retratos de Beatriz Marcos. Están los cuadros donde la infancia llena de luz la estancia, repleta por otro lado de los azules de los juegos en piscinas y mares. Incluye entre estas obras un océano roto, lleno de capas y veladuras y en el que la presencia humana desaparece.
La segunda parte del recorrido es obra de Enrique Barrio, más tenebrosa pese a los retratos de fondos blancos. Los nueve rostros componen la serie Vidas rotas, donde los retratados observan con miradas penetrantes: «Son psicológicos, sus rostros impactan e inquietan», apunta Marcos sobre la obra de su colega. En cuanto a los paisajes, huye de las escenas bucólicas y arremete con naturalezas que no son de este mundo y escenarios a punto de sucumbir, como la ciudad de noche que espera la llegada del día ante una tormenta amenazante. «Beatriz busca un lenguaje más amable e impresiona con sus cuadros sobrecogedores y yo pongo de relieve problemas sociales», añade Barrio.
Entre los dos pintan los «límites que no vemos o no conocemos; las líneas que delimitan unos colores con otros, los horizonte en los paisajes», afirman para definir el título de la exposición y su obra.