Cuando Alfonso Armada llegó a Sarajevo para cubrir el asedio de la ciudad por el ejército serbio en los años noventa -su primer trabajo como corresponsal de guerra- era consciente de sus limitaciones: sabía «poco de la historia de los Balcanes y nada de balística ni de materia militar». Así que optó por la estrategia que ha guiado su larga trayectoria como periodista: relatar los hechos a través de la gente corriente; buscar la verdad en las vidas de personas con nombres y apellidos y con las que sea posible identificarse. Y ayer, en su conferencia 'El peligro de un mundo sin hechos', volvió a defender esa forma de periodismo como escudo frente al ruido de esta época y como herramienta para que los medios recuperen «el fervor» de los lectores.
La hora de charla de Armada, dentro del ciclo 'El mundo, en conflicto' -que organiza el MEHen colaboración con Diario de Burgos y que presentó la periodista Patricia Corral- fue más ilustrativa que muchas de las clases que se imparten en las facultades de Periodismo. Pero, sorprendentemente, entre el público no parecía haber mucho aspirante a corresponsal ni a 'plumilla'; eran más bien personas, sobre todo mujeres, de edad suficiente como para tener sus profesiones encauzadas. Una lástima, porque el director de la revista digital FronteraD y presidente de honor de la sección española de Reporteros sin Fronteras, con 13 años de experiencia en El País y 19 en ABC, reivindicó esta profesión a través de libros y autores como Hannah Arendt, John Hersey o, todavía viva, la excorresponsal en Moscú Catherine Belton, que acaba de publicar Los hombres de Putin.
Un mundo sin hechos está condenado al rumor, al ruido y a los mitos»
Armada recurrió a estos ejemplos para explicar la «necesidad de hechos en un mundo de opiniones» y para recalcar que la verdad, incluso en un momento como este, en el que parece que es imposible llegar al fondo de según qué asuntos, existe y debe divulgarse. «Hay quien no quiere conocerla, gente que prefiere un relato que confirme sus creencias y que no incomode», dijo, aludiendo a una suerte de parroquia que busca escuchar lo que quiere oír. Esa crítica atañe a la ciudadanía, pero también a los periodistas y medios, «porque hemos caído en esto, en alimentar la versión que nos satisface». Pero, tras preguntarse si es posible averiguar «la verdad de lo que está pasando ahora en el CNI en España» o saber «cómo funciona el círculo de Putin», fue categórico con la respuesta: «La verdad existe y la objetividad también, pero dan muchísimo trabajo». Y también requieren de inversión, porque, si algo subraya Armada en cada una de sus intervenciones, es que «la buena información cuesta dinero». Hay que pagar a los periodistas para que puedan dedicar tiempo a su trabajo, algo que, reconoció, no siempre sucede. Pero en el «mundo ideal» que pintó, sería más fácil que el buen hacer periodístico ayudara a que hubiera más hechos que opiniones.
«Como periodista no se toma partido, sino que se cuentan las cosas con la mayor exactitud posible». ¿Cómo? A través de las historias de la gente corriente. La estrategia de Armada sirve para cualquier escenario, aunque a veces sea más complicado seguirla en Burgos que en una guerra. Y no porque el periodista no quiera, sino porque no le dejen. ¿El último ejemplo? La pandemia, a la que el director de FronteraD aludió para criticar las prohibiciones impuestas a la profesión en esa búsqueda de hechos. «Reputados fotoperiodistas denunciaron que era más difícil entrar a un hospital en Asturias que en Yemen», dijo Armada, afirmando que la consecuencia fue que «el hecho de no mostrar imágenes más duras [en lo peor de la pandemia] hizo que mucha gente no lo tomara en serio».